La carrera de Frank Turner es una de esas que podemos tildar de meteóricas. Cada año que pasa lo peta más que el anterior. Su combinación de carisma, canciones pegadizas, un género que está más de moda que nunca, el haberse arrimado a árboles frondosos y un poco de suerte por el camino, le han catapultado a un éxito con el que ni soñaba hace un lustro. El hecho de que el año pasado actuara en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres y que cada vez venda más discos y entradas de conciertos, ha provocado numerosas críticas que le acusan de vendido. Todo por su apego al underground del que proceden todos los artistas a tener en cuenta, y un supuesto pasado punk rocker que desde luego nunca tuvo.
La verdad es que Frank procede de una buena familia, reconocida socialmente y bien asentada económica y religiosamente. Estudió junto al príncipe William en la Universidad de Eton y se graduó en Historia por la London School Of Economics. En definitiva, un buen chico que un día descubrió el metal, pero que al final acabó tocando en su tiempo libre en una banda horrible de emocore llamada Kneejerk. El caso es que de ahí entró a formar parte del grupo de post-hardcore Million Dead, con el que tampoco se comió un colín. Al disolverse en 2005 escuchó a Springsteen y entonces tomó la determinación de hacer folk rock, dado que todo apuntaba que en el punk (o sucedáneos) no haría carrera. Visto lo visto, está claro que fue una decisión acertada.
En esta breve gira por España, por primera vez en solitario, regresó para presentarnos su última referencia Tape Deck Heart. Dadas sus dos exitosas visitas anteriores, primero en el Azkena Rock de Vitoria, y después como telonero de los Dropkick Murphys todo apuntaba a que tendría una buena acogida en la capital. Además contaba con unos teloneros patrios de lujo: La Maravillosa Orquesta del Alcohol. El grupo de folk rock nacional del momento ya compartió escenario con Frank Turner en la gira con los Murphys y recientemente su cantante ha aparecido junto al inglés en la portada de la revista Rockzone. El vínculo entre ambas formaciones está más que afianzado.
La M.O.D.A cada vez se come el escenario con más avidez y no sorprende lo más mínimo que a día de hoy se agoten las entradas de casi cualquier concierto que dan en salas de medio aforo. Su setlist estuvo compuesto por los temas más celebrados de sus dos primeros EPs y lo más apetitoso de su magnífico ¿Quién nos va a salvar?. Se encuentran en plena transición de sus orígenes de lírica anglosajona, a las letras castellanas que ahora centran prácticamente la totalidad de su composición. Al fin y al cabo, cuando practicas un estilo que bebe del folklore sureño, los cánticos irlandeses y las coplas del este, tu deber es hacer cantar a la gente. Y los burgaleses lo consiguen cada vez más, haciendo que el coro del público se acople a la perfección con el suave sonido de la mandolina, el banjo, el saxo, el acordeón, el violín y demás cuerdas. Desde “No Easy Road” a “Nómadas“, “Gasoline” o “Vasos Vacíos“, los chicos de los tirantes no tienen un solo tema de relleno, ni una sola canción que no te guste más que la anterior. Si ahora mismo hay un grupo en España con proyección, sin duda ese es La Maravillosa Orquesta del Alcohol.
Llegado el turno de Frank Turner cabe analizar brevemente al cantante de neofolk que nos ocupa y que, contra todo pronóstico, va camino de convertirse en fenómeno. Por un lado, hace una música que, por su accesibilidad, engancha a todo tipo de audiencias, pero por otro ha sabido engalanar su carrera de un aire punk rocker que le ha dotado del aura de “rebeldía” perfecta para que los medios se fijen en él. Gracias a eso logró que Epitaph le fichara y grupos como Green Day o The Offspring le invitaran a abrir para ellos frente a miles de personas. Además, al mismo tiempo se granó el respeto de la audiencia acústica girando por varios continentes junto a homólogos como Chuck Ragan, Joey Cape, Tim Barry o Ben Nichols.
Sin embargo, hace año y medio vivió una época un tanto crítica debido a una serie de declaraciones políticas que hizo entre 2009 y 2011 y que The Guardian decidió reunir en un artículo un tiempo después. Dichas declaraciones afirmaban cosas como que se considera un tío de derechas, que el Partido Nacionalista Británico es en realidad de extrema izquierda, que el socialismo es un concepto caduco, o que las políticas de izquierdas conllevan la miseria de muchos y el aplastamiento del individuo. Estas perlas le acarrearon una media de cien e-mails diarios deseándole una muerte lenta y dolorosa.
Hay que decir que, ya en 2006, decidió que la canción protesta no era lo suyo, tras llamar la atención de ciertos sectores indeseados, a consecuencia de su canción “Thatcher Fucked the Kids“, así que decidió dejar a otro ese menester.
Actualmente se define como un liberal clásico, aunque queda claro que más bien es un neocon versión 2.0. Lo más parecido que tenemos por aquí supongo que es Russian Red. En cualquier caso, si algo le enseñó esta experiencia es que lo mejor que podía hacer era tener la boca cerrada. Salvo para cantar sobre desamores, lo malas que son las drogas o lo que mola el rock and roll, bailar y todo lo demás. Al fin y al cabo, así es como uno suena en los altavoces del supermercado.
Nos vamos por las ramas, así que centrémonos en reseñar brevemente lo que fue su concierto de la sala Arena. Lo primero que te queda claro al verle es que Frank Turner es Frank Turner, y un foco le alumbra permanentemente para recalcarlo. Lo de Sleeping Souls es una forma de llamar a los tíos que le atusan el colchón, pero que tienen menos protagonismo que la banda de Dave Grohl. Foo Fighters creo que se llaman esos. Lo segundo que queda patente es que tienen un directo pulidísimo y que Frank Turner debería dar seminarios de cómo se interactúa y maneja al público. Desde la canción que abrió el set, “Photosynthesis“, se metió al público en el bolsillo. Si bien es cierto que venían mentalizados de casa. O del 100 Montaditos.
Casi dos horas y 25 canciones en las que no decayó el ánimo ni un momento. El llamado “poeta del punk”, por los vendedores de panfletos, lo tiene muy bien estructurado para que acabe una canción y ya tengas ganas de la siguiente. Está claro que su último disco carece de la calidad de los anteriores, pero consigue dotar de fuerza a las nuevas canciones al trasladarlas al directo, desde “Losing Days” a “The Way I Tend To Be“, o “Recovery“. Lo mismo te inyecta su contagiosa energía, que barniza el momento de emoción al atender a peticiones, como “Romantic Fatigue“, dedicada a un fan brasileño que sigue al inglés allá donde va. Aunque no hay duda de que los momentos de mayor intensidad los logra cuando cede la guitarra y, armado únicamente con el micrófono, saca su vena más punk. De hecho, su voz chillona en las canciones más acústicas acaba resultando un poco cargante. Por lo demás, se lo tocó todo, sin dar tregua especialmente durante la segunda mitad del repertorio: “Wessex Boy“, “The Road“, “Eulogy“, “Long Live the Queen“, “If Ever I Stray“, “Broken Piano“… y así llegó al final del concierto, entre palmas y crowd walking, para bordarlo con una escueta “The Ballad of Me and My Friends” tocada por él solo, y las esperadas “I Still Believe” y “Four Simple Words” con el resto de la banda. Ni tan mal.