Con sus dos primeros trabajos, King Hokum y Jungle Blues, este australiano siempre vestido de blanco sorprendió a muchos hace unos años con ese blues primitivo, rudo, empapado de influencia del gospel y el folklore norteamericano de los años 20 y 30. Sin embargo, han tenido que pasar seis años para la edición de su tercer disco, en el que deja un poco de lado su obsesión por la selva.
Gon’ Boogaloo sigue en la línea de sus primeros discos con esa magnífica mezcla de calypso, ragtime, gospel y blues, casi siempre en formato acústico. Su bagaje tiene muchas coincidencias con el de Tom Waits, especialmente en las reminiscencias de Screamin’ Jay Hawkins y algunos de los grandes nombres de los 50 que comparten y son palpables en temas como The Zombie o The Thing I Done. Dos auténticas maravillas. Pero la cosa no acaba ahí. Mama Got The Blues tiene una de esas sencillas melodías que bien podrían ser ya un clásico si hubieran sido compuestas hace sesenta años y el cierre de We Gon’ Boogaloo es un tremendo rock & roll al estilo de Chess Records.
Si sus dos primeros álbumes sonaban deliberadamente —y convenientemente tratados- antiguos, este ha sido grabado realmente de forma analógica, sin apenas retoques y prácticamente al natural, pequeños errores y fallos incluidos. Eso, que en la industria actual de la música, es algo que casi nadie se permite, consigue que C.W. Stoneking haya fraguado unas composiciones atemporales, personalísimas y con un encanto fuera de lo común. Enorme.
Texto: Juan Manuel Vilches