La tristeza que me embargó, como en la línea que apunta Hornby, no sé si fue consecuencia del mal día que tuve antes de llegar a la sala o del pop melancólico que facturan The Sunday Drivers. Pero tengo que admitir que su hora y media de actuación me dejó fulminado, cabizbajo. Una sensación contrapuesta a la entrega y a la pasión que desprendió el público que se dio cita en el Teatro Buero Vallejo.
Desde el punto de vista estrictamente musical, el concierto fue impecable. Buen sonido, definido, y con una ejecución magistral. Para mi sorpresa, bastaron dos canciones para que la gente se rebelase contra el protocolo teatral, se pusiera de pie, procediendo a invadir los pasillos y las inmediaciones del foso que separa el patio de butacas del escenario. Aquello comenzó a parecerse a un concierto y Jero, el cantante de The Sunday Drivers, agradeció que sus fans quisieran arropar a la banda en un lugar “tan raro y tan grande”.
Creo que fui de los pocos, por no decir el único, que permaneció sentando durante toda la actuación de The Sunday Drivers. Adopté una actitud contemplativa, analítica, fría, interna, solitaria y egoísta. Como si estuviese viendo un DVD en el salón de mi casa, como si las personas que había a mi alrededor formasen parte de la imagen tridimensional del televisor.
Esta actitud me hizo ver el concierto desde otra perspectiva. A medida que éste se desarrollaba, y mi escala sentimental de grises iba oscureciéndose al ritmo de la música pop, tuve la sensación de que el grupo no disfrutaba. Jero sí estuvo volcado, quiso devolver la acogida entusiasta, pero en su esfuerzo tan sólo le acompañó el hiperactivo teclista.
El resto, especialmente los dos guitarristas y el bajista, ofrecieron un concierto tan profesional, tan perfectamente ejecutado, como frío, mecánico y carente de sentimiento. Me chocó la actitud de unos y de otros y, sobre todo, de ver esta actitud ante un auditorio tan encendido y cálido.
The Sunday Drivers atacaron con “Hola (To See the Animals)“, como era previsible. Para repasar su último trabajo, The End of Maiden Trip, en la primera parte. Entre otras, sonaron “My Plan“, “Guerrilla“, “I” o “So What“. Ante mi incredulidad, en un gesto de rotundo convencimiento en su triunfo, antes de la hora de concierto, The Sunday Drivers tocaron dos de esos temas que uno espera que suenen en un bis dionisíaco, “Do It” y “On My Mind“.
Hubo tiempo para recuperar composiciones del pasado, como “Smile” -que fue dedicada a todos los que estuvieron presentes en su primera actuación en Guadalajara-, “Paranoid“, “Often” o “Sing When Your Happy“, con la que se llegó al primer final y que más que felicidad despide una profunda tristeza.
En el bis, momento de “Tears and Years“, “Day In Day Out” y “Little Heart Attacks“, especialmente coreada por la sala. Aunque más de uno ya se encontraba fuera del recinto -se debieron olvidar de que el espectáculo no termina hasta que se encienden las luces-, hicieron un segundo pase, en el que tocaron y se despidieron con la celebrada “Rainbows of Colours“.
PD-No quisiera olvidarme de Smile, la formación getxotarra que se encargó de “calentar” al público antes del concierto de The Sunday Drivers. No estaban anunciados, pero ofrecieron una actuación de media hora, donde agradaron con su folk-pop y, sobre todo, destacó el desparpajo que mostraron, especialmente su cantante.
El frontman de Smile se ganó al auditorio con su simpatía y además, obsequió al público femenino con algún ‘bailecito’, donde la estrella fue el trasero que dibujaban sus ajustados pantalones. Creo que grupo y público acabaron encantados de haberse conocido.
Texto: Carlos A.S.