Como ese paraguas que abriga de la lluvia las gotas que puedan caer poco a poco hacia los oídos que escuchan ese folk susurrante. Como esa sombra que pinta de negro el talento luminoso de los rayos que rompen el silencio eléctrico de un trueno, los sevillanos I am Dive han casado con su álbum “Ghostwoods” una pareja de ruidos y melodías extraordinarias. Y lo llevan a su directo como aquellos habitantes de una ciudad que pisan cien veces un chicle mojado con sus zapatos cada día sin darse apenas cuenta de que algo queda en la suela; de aquel que se sienta en una butaca ocupada antes con las mismas huellas que ha dejado otra persona, desdibujando su forma y afeando su volumen. Primero el trueno en “Mount Eerv“; luego la calma de la voz cristalina de Esteban Ruiz. El chasquido y la calma, el invierno y la primavera.
I am dive es una pareja que ha sabido enlazar, jugar con sus sonidos y las voces, sentar las bases de una atmósfera que más que envolver, aísla al que sabe entrar en sus sonidos en un espacio inequívocamente desértico, árido de más cosas; objetos que no sean las voces, los sonidos galvánicos y las guitarras.
Media hora exacta nos regalaron, puntual como la hora que marcan treinta minutos de escrupuloso estudio entre las máquinas, las voces y las guitarras. Todo estudiado. Para que haya más que un corazón que romper en la sala que igual no les conoce; de gente que ha venido a ver a otro tipo de fantasmas que los espíritus que tienen enfrente. Cumpliendo la probabilidad de que en lugar de treinta sean sesenta los duendes que salgan iluminados tras la noche. Y que luego enciendan en sus casas el fulgor de sus canciones en un aparato que repita incesantemente esta cadencia. Sesenta y 120. Y de ahí que siga sonando. La excelente voz (en vivo y en el álbum) de Esteban Ruiz suena en las paredes de mi casa. La sombra queda pegada; y la pintura no se descompone. Como aquel rayo de Sol que muere al quedar pegado a la piel de nuestras manos. Como aquellas cosas que son tocadas por otras personas en otras casas. La vida da instrucciones de uso. Ya lo dijo Georges Perec.
Tras el invierno la primavera. Salieron los seis miembros daneses de Efterklang donde antes había dos y la fiesta tuvo otro nombre. En el sillón, desalojado, saltaron los que esperaban ser agasajados.
No se confundan. En vez de daneses creían engañarnos y parecían británicos. Porque su música esconde tras la americana, la pajarita, y la afectación británica de su frontman, las maneras que vienen de 1980 en adelante. Si suenan “Black summer“, “Monument” ó “Modern drift” no está cantando el Tony Hadley de Spandau Ballet, porque los sonidos no son los suyos. Los sueños de los presentes son de ahora.
Efterklang fueron muy generosos en su recital. Dos horas de concierto que convirtieron en una fiesta para los incondicionales que llenaban la sala, organizada con arrojo por los Conciertos Sublimes (en los que colabora Radio 3). Fue así porque tanto I am Dive como Efterklang tienen en común en llevar a su estilo musical la mezcla de folk (unos) y pop (los daneses) con las bases electrónicas; lo que les hace distinguir su música de hormas donde articular sus sonidos sin salirse de convenios que puedan hacer registrar sus influencias sin tapujos.
Efterklang disfrazan sus canciones de estirados arreglos electrónicos. La base de sus canciones es muy básica. Sus estribillos y estrofas responden al esquema de canción tradicional, sin escaparse de la natural y contagiosa estructura de letras y melodías. Lo que les hace distintos son estos embellecedores de voces femeninas (que utilizan muchas veces los ecos en base a la repetición, como en “The Ghost“) y los nombrados y decorativos sonidos electrónicos que distancian su esencia “british” hacia caminos más nórdicos.
Se vio que se lo pasaron en grande, disfrutaron de lo lindo en su concierto, agradecieron a su público, a los organizadores del evento el recinto que les habían brindado y su cantante tuvo la oportunidad de conversar varias veces con sus atentos oyentes, comentando objetos que se había encontrado y les entregaba con cariño. Y lanzando un último beso, como un dandy boreal, calentado por la incontestable caricia de sus fans. Sus canciones no han descubierto nada nuevo, pero su alegría y ganas de pasarlo bien, además de querer transmitir con talento sus temas les hacen sumamente simpáticos. La satisfacción hacia el colofón final del concierto fue mutua. Y, que no se nos olvide, ambos grupos funcionaron igual de bien gracias a un sonido perfecto. La acústica era magnífica. Lástima que I am Dive no tocaran más tiempo. Se merecen un concierto en toda regla. Así todos quedaríamos igual de contentos.
Texto: Ángel Del Olmo