Había muchas ganas de ver a este cantautor sobre el escenario en su gran noche, esa en la que los nervios se multiplican por dos, porque tocas en un teatro, ante tu gente y, además, presentas tu primer trabajo discográfico. En el hall del teatro (mientras que la espera se hacía demasiado larga para los impacientes) se escuchaban palabras que hacían saber que Cesar estaría rodeado de amigos esa noche, que eran pocos los que se aventuraban a un concierto suyo sin haberle escuchado antes. Me juego la mano (y no la pierdo) si digo que todos y cada uno de los presentes ya le habían “dejado entrar” en sus oídos, en sus casas y en sus corazones.
Cargado de nervios y de ganas salió al escenario un Cesar que, en esta ocasión, estaba acompañado de músicos de la talla de Manuel Míguez al violín y al piano, Antonio Peñalver al bajo, Antonio Toledo a las guitarras y un virtuoso de los ritmos de cajón y la percusión… ¿le faltó algún instrumento por tocar a Iván Mellén? Yo creo que no…
Un escenario que envolvía ilusiones, ganas, buena música, grandes canciones y, sobre todo y ante todo, muchas ganas de mostrarse tal cual, de desnudarse a través de sus canciones, de enamorar al respetable con historias llenas de ternura, de alegría otras veces, de magia otras tantas…
Era una Noche Kedada que no quisieron perderse dos genios como son Antonio de Pinto (el culpable de que hoy estemos hablando de la presentación de este disco) e Israel Jiménez que, con sus guitarras y sus voces, acompañaron a Cesar en algún que otro tema.
Hubo tiempo de escuchar los temas de este Déjame entrar y, de regalo, Cesar recordó para nosotros canciones que, a pesar de no estar físicamente en el disco, permanecen imborrables en la memoria de viejos tiempos, de antiguos conciertos, de salas de conciertos cuyas paredes custodian momentos inolvidables de un cantautor ilusionado (igual que ahora) que, guitarra en mano, iba “Cortando rosas” a sabiendas de que era “La mejor forma de tener las cosas claras“, ya que, tras el “Interludio” que da paso a la “Colisión“, “Verás como al final” acabas “En la sombra” y “Con la cabeza agachada“. Y es bonito pensar en esa “Bienvenida” cantada a guitarra y voz, para que después suene un “Echarte de menos” de lo más emocionante. Esas canciones que no están olvidadas como “Espérame en la cama“, “Refrescándome el aire“, “Te extraño“, “Vuelve” o “Teatro de marionetas” (canción de Antonio de Pinto que Cesar se “atrevió” a cantar), que a pesar de no estar en el Cd fueron tarareadas por todos, acompañando la luz tenue, la guitarra y la voz potente y templada de Cesar que, a modo de regalo sonaron para deleite del respetable.
Canciones que sonaron de lujo y que se mostraron más nuevas que nunca tras ser “maquilladas” con los arreglos que encierran en este primer trabajo. Todo sonó y dejó sabor en nuestras bocas de noche de garito, con la única diferencia de que, en nuestras manos no había copas y que, en vez de estar de pie estábamos sentados en el patio de butacas de un Lara que quiso rendirse a los pies de esta nueva experiencia, de esta nueva etapa en la carrera de Cesar. Aún así, no fue un concierto normal… sabemos que Cesar es un tipo normal, sencillo, amigo de sus amigos… pero los nervios acuden a cualquier hijo de vecino ante tal acontecimiento. No podría decir si los nervios fueron los que hicieron que, entre tema y tema, Cesar se dejase llevar por el humor, los chascarrillos, las pesadillas… La sensación volvió a ser la misma de los pequeños garitos de antaño (a los que volverá, sin duda) esa relación cantautor-público que se genera en esos mini conciertos (depende del tamaño de la sala, pero suelen ser muy intimistas) en los que las reflexiones se comparten entre los dos, en los que el público pide, comenta, dice o responde a lo que ha dicho el protagonista. Fue mágico jugar a los conciertos de garito y copichuela en el Teatro.
Y no me puedo dejar en el tintero el momento facebookeano que se vivió en los primeros compases de la noche. Iphone en mano Cesar quiso hacer de ese momento un recuerdo imborrable y, con el patio de butacas a reventar, colgó en su muro la foto de una noche que él no olvidará y nosotros tampoco. Valió la pena la espera y el retraso que sufrió el concierto (no dio tiempo a prepararlo todo a tiempo, las obras de teatro es lo que tienen…), valió la pena estar ahí y Dejar entrar a Cesar Rodríguez, valió la pena imaginárselo en “roquis” perdido por las calles de alguna ciudad del extrarradio de Madrid…
E igual que había empezado terminó la noche, una Noche Kedada que sonó para dar cierre al concierto y que, como dice en sus estrofas: “…hasta las caderas ya se empiezan a mover… Y allí es donde nacen las mejores risas, que sin ratos como estos no sería igual la vida…”
Por cierto Cesar, la próxima vez, pasa sin llamar…
Texto y Fotos: Toñy Espada