Vaya si se hizo esperar este concierto. Más aún después de leer y escuchar hasta la saciedad lo increíble que fue el recital que Drive-By Truckers dieron el pasado verano en el Luna Lunera de Sos del Rey Católico. Y todavía más después de haber estado allí y haber tenido que irse el mismo día que llegaron los de Georgia. Pero bueno, llegó el momento de la redención. O eso pensábamos hasta que se encendieron las luces de la sala Heineken y el personal nos largó con sutileza, tras casi tres horas de espectáculo rockero. Un cúmulo de sensaciones encontradas y una sensación agridulce en el paladar. Y mira que me duele admitir esto, pero una serie de trabas imposibilitaron que el concierto de los Truckers del pasado 24 de noviembre forme parte de los diez mejores conciertos del 2010. Quizá es que cuando esperas algo con tantas ganas es fácil que te decepcione. O quizá es que hay veces en las que los dioses están de tu lado y otras en las que no. En esta ocasión queríamos un concierto histórico y tuvimos que conformarnos con un buen concierto sin más.
Suerte que la sensación de la que hablaba en el párrafo anterior pertenece única y exclusivamente a Drive-By Truckers, porque el grupo elegido para abrirles durante toda la gira, The Whybirds, fueron un bálsamo para el alma. Cuatro músicos, cuatro cantantes, que interpretaron una escueta selección de preciosas canciones, a lo largo de los escasos treinta minutos que les permitieron tocar. Entre eso y que se subieron al escenario a la hora de la merienda, hizo que sólo la mitad de la asistencia pudiera asistir embobado al recital. Es lo que tiene girar como telonero, en primer lugar, y hacerlo en una sala que a su vez, o más bien, es una discoteca chundera. Pero bueno, el soplo que nos regalaron estos ingleses de corazón sureño del Oeste norteamericano, fue tan poderosamente agradable que muchos incluso hubiéramos sacrificado parte del set list de Drive-By Truckers por poder escuchar 15 minutos más a los Whybirds. Interpretaron las deliciosas melodías y ramalazos guitarreros en la onda de The Band, principalemente de su disco homónimo y el trabajo que venían presentando Cold Blue Sky. Además, nos encandilaron con dos sinceros homenajes, el primero al maestro Neil Young, con “Everybody knows this is nowhere” y el segundo a Springsteen, gracias a una vibrante “Rosalita” con la que se despidieron. Haciéndolo así y haciéndolo así de bien, cómo no se van a ganar nuestro beneplácito. Tan sólo espero que vuelvan pronto a una sala acogedora y podamos disfrutar de hora y media de muchas más caricias como estas.
Llegada la hora de la verdad y con una generosa entrada que pintó de cabezas el paisaje de la Heineken, comenzó el concierto de Drive-By Truckers con la fantástica “Marry Me“. A estas alturas, resulta tediosamente repetitivo criticar la acústica de esta sala madrileña, pero es que en esta ocasión fue de juzgado de guardia. Y por si el hecho de que la música se pierda por sus rincones como el agua en una cesta no es suficientemente exasperante, en esta ocasión el técnico de los Truckers fue incapaz de ecualizar bien a su grupo y las voces demasiado altas, los acoples, las distorsiones, los acoples y demás salidas de tono, empañaron su sonido desde el principio.
El concierto no empezó con garra, pero tampoco emocionante. Nuestros temores debido a la ausencia de Jason Isbell parecían confirmarse. Su partida se debió a su divorcio amistoso de la bajista, Shonna Tucker, y después de verla cantar uno de los temas, la verdad es que ya podía haberse largado ella. No obstante, Drive-By Truckers no se han quedado encallados desde entonces, sino que han seguido evolucionando y ahora introducen nuevos sonidos en sus composiciones, como el del lapsteel, por ejemplo. Se podría decir que todo lo que han perdido en carisma, porque no nos engañemos, Isbell tiene más que Patterson y Cooley juntos, lo han ganado en solidez como banda, aunque el otro día lo demostraran a duras penas, o mejor dicho, menos de lo deseado. Lo que está claro que es una pérdida irreparable es que no podamos escuchar de la mano de los Truckers —que sí de Isbell en solitario- temas como “Decoration“, “Outfit“, “Danko Manuel” o “Day John Henry Died“. Pero bueno, lo que sí nos queda es la magia del disco anterior a la era Isbell, el magistral Southern Rock Opera, además de todas las canciones posteriores, de modo que su directo no debería resentirse por su ausencia.
A pesar de que la formación decidió decantarse más hacia su lado más rockero, en lugar de su vertiente country, mediante espadazos como “Sink Hole“, “Where The Devil Don’t Stay” o “Lookout Mountain“, el repertorio de más de dos horas, contando un extenso bis, fue una montaña rusa de ascensiones y declives. En algunos momentos, la descoordinada pantalla de leds —en la que a duras penas, proyectaron las portadas de los discos- parecía que iba arder debido a la pasión de las cuatro guitarras, mientras que en otros incluso llegó a provocar algún que otro bostezo entre la muchachada. Claro que también es verdad que, salvo alguna lisérgica excepción, parecía que de un momento a otro, el público se iba a echar a dormir. Si no fuera por la obesidad y alopecia incipiente de la mayoría de ellos, cualquiera diría que vinieron a verles los Guerreros de Terracota. Qué poco espíritu, rediós.
Mientras que algunos temas sonaron arrolladores, como los escogidos del citado Southern Rock Opera, “Women without whiskey” o “Let there be rock“, otros como el genial “Birthday boy“, de The Big to-do, perdió su esencia y se quedó en una decepcionante medianía. Eso sí, hay que reconocer que si un público entregado, una acústica aceptable y unos buenos lingotazos de bourbon nos hubieran hecho verlo todo desde un prisma muy diferente. La banda no lo dudó y le dio al Jack Daniel’s como si les fuera la vida en ello. Y a juzgar por sus posteriores cancelaciones en Rennes y Toulouse, y finalmente del resto de la gira europea, debido a “múltiples enfermedades y el desmayo de Cooley”, poco faltó para que fuera así. Y volviendo la vista atrás, la verdad es que todas las impresiones del concierto suenan bastante negativas, pero es que a un grupo tan necesario para el rock and roll actual hay que exigirle mucho. Porque son muