Pachi García Alis es ese hombre esquivo de la voz dormida que transita entre la nocturnidad y la fantasía dentro de “Cantos de ocasión” (Warner, 2013), el quinto álbum del jienense. No esperen nada anterior ni nada conocido, pues lo que escucharán será producto de su propia ensoñación. Ahora puede que sea tarde, pero nunca es demasiado para los que no se arrepienten.
Lo siento, pero “Cantos de ocasión” me suena a retales. Como eso de los coches de ocasión.
Sí, como que están de oferta, ¿no? (Risas) Es un poco eso, tiene ese significado. ¡Lo traigo rebajado! En realidad son retales de cosas que sobran. Hay mucha parte de ironía en el título, pero sí que es verdad que el título es una llamada de atención para decir que estoy aquí. Que siguen estando mis canciones y que las pongo en bandeja para que se puedan escuchar. Pero lo de la ocasión, la oferta y la casualidad de encontrar algo que no estás buscando, pero que está en las rebajas. ¿Sabes? Dar con algo que no conocías pero que al final te ha servido. Hay mucha gente que no me conoce, así que igual me encuentran de oferta.
¡Encontrar los discos de Alis en las ofertas del Alcampo!
O encontrarte un disco inédito de Led Zeppelin que estabas buscando desde hacía mucho tiempo y encima de oferta. Eso es la hostia.
Me dijiste anteriormente que si no te diviertes, te enfadas contigo mismo.
Sí, y es cierto. Últimamente me enfado mucho pero me divierto poco. O me hace disfrutar gente como Suso Saiz —que me saca de mi locura para intentar llegar a donde quiero llegar- o no disfruto porque tengo muchos prejuicios. Por eso no produzco mis discos.
¿Prejuicios con tu propia música?
Con mi propio sonido y con mi forma de hacer las cosas.
¿Por qué?
Porque no sé sacarme de mí mismo y verme desde fuera, por eso necesito a Suso.
Por lo tanto, en caso de autoproducirte, ¿te escucharías ridículo?
Es que lo he hecho y son los discos que menos me gustan, que son los primeros. Realmente, si te soy sincero, sí.
¿Y no lo has vuelto a intentar?
Sí, pero ahora lo que hago es desahogarme y divertirme reversionando esas canciones. Ese concepto de directo de guitarra abierta; de base rítmica rota, distorsionada y desubicada que hay en “Material de disección” y en “Cantos de ocasión”, lo trasladamos al resto de temas de los primeros discos para ensayarlos en el estudio con mucho curro y con ideas previos que llevo. Trato de hacer un concierto un concierto con sentido y unísono hasta el final reversionando las canciones antiguas.
Diría que “Cantos de ocasión” me parece incluso más homogéneo que “Material de disección”, aunque comparo ‘Contraseñas’ con ‘Alineación de planetas’.
De hecho son canciones que he hecho a medias con Antonio Román “Telémako” porque en ‘Alineación de planetas’ la estrofa es suya y el estribillo es mío. La letra es cincuenta y cincuenta. Una especie de sello que tenemos entre los dos componiendo. Entonces, sí tienen mucho que ver esas canciones. Además, ‘Alineación de planetas’ es una de mis canciones preferidas de todo el disco.
Tiene mucho que ver con el anterior…
Totalmente. Pero creo que tiene una vuelta de tuerca más.
Pero es cierto que empiezas más movido. Creo que ‘Los que no se arrepienten’, el single, engloba bastante el disco.
En principio, como single, pensé en sacar ‘Cantos de ocasión’. Lo tenía clarísimo. Pero después de una reunión con la discográfica, pensaron que ‘Los que no se arrepienten’ era más directa, como que tenía más salida. Y bueno, les hice caso. Si ellos lo veían claro, yo no tenía ningún inconveniente. Tú sabes que me curro mucho el tema de los vídeos y que a veces se me ocurren historias con actores, animaciones y demás movida. El caso es que en este disco quería salirme un poco de eso que ya llevo haciendo mucho tiempo, así que quería hacer algo convencional, como ese que hicimos para ‘Cine mudo’ tocando en el campo. Llevábamos mucho tiempo sin hacer un vídeo de tocata, pero como ahora contábamos con un director de foto como es Miguel Amoedo, me daba igual qué canción sacar. Sé qué un vídeo de tocaba va a quedar bien hagas donde lo hagas. Quizás no se equivocaban en eso de que ‘Los que no se arrepienten’ englobaban más lo que tú has dicho: el concepto y el sonido del disco.
