Todo y nada ha cambiado desde que se oyera hablar por primera vez de Havalina, allá. Empezaron como Havalina Blu y cantaban en inglés, pero su pieza fundamental, Manuel Cabezalí, resiste como único miembro original y con la misma ética de trabajo. El trío madrileño, completado por Javier Couceiro y Jaime Olmedo, celebra el 15º aniversario del grupo publicando Muerdesombra (Ernie Records, 2017), que supone una salida de la zona de confort y un reto para el directo, que este viernes 10 de marzo llega a la sala Ochoymedio de Madrid. Antes nos reunimos con Cabezalí.
Se notó en el primer single, “Más velocidad”, y luego ya en todo el disco: habéis tomado un rumbo sonoro ligeramente diferente.
Nuestra relación con Havalina es como una relación de pareja muy larga, porque Javi (batería) y yo llevamos 20 años tocando juntos. Intentas no caer en rutinas, renovar tu relación, y en este caso es nuestra relación con Havalina y la música. Es importante el juego, cada vez experimentar una cosa nueva, y este disco está siendo muy divertido. Ensayando para los directos, tocamos otros instrumentos, alternamos elementos orgánicos y sintéticos. Estamos jugando completamente fuera de la zona de confort y a mí me llena de vida, es ponerte nuevos retos musicales.
Salir de la zona de confort, ¿en todos los aspectos?
Sí, el proceso ha sido el opuesto a lo que hicimos con el disco anterior, que fue un trabajo de local de ensayo, juntarnos todos e improvisar. Con este, empecé yo en mi casa a hacer unas maquetas, con las guitarras en un rincón, componiendo con un teclado o un bajo. Para cambiar los resultados, hay que cambiar el método y hemos cambiado el método radicalmente. Se trataba de empezar con elementos más electrónicos, pero enseguida lo llevábamos al local para ser tocados. Es nuestro disco más electrónico, aunque no lo es del todo, ahí está la mezcla.
La obra de Brandon Sanderson ha tenido mucho que ver con el concepto general del disco. ¿Te rondaba ya la idea o apareció de repente?
En el disco anterior, cogimos los poemas de mi hermano y los musicalizamos entre todos. Anteriormente componíamos entre el bajista y yo. Una de las cosas con las que yo me quería volver a enfrentar era volver a escribir yo mis canciones. La última vez que hice eso fue con Las Hojas Secas (2010) y en esa época era más joven, estás más atormentado y es más fácil escribir letras cuando tienes mal de amores, sale muy rápido. Ahora tenemos una vida más adulta, yo estoy más tranquilo, estoy casado y estoy feliz, y quería afrontar ese reto de “Y ahora, ¿de qué escribo?”.
¿Te quedaste sin temas?
Me di cuenta de que sí había temas, pero tuve que hacer un ejercicio grande de introspección, muchos días ahí en mi cuarto pensando qué quería contar. A través de lo que estaba leyendo, y en este caso he leído muchos libros de Sanderson, él hace una cosa con la ciencia ficción y la literatura fantástica; no sólo te cuenta una aventurilla, sino que te está planteando un dilema moral, social y humano a través de la ciencia ficción. Esto me daba mucho material para luego ponerme a escribir, y está muy presente en muchas de las canciones. “Alta Tormenta I“, por ejemplo, es una especie de fenómeno atmosférico muy grande que arrasa a la humanidad y “Alta Tormenta II” trata más de conciliarte con esa idea, que la tormenta no te destruye, sino que te integra, te hace sentir pequeño, pero en el buen sentido, te sitúa en el mundo. Esas canciones son el epicentro del disco, son de las primeras que se hicieron porque la primera es el conflicto y en la segunda lo entiendes todo.
En ese espíritu postapocalípitico ondulan letras como las de “Malditos mamíferos”: ¿Qué puedo ofrecer? ¿Qué puedo esconder? Una nueva distracción… ¿Un reflejo de los tiempos actuales?
Absolutamente. Tiene muchas lecturas. Una personal, en este caso la de una relación de pareja muy larga, en la que saberlo todo de otra persona como que mata el misterio y entonces mata el romance. Y eso también se puede aplicar a un grupo. Es gracioso que un grupo como Havalina, que lleva 15 años, tenga una canción que le diga “La misma sensación en distinto lugar, ¿qué puedo ofrecer que no hayas probado?” a sus oyentes. Tiene varias lecturas, y al escribir esa canción también pasé por la que has hecho tú, sobre todo la segunda estrofa.
¿Se podría aplicar a la música española? Al menos parte de ella…
Sí. En realidad, la humanidad tiene un patrón. En Matrix, el agente Smith le dice a Morfeo que los humanos son una enfermedad. Todos tenemos un patrón y cada cosa que ves, se repite de una manera o de otra. Y en la música española hay mucho de eso, sí, hay un juego de tronos permanente. Y se da en todos los ámbitos.
En una entrevista hablabais de que os podíais permitir vueltas de tuerca como la de Muerdesombra porque Havalina no es vuestro medio de vida.
También quiero permitírmelo. Muchas de las personas y artistas que piensan en el éxito y no tienen esa libertad, no viven de ello, simplemente persiguen la idea del éxito que les han vendido. Esta libertad la tenemos porque nos la autoasignamos, no porque no vivamos de ello. Hay mucha gente que no vive de ello y aún así están buscando cómo hacer para gustar, persiguiendo la zanahoria.
La fórmula para gustar y tener un éxito que te permita vivir sólo de esto.
Quien quiera tener una fórmula que le funciona, me parece guay, pero yo no me lo quiero aplicar a mí mismo. Para mí va antes la felicidad sincera de estar obedeciendo a lo que está muy dentro de mí, buscar esas verdad como artista. En 2016 hice pocos conciertos con Havalina, muchos con Zahara y toqué el bajo con Lázaro. El concierto en el que he sido más feliz fue en Costello con Lázaro, tocando para 50 personas, porque estaba tocando con mi mujer, mis amigos, ya podían entrar los menores y estaba nuestra sobrina en primera fila. Ese es el concierto que volvería a revivir una y otra vez. Para mí, eso es lo que estoy buscando. Dentro de todo esto que hago, hay un momento en el que te emocionas, que eres feliz, y eso no está relacionado necesariamente con lo numérico, con lo que puede parecer grande. Y en la mesa de sonido en el concierto de Lázaro de Siroco, en febrero, no te puedes imaginar lo feliz que estaba. El éxito no es lo que nos venden. No me gustaría amoldarme a una fórmula simplemente porque me da seguridad. Esto va de arriesgar y de buscar, constantemente, y de ganarte una credibilidad a base no de repetir tu formulita, sino de hacerlo bien. Y si no funciona y no te da de comer, pues tendrás que tener otro trabajo. La cuestión es que seas coherente contigo mismo.
Últimamente se habla de los “grupos de festival”, un patrón que empieza a no pasar inadvertido.
Con el tiempo, me he dado cuenta de que, en realidad, los festivales son una trampa para los grupos. Me explico. Imagínate que eres el grupo del momento, estos que no tocan mucho en salas pero están mucho en festivales, porque están en su momento. Están ganando más o menos dinero y tocando, pero tampoco tanto porque no hay tantos festivales. Cuando pase ese momento, no van a tener nada. Al tocar en festivales, están dinamitando su propia gira de salas. Con Havalina tenemos 20 bolos de aquí a mayo. Si hiciéramos 10 festivales, ¿para qué van pagar 15 euros por vernos en Valladolid si nos pueden ver en el festival que sea por 30 euros y además ver a Sidonie, etc? Esto mismo pasaba con los conciertos gratuitos, cuando no había crisis, y luego nadie quería pagar por ir. Es una visión de empresa del beneficio a corto plazo, no están pensando en la carrera del músico a largo plazo. A las oficinas les da igual, pero para el músico es una trampa. Esto pasa mucho.
Tienes una carrera plagada de proyectos además de Havalina. Primero decirte que siento mucho lo de Bimba Bosé. ¿Qué recuerdo especial guardas de The Cabriolets?
Jo… Cuando alguien muere, tendemos a enaltecer mucho su figura, pero la gente que la conocíamos y trabajábamos con ella decimos ahora lo mismo que decíamos cuando vivía. Mi recuerdo es que fue la banda más banda en la que he estado, a nivel creativo todos aportábamos. Había una libertad total, todo el mundo era muy creativo y componíamos en el local de ensayo los cuatro juntos, era todo muy libre. Y Bimba era como una mamma italiana. Yo era el chavalillo de la banda y ella ya era madre de una e iba camino de la segunda hija, me cuidaba, era una persona súper atenta. Tengo el recuerdo de pasármelo muy bien con ellos, de reírme muchísimo, hacer muchas locuras en el escenario, improvisar un montón y tocar con mucha energía. Recuerdo el concierto del Sonorama de 2012, donde yo tocaba con Anni B. Sweet y luego me fui corriendo para tocar con The Cabriolets. Era muy divertido.
“Polifacético” es un adjetivo que suele acompañar a tu nombre. Como productor, eres de los más cotizados, junto a Ricky Falkner y otros nombres con los que todas las bandas quieren trabajar en algún momento.
No sé si cotizado es la palabra, pero trabajo tengo muchísimo. Y Ricky creo que ya está en otra liga ahora mismo. Trabaja con artistas más grandes y reconocidos, yo estoy trabajando en la independencia y con grupos pequeños, pero hace unos años él estaba donde estoy yo ahora, no sé dónde estaré yo en cinco años. Pero no me quejo.
No sé si en parte te produce curiosidad probar otras cosas de tanto trabajar con y producir a otros grupos. ¿Qué te aportan? ¿Qué aprendes?
Mucho de lo que hemos hecho con Havalina en este disco es gracias a haber trabajado con toda esa gente. La mayor influencia de mi música es toda la gente con la que trabajo, son muchas horas. Cuando me han preguntado por las influencias para hacer Muerdesombra, una de las mayores ha sido Rufus T. Firefly. Estoy haciendo mucha música con Víctor y nos entendemos y hemos aprendido mucho uno del otro. En este disco he hecho mucho ese juego de probar cosas que hacían otros, que he hecho por ahí y quería ver cómo funcionan al aplicarlas en Havalina. Para mí es como un gran campo de juego y es muy divertido.
De lo último que has producido, además de Rufus, ¿qué es lo que te ha resultado más interesante?
Es difícil hablar de esto, es como elegir entre papá o mamá. Una de las cosas por las que creo que tengo mucho trabajo como productor es porque empatizo mucho con la música que estoy haciendo, o lo intento. Hay muchos trabajos que no cojo porque creo que no voy a saber estar dentro como si fuera uno más. Cuando lo hago, intento sentirlo. Hay grupos que creo que están más en ciernes de encontrar su identidad, como Thomb, mientras hay proyectos más solidificados, como Rufus, pero te podría hablar bien de todos. Se me da muy bien buscar la esencia de la gente y empatizar con lo que hacen.
Havalina cumple 15 años. ¿Qué ha cambiado desde aquellos primeros discos autoeditados?
Para empezar, la única persona que permanece en la banda desde el principio soy yo. Ha sido todo un viaje. Piensa que cuando empezamos Havalina yo tenía 19 años, y ahora tengo 34. Con Havalina Blu, cantando en inglés, creo que nos molaba tocar pero no teníamos ni idea de lo que queríamos a hacer, era una búsqueda. Y lo sigue siendo, pero ahora tenemos un discurso mucho más claro. Te has posicionado en el mundo, sabes qué clase de artista eres y sabes lo que le puedes ofrecer al mundo y lo que no. Al principio siempre estás más conflictuado con todo, porque piensas que tendrías estar haciendo lo que hace ese tío, te da envidia… Cuando aceptas quién eres, te da una libertad creativa mucho mayor.
Y cuando has querido hacer algo totalmente diferente, o porque tenías ganas de hacer algo solo, publicaste Pequeño y plateado (2013) como Cabezalí.
Esas canciones las había ido coleccionando con el tiempo, eran súper íntimas y delicadas y no quería llevarlas al seno de la banda para no vestirlas. Pensé que tenía que ser tal cual, desnudo, y por eso lo publiqué de esa manera. Con los años, estoy muy contento de haber hecho eso, lo hice con cero ambición. Fue un disco tan sincero que volvería a hacerlo, sin duda. Como te decía antes, tiene que ver con el juego, tener la libertad creativa de hacer lo que te parezca y no esperar nada a cambio.
¿Qué tenéis preparado para la gira?
La mitad del concierto se lo dedicamos al disco nuevo y la otra mitad a las canciones de toda la vida, y no siempre son las más conocidas. Le estuvimos buscando las vueltas para integrar los dos mundos, lo que hacemos ahora y lo que hacíamos antes. Como estábamos jugando tan fuera de la zona de confort, creo que esta ha sido la vez que peor hemos sonado con diferencia al pasar del estudio al local de ensayo. Una mañana por fin vimos la luz en uno de los ensayos, pero ha costado. Ha costado. Intentamos que el concierto no sea simplemente tocar una canción, parar y tocar otra, queremos que pasen cosas, estamos variando canciones antiguas y nuevas. Es un concierto largo, tenemos un setlist de casi dos horas. Estoy emocionado, me lo paso muy bien en los ensayos y no hay nada mejor que te pueda pasar con una banda que que te mole ir a ensayar. Es muy positivo.
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Foto: Iris Banegas