La década de los sesenta supone la explosión de muchos de los movimientos y las ideas que se venían fraguando desde la década anterior. Una generación de jóvenes que no habían conocido de primera mano la barbarie de la II Guerra Mundial estaba adquiriendo una mayor conciencia social y política gracias en buena medida a un acceso mayoritario a la educación y el auge de los medios de comunicación. Aunque con Estados Unidos a la cabeza de todo este movimiento, en Europa también se produjeron sustanciales cambios en la cultura y la conciencia popular, especialmente en Francia, Alemania y Gran Bretaña.
Con este panorama la música se ofrecía como un vehículo idóneo para plasmar el descontento popular y denunciar los males de la sociedad y los desmanes de los gobiernos. Si la población negra plasmó sus ideas entre el soul y el jazz, la juventud blanca echó mano de la tradición, rescatando el blues y, sobre todo, renovando el folk como género fundamental y a través del cual expresar sus emociones y convicciones. Mientras tanto, en Gran Bretaña la renovación del folk vino de la recuperación de su tradición medieval y celta, con bandas como Pentangle, Alan Stivell, Steeleye Span o Fairport Convention, entre otros.
Como referentes supremos de todo este movimiento se encuentran Woody Guthrie —e hijo- y Pete Seeger, quienes sentaron fuertemente las bases de unas letras muy politizadas y una instrumentación austera. Incluso podríamos añadir al gran Leadbelly que, junto con otros músicos fundamentales de su época, dio forma a gran parte del cancionero tradicional norteamericano, y al menos conocido Ramblin’ Jack Elliot, quien siguió la estela de Guthrie y contribuyó enormemente a difundir la obra de éste. Pero a finales de los cincuenta quienes tuvieron mayor repercusión fueron bandas como The Weavers, donde militó el señor Seeger, Kingston Trio o New Christy Minstrels, quienes popularizaron una asequible mezcla de country, folk y una pizca de blues apto para todos los públicos.
En 1959 tuvo lugar la primera edición del festival de folk de Newport, que tuvo una doble función: por una parte dar a conocer nuevas figuras, como Joan Baez, pero por otra, poner en valor a otros músicos, como Johnny Cash o Howlin’ Wolf, que serían una gran influencia para los músicos jóvenes. La inclusión de músicos de country y blues no era casual. Muchos de ellos eran una gran inspiración para los nuevos músicos de folk, lo que contribuyó en cierta medida a que muchos pusieran su vista —y oído- en gente como Mississippi John Hurt, Sonny Terry and Brownie Mcghee, Muddy Waters y otros.
El folk-rock
Conocido es el origen de la inclusión de la electrificación en la música de Bob Dylan. A mediados de los sesenta The Byrds realizaron una versión del clásico de Dylan Mr. Tambourine Man, a la que añadieron guitarras eléctricas. Aquello hizo que Dylan se replanteara su forma de entender las canciones y al poco incluyó las guitarras eléctricas en su actuación en festival de Newport de 1965, lo que provocó una negativa reacción del público, que no esperaba ni parecía querer cambios en el sonido al que estaban acostumbrados.
Aquella actuación fue, sin embargo, el comienzo de la fructífera relación entre el rock y el folk, que siguieron bandas como Crosby, Still, Nash & Young, The Animals o The Mamas & The Papas, entre muchos otros, y que aún dura hasta nuestros días. Por supuesto, en todo esto es imposible omitir la influencia que ejercieron The Beatles. Como en prácticamente toda la música de los últimos cincuenta años, la obra de los chicos de Liverpool tuvo una gran repercusión, no sólo en el público, sino también en gran parte de los músicos de su tiempo.
En pocos años la escena del folk norteamericano explotó, apareciendo un gran número de músicos, como James Taylor, Paul Simon, Tim Hardin, Phil Ochs, Judy Collins, Lee Hazlewood, Buffy Saint-Marie o el enorme John Fahey, que consiguieron poner en pie no sólo la renovación del género, sino también la conciencia y la implicación política de toda una generación.
Texto: Juan Manuel Vilches