¿Y qué crees que habrían dicho con ‘Cantos de ocasión’?
Pues que es más rara que un perro verde (risas). Si te das cuenta, empieza con un ritmo de Reggaetón en la batería. Era un riesgo. La gente se iba a preguntar qué era eso.
La gente y sus prejuicios…
Pero los prejuicios de la gente me dan igual. El problema son mis prejuicios. Ahí tenía claro que el ritmo no iba a ser el que ya he hecho un millón de veces y también el que ha hecho todo el mundo, sino que debía ser un ritmo que nadie hubiera hecho antes.
Ya lo harán, ya.
Pues puede ser. En el segundo disco, cuando ninguna de las bandas que te he nombrado estaban ahí, ya hacíamos esa clase de ritmos que ahora hacen ellos. Nadie dijo nada, pero estaban ahí aunque hay gente que se ha dado cuenta. Al final, la gente te pilla. Si hay alguien que copia un ritmo y lo mete en su disco, habrá otros que se den cuenta. Eso está clarísimo. Mira, si alguien hizo esa clase de ritmo en su momento, fue Radio Futura. Eran los que se dedicaban a arriesgar en la época. Pero de todas formas, y actualmente, no he vuelto a oír esa clase de ritmos.
También eras de bajar las persianas y de quedarte a oscuras. ‘Palabras que compré’ se me antoja lóbrega. Además de esos cambios de tono tan dramáticos.
Es muy oscura. Esa oscuridad del “Amnesiac” de Radiohead está plasmada ahí. La tonalidad cambia de una manera brusca, al igual que en ‘Los que no se arrepienten’, donde el estribillo es bastante asequible aunque las estrofas tienen unas armonías rarísimas.
Pero al ser más animada, no caes en eso.
Cierto, pero tiene un Si menor y un Sol menor que entran directamente haciéndote pensar qué demonios ha pasado ahí. Parece una armonía barroca muy tenebrosa. Son armonías que ya había utilizado antes, aunque no tan bruscas. ‘Palabras que compré’ es otro de los temas que más me gustan del disco. Creo que es sencilla, corta, pero directa diciendo lo que tiene que decir.
Los pianos son protagonistas, como en ‘Donde no llega el humo’, pero no hay banjo. ¿Dónde está el banjo del que hablabas hace un par de años?
(Risas) Sí, tío. En realidad me habría gustado meter banjo y muchas más cosas porque estoy en el momento de descubrir nuevos instrumentos. Me gusta la sonoridad que da la armónica pasada por un sintetizador o por un vocoder. En fin, investigar. Pero lo del banjo me gusta. Eso me lo apunto. Estuve a punto de utilizar un ukelele que me compré, pero ya está tan visto lo del ukelele… ¡lo usa todo el mundo!
¡Eso sí que es un instrumento de ocasión! La melódica también está muy usada, pero no te descuides con el banjo…
Podría ser que se empezara a usar mucho (risas). Lo mismo ahora aparecen banjos por todas partes y ese empieza a poner de moda.
Oye, explícame lo de ‘Tachadme de las listas de las bodas’. Es una indirecta tan de puta madre…
¡Exactamente! Mira, soy de Baeza, tú lo sabes, y a mí me encanta mi pueblo. Soy de los que presume de tener pueblo.
¿Y familiar?
No me considero muy familiar.
Pero me refería al tema del pueblo, las abuelas.
¡Ah, claro! Pero es que mi pueblo es mi abuela.
A eso iba. Me refería a la familiaridad de los pueblos y las tradiciones.
Me gusta cierto tipo de tradiciones que se respetan desde la antigüedad y que los mayores van conservando a lo largo de siglo. Pero creo que hay otras tradiciones que se han desvirtuado completamente y que la gente utiliza para lucrarse y para engrandecer su ego. Allí todo el mundo invita a todo el mundo a las bodas. Y mira, no me gustan las bodas, porque sentarme a comer con alguien que no conozco me es bastante incómodo. Ya estaba harto de decir que no me gustaban las bodas. No voy ni a las de mis amigos ni a las de los amigos de mi pareja. Recuerdo la última a la que fui, en Mallorca. Me quedé sentado en las hamacas de la puerta, debajo de un árbol, y nadie me encontraba después de cinco horas. Y mira que era una boda que me molaba, pero a mí que me dejen de historias.
