Andrés Castaño
Arrancaron sobre las seis y media de la tarde Don Bigg, cuando la cola para entrar en el recinto parecía inacabable. Decir que por lo que se oía de lejos el hip-hop en árabe de este combo sonaba resultón. Siguieron Da Chains con un ragga peleón y combativo, más que un dancehall elegante y rítmico. Ni mucha chicha ni poca.
Y la primera sorpresa vino con la senegalesa Njaaya. Un estiloso folk, con dejes del hip-hop, una voz prodigiosa, toques blues en la eléctrica. Todo ello fueron ingredientes que calmaron el calor vespertino y que agradaron al todavía poco público presente. Su directo, muy logrado, supera con creces sus vídeos de youtube y sus canciones de myspace suenan con un poderío inferior. La justicia del directo pone las cosas en su sitio. El descubrimiento del festival.
Con Konono nº1 vino el baile. No pude resistirme y caí en el hechizo del baile hasta la extenuación. Y como yo, el respetable que disfrutó en una fiesta sinfín. Un concierto de los congoleses es un revulsivo y vivimos esos cuarenta y cinco minutos como un viaje sinfín, una ceremonia para expulsar los demonios. Y el baile como sanador. Y si bien encajan en la programación de un festival de música electrónica y músicas avanzadas como el Sónar, en su edición de 2009, porque su cacharrería analógica tiene ese punto de programaciones ancestrales y ritmos narcóticos, también encaja en un cartel de músicas del mundo o de sonidos bailables. ‘Congotronics’ (Crammed Discs, 2004) sigue siendo uno de los mejores discos de World music, que combina ritmo a destajo con buenas raíces.
Cuando el recinto ya contaba con más de 5.000 personas y cualquier movimiento a los baños suponía una larga excursión, apareció la banda Sidy Samb para demostrar otra vuelta de tuerca de los sonidos africanos. Si bien no encandiló como Njaaya, a pesar de una propuesta con mucho más brío y alguna canción lograda. Practica un género musical, el Mbalakh, no muy conocido por estos lares que tiene su tirón. Pero su residencia en España le ha impregnado de sonidos propios de aquí.
María Rodríguez
Tras la actuación del senegalés Sidy Samb, Salif Keita no se hizo esperar. La inconfundible voz del cantante envolvió el recinto de la Complutense durante toda su actuación cautivando al público a través de grandes clásicos como “Yamore” o “Yambo” y junto a temas de su último disco La Différence. Un repertorio en el que no faltaron ni la dulzura ni la alegría que caracterizan a este genio de Mali.
Una agrupación electrónica (Dj Pichi aparecía en algunos medios y Dj Africa Dance Set en otros) aportó la nota electrónica a la noche del Paraninfo sorprendiendo con una selección de temas contundentes con bases tribales donde no faltó la percusión en directo y la animación sobre el escenario de algunos artistas invitados como Njaaya y uno de los componentes de Da Brains.
Para finalizar, y con hora y media de retraso sobre lo previsto, Alpha Blondy no decepcionó a la expectación. El grupo de Costa de Marfil comenzó con una explosión de ritmo reggae que convirtió el recinto en una auténtica pista de baile, a lo que siguió una introducción estelar y casi mística de “Jerusalem” uno de los temas más conocidos del grupo que junto con otros clásicos como “Cocody Rock”, “Wari” o “I wish you where here”, hicieron cantar al público hasta el final de la noche.
Texto: Andrés Castaño y María Rodríguez