Marah no es el grupo que ha hecho las canciones más bonitas, ni las más brillantes, ni las más memorables. Pero sí que es uno de los más grandes en esencia. Uno de los que mejor entiende la actitud que entraña el rock and roll. En definitiva, uno de los que mejor nos representa. Por eso les amamos hasta los más profundo y vivimos sus altibajos como si fueran los nuestros propios, porque, al fin y al cabo, sus letras también hablan de nosotros, así como sus melodías de nuestro estado de ánimo. Les hemos visto caer y resurgir otra vez de las cenizas. Llevábamos un lustro sin hacerlo, desde que dieran aquel concierto histórico en la sala Arena. Desde entonces todo ha sido incertidumbre, con ellos siempre lo es, hasta que publicaron su último disco en 2014, “Marah Presents Mountain Minstrelsy of Pennsylvania“, y un año después volvieran a reunirse inesperadamente para dar algunos conciertos en Estados Unidos. Lo mismo ha ocurrido este año y han querido que el país escogido fuera el nuestro. Porque son conscientes de que les adoramos tanto como Nick Hornby o Springsteen, y que ya hacía tiempo que les echábamos de menos. Ahora podemos decir que segundo de espera mereció la pena.
La entrada decía que a las nueve abrirían puertas y que a las diez comenzaría el concierto. Bueno, fue en la sala El Sol así que casi nos entra la risa floja al leerlo. De modo que a las once pasadas los hermanos Bielanko, Dave y Serge, acompañados de su renovada formación (cambia más que éstos de muda) compuesta por Adam Garbinski a la guitarra, Dave Petersen a la batería y Mike “Slomo” Brenner con el lap-steel, se subieron al escenario. La buena noticia es que llevaban una guitarra más que en la última ocasión. La mala que la tercera componente más emblemática de Marah, Christine Smith, no vino en esta ocasión. Según comentó más tarde Dave en petit comité, está pasando por un mal momento, aunque dio la sensación de que ni él mismo sabe muy bien de que se trata. Algunos comentaron que en absoluto se echó de menos al teclado. No fue nuestro caso. Creo que es el contrapunto perfecto de sus melodías y otorga de gran belleza a las canciones.
Desde la primera supimos que los Bielanko habían vuelto en todo su esplendor. Un derroche de química con el que llevaron todo el concierto a base de gestos y miradas cómplices. En las dos horas largas que duró el concierto repasaron todos los discos, aunque incidieron especialmente en ‘Kids in Philly‘, del que celebraron su quince aniversario el año pasado. Todo ello entre efluvios alcohólicos y una sala prácticamente llena que vivía extasiada la interpretación de canciones como “Barstool Boys“, “It’s Only Money” o “Round Eye Blues“. Entre tanto, lo mismo Dave se disponía a encenderse un pitillo ante la llamada de atención del personal como Serge se bajaba del escenario para deleitarse con la armónica mientras se frotaba con el público. De hecho, estaban tan cómodos entre la muchedumbre que les dio por ir de barra en barra para interpretar un par de canciones acústicas en cada una de ellas. Si bien se interrumpió un poco el ritmo del concierto, también fue bastante especial. Cuanto menos relevante el contraste entre el ensordecedor volumen de todo el concierto, al borde de la distorsión, y este descanso de cinco minutos en los que se impuso el murmullo de la gente.
Lo que está claro es que todos los temas ganaron con respecto a los discos, como por ejemplo la impresionante “Wilderness“, desprovista de la excesiva instrumentación del estudio. Porque uno no comprende realmente la grandeza de Marah hasta que los ve en directo. Y a pesar de que no se puede achacar nada al setlist, echamos de menos algunas composiciones imprescindibles como “Demon of White Sadness“, “Fatboy” o “Can’t Take It with You“. Quizá podamos escucharlas el año que viene, ya que prometieron que en verano volverían. Intuimos que a algún festival como el Azkena Rock. Sea como sea, cuando salimos por la puerta ya estábamos deseando volver a escucharles. Porque jamás dejaremos de echar de menos a Marah.