¿Y en cuanto a la canción en sí?
Te introduce en mi pueblo. La letra habla de mis amigos, de los lugares a los que voy, las tabernas, como Casa La Abuela.
Entiendo que Casa La Abuela no habla de la casa de tu abuela…
No. Casa La Abuela es la taberna de un amigo —llamado también Pachi- al que le decimos “la abuela” desde que éramos pequeños porque tiene una cana. Le salió un mechón blanco cuando nació y no se le ha ido. De ahí viene el nombre, aunque nosotros decimos “cá la abuela”. El nombre de verdad es Burladero. A casa de mi abuela voy mucho, claro, pero también a las tabernas. Al lado hay otra que llamamos casa Ramón pero que en realidad es El Arcediano. Pero son tabernas de verdad, de las que escriben las tapas con tiza. Es más: no te ponen la tapa en un plato, sino en un papel de charcutero. Y te voy a contar algo más. El fan número uno de Casa La Abuela es Suso Saiz. No hay quien lo saque de ahí. Lo metes allí, le pones un vino y no lo echas ni con agua caliente (risas). Va al pueblo y yo ni lo veo porque va directo.
Podéis montar el estudio al lado.
Es que mi estudio está al lado (risas). A dos minutos andando. Es que en Baeza es difícil no encontrar avituallamiento cercano. Es una ciudad “borracha” y de buenas costumbres. Baeza y Úbeda son las ciudades más importantes del Renacimiento en Andalucía. Tienen un nivel de turismo incluso más alto que los que pueden tener Sevilla o Granada.
¿Son el “indie” del turismo?
¡Son el indie del turismo! (Risas) Pero es verdad que salen muchas bandas de Baeza y Úbeda.
“El pez más grande del río es así porque no se deja pescar”, dicen en la película “Big Fish”. Entiendo que te sientes como ese pez.
Por supuesto. Y como Le Pendu (la carta del tarot) o como cualquier cosa que intente ver las cosas desde otro punto de vista diferente, como lo hace “Cantos de ocasión”. Es darte la vuelta, ponerte bocabajo y verlo todo de un modo diferente. Todos preocupados con la política, poniéndose a parir los unos a los otros… y tú, mientras tanto, mirando por tu agujero. Observando y viendo las cosas pasar, quedándote con lo bueno y mandando a tomar por culo todo lo malo. Esa es la base del disco.
En lugar de señalar el problema, se trataría de buscar la solución, ¿no?
Eso es. En vez de hablar mucho y criticar, habría que ponerse a buscar la solución, que es lo que hace falta.
¿Y tendría algo que ver ‘El gigante de Big Fish’?
Ese tema en concreto no. Está basado en mi hija y es además la primera vez que hago una canción basándome en mi hija. La gente piensa que ‘¿Dónde estabas?’ iba para ella, pero no es así porque nunca antes lo había hecho. ‘El gigante de Big Fish’ habla un poco de cómo puedo hacer para que a mi hija no le falte de nada. Como si fuera capaz de ponerme los hierros que utiliza el niño de la película para crecer y convertirse en gigante y así llegar a alcanzar muchas cosas que yo no alcanzo. No sé si en la película le dan ese sentido, pero yo se lo encuentro. Sería capaz de ponérmelas para estirarme y darle lo que no sería capaz de alcanzar. Veo cómo está el mundo que le va a tocar vivir y me siento culpable de haberla traído a esta vida, así que tengo esa responsabilidad hasta el final. Comenzó siendo una especie de nana con un ritmo rarísimo de 7 x 4. ¡No sabía ni qué ritmo era! ¡Me lo tuvo que decir Suso! (Risas)
Te ha quedado muy onírico.
Sí, puede ser. Además, el estribillo se convierte en un Valls porque tiene un ritmo de 3 x 4. Te contaré un secreto. Si te pones los cascos, al final del tema hay un órgano con muchísima reverb, muy enmascarado, porque no quería que me cobraran los derechos de autor, pero está un tema de Procol Harum que se llama ‘A whiter shade of pale’ (‘Con su blanca palidez’). ¿Recuerdas ese tema? Pues está ahí. Es como el canon de Pachelbel. Hay tres partes de órgano. Empieza y las notas se van pisando.
Estás muy clásico, pero por ahí veo yo el banjo, ¿eh?
Pues en esa canción me habría gustado meterlo (risas). En serio te lo digo.
Texto: Carlos H. Vázquez.