En esta ocasión los encargados de abrir para los finlandeses en cada una de las fechas de su extensa gira fueron Wind Rose, un combo italiano de epic metal que ya estuvo en el pasado por estos lares junto a Wintersun. Con la puntual que caracteriza a la sala Caracol, los de Pisa abrieron la velada frente a un público todavía escaso a ritmo de power metal facturado a golpe de coros rimbombantes, guitarras densas y salpicadas de pinceladas folkies y, en líneas generales, una atmósfera muy medieval. El cantante, Francesco Cavalieri, dejó claro una vez más que disfruta en su rol de frontman repleto de energía y actitud. Dado el poco tiempo del que disponían quizá pecó de charlatán, aunque sin duda logró romper el hielo y hacer que hasta los más tímidos dieran los primeros brincos alzando sus puños al aire. Grandes dosis de carisma bien arropado por una soberbia ejecución y un setlist acertado en el que destacaron temas como “The Breed of Durin” o “Rebel and Free“. No han inventado la rueda, pero desde luego saben como hacerla girar.
Rotación de backline mediante, en preparación de la batalla que se disponían a afrontar los vikingos de Helsinki, el público aprovechó para calentar las cervicales y refrescar las gargantas en la barra. Los heroicos guerreros del folk metal no tardaron en hacer acto de presencia frente a una sala que ya empezaba a mostrar signos de condensación. La intro “March Of War” y una cálida ovación recibió al quinteto nórdico que no tardó en desgranar el poderoso “Axe Of Judgement“, también traca inicial en su último álbum. Esta vez, la risueña y pelirroja teclista Emmi Silvennoinen dejó de lado el teclado y se pasó todo el concierto sacando humo a su acordeón, el cual tocaba entre salto y salto mientras enardecía a la audiencia. Por su parte, el frontman Petri lideró el escenario clavando tema tras tema con la misma eficacia gurutal que en el estudio. Desde el principio aquello fue una fiesta que alcanzó su clímax con el coro colectivo de las emblemáticas “Lai lai hei” y “Bamboleo” de los Gipsy Kings, que nunca deja de arrancar sonrisas que los finlandeses se encargaron de remarcar gracias a sus ridículos sombreros.
No hubo lugar para el descanso, solo para el sudor, los saltos, las salpicaduras de cebada y los golpes a ritmo de trallazos como “From Afar“, “Burning Leaves“, “My Ancestors’ Blood” o “Two of Spades“. Durante la ausencia que precedió al bis murmuramos que no hacía falta que salieran de nuevo, que no había fuerzas para más jolgorio. Sin embargo, ellos no pensaban igual y aún nos tenían reservados tres himnos para llevar la contraria a nuestros cuerpos: “In My Sword I Trust” (relativamente nueva pero que ya se ha convertido por derecho propio en un clásico del grupo), la intensa “Twilight Tavern” y la infalible “Iron“. Ensiferum volvieron a regalarnos una noche a la altura de su prestigio, gracias a un concierto que combinó a la perfección vitalidad, contundencia y diversión.