Reverend Horton Heat es una de las bandas más respetadas en su género. Más de veinticinco años de carrera y más de diez álbumes avalan una trayectoria impecable, en la que han conseguido mantener un nivel más que decente en la mayoría de sus trabajos (con algún que otro más flojo de por medio). Cualquiera que les conozca un poco debe tomar este nuevo disco con una gran sonrisa, porque sabe que difícilmente acabará defraudado y, mucho menos, aburrido.
Hace ya tiempo que la formación traspasó los estrechos y habituales recursos del rockabilly para incorporar otros más cercanos al rock, el blues o el country, pero lo que diferencia realmente a estos tipos de otras bandas similares es la destreza e inspiración de Jim Heath a la guitarra, además de la mordacidad y el humor que pone en sus letras y la experiencia que les da tantos años de trabajo. Las estridencias, la intensidad y los frenéticos riffs de temas como Smell Of Gasoline, Let Me Teach How To Eat o Schizoid están al nivel de sus mejores álbumes (Spend a Night in the Box, The Full Custom Gospel Sounds y Smoke ‘Em If You Got ‘Em) y además incluyen un par de temas instrumentales enormes, Victory Lap y Zombie Dumb.
Lo bueno de este trío es que consigue hacerte disfrutar como si escucharas por primera vez los grandes discos de Chuck Berry, Link Wray, Bill Haley, The Cramps o Carl Perkins, pero con un sonido actual y una distorsión que a veces los acerca a la banda de Lemmy. De hecho, seguramente Motörhead tenían intención de sonar así cuando empezaron, pero las anfetaminas les hicieron acelerarse aún más.
Texto: Juan Manuel Vilches