A lo largo de tres días, la icónica marca italiana dio la oportunidad a mucha gente de que hiciera dos cosas por primera vez: visitar la embajada italiana en Madrid y probar Aperol Spritz.
Más de 1.500 personas se acercaron a la fiesta ‘Together We Fest‘, organizada por la marca que este año está celebrando su centenario. La mayoría solo sabía dos cosas del evento: habría comida y bebida gratis y música en directo. Suficiente aliciente para nadie quisiera perdérselo, sobre todo teniendo en cuenta lo atractivo que resultaba el emplazamiento. Sin embargo, la fiesta triplicada de Aperol Spritz resultó ser mucho más que eso.
El Palacio de Amboage es una de las embajadas italianas más bonitas del mundo. Y su dinero le costó a Mussolini, que compró el edificio nada más acabar la Guerra Civil, después de que fuera sede del Ayuntamiento, por la estratosférica cifra de 25 millones de pesetas de la época. Desde entonces ha desempeñado esa única función, aunque últimamente sus jardines se han convertido en un lugar muy popular para la celebración de eventos.
En esta ocasión, el llamativo color de la bebida italiana fue el absoluto protagonista de la escenografía diseñada por Ciudadano Kien. Unos decorados cambiantes iban transformando el espacio gracias a atmósferas cambiantes que daban un aire distinto a cada etapa de la fiesta. Ataviados con unas gafas brandeadas, los asistentes parecían mirar a su alrededor tras el prisma de Aperol, contagiándose así de su esencia hedonista, espontánea e imprevisible.
Las copas cargadas de hielo, prosecco, Aperol, soda y una rodaja de naranja, desfilaban de un lado a otro, de la mano de todo un ejército de camareros y bartenders, demostrando que esa excitante combinación de amargura y dulzura está destinada a convertirse en una bebida muy popular —también- en nuestro país, diga lo que diga el New York Times.
Cuando la pista ya estaba abarrotada, una gran lona colocada en un extremo del jardín cayó de improviso para desvelar una piscina de bolas en la que la gente no tardó en zambullirse. Aquello parecía la Tomatina de Buñol, mientras los dj’s Innmir y Amatria lanzaban temas de música urbana, electro-pop, eurodance, indie y RnB. El descenso del bochorno ambiental y el aumento del calor interior como consecuencia de los cócteles hizo que la gente no tardara en entregarse a los beats y las armonías. Al menos hasta que se abrió la barbacoa, tras una serie de aperitivos itinerantes, y todo el mundo se hizo con una hamburguesa o perrito caliente.
Mientras tanto, instagramers de toda índole se hacían fotos en todos los rincones, como en su original photocall en el que unas pequeñas camas elásticas capturaban los vuelos con efecto bullet time. Como no podía ser de otra manera, el colofón de la fiesta lo pusieron los conciertos. En primer lugar, Delaporte, el dúo revelación del pop electrónico que parece omnipresente y que interpretó algunas de las canciones de su último trabajo, ‘Como Anoche‘, además de su hit ‘Un Jardín‘ y otras como ‘Cariñito‘ o ‘Me Encanta‘.
En segundo lugar, se subió al escenario la cantante mexicana Ximena Sariñana y su banda, que igualmente estaba de presentación de su disco ‘¿Dónde Bailarán Las Niñas?‘, título que recuerda inevitablemente al de sus compatriotas Molotov y su famoso ‘¿Dónde jugarán las niñas?‘, aunque sospecho que Ximena van por otros derroteros. Gran fin de fiesta que continúa a partir de hoy en el Mad Cool, ya que varios asistentes afortunados y afortunadas ganaron un abono. A seguir brindando.