Fin de gira de uno de los iconos del rock español, 3 años en la carretera y un destino final: Madrid. Esa ciudad donde Loquillo conoció el triunfo, donde se siente querido y donde tanto le gusta tocar. Y Madrid no le falló. El antes llamado Palacio de los Deportes de la capital, agotó las entradas semanas antes del concierto. Y Loquillo no defraudó, no podía defraudar. Casi 3 horas de concierto donde repasó gran parte de su dilatada carrera musical.
La primera parte del concierto la dedicó a repasar temas de sus últimos trabajos, para después dar paso a una concatenación de clásicos antes de llegar al descanso. No faltaron en esta primera mitad himnos del calibre de “El hombre de negro”, “El Rompeolas”, “Rock suave”, “Carne para linda”, “La mataré”, y la sorprendente version de “Rey del glam”. Público entregado desde el principio, con momentos inolvidables, y un “Loco” emocionado por momentos.
La continuación comenzó con “Rock n Roll actitud”, toda una declaración de intenciones para lo que nos quedaba por ver y oír. Destacar la versión de “Mi calle” de Lone Star, precedida de la bonita “El final de los días”. Y desde ahí sólo se podía subir y subir., llegaron los momentos de los bailes, de dejarse la voz y de recordar tiempos mejores de la mano de “Piratas”, “Quiero un camión”, “Esto no es Hawaii” y “Feo, fuerte y formal”. Únicamente quedaba dejarse llevar y pensar en que todo lo bueno tiene su final, un final trepidante con cuatro temazos seguidos: “Rock & Roll Star”, “Qué hace una chica cómo tú en un sitio cómo este” (versión de los Burning), “Cadillac solitario” y para terminar el regalo de Loquillo a todos los asistentes, “En la calles de Madrid”.
Cómo siempre, Loquillo se encontraba muy bien acompañado sobre el escenario, destacar al querido Igor Paskual, cada vez más complice dentro y fuera del escenario con el “Loco”. Concierto digno de pasar a la historia del rock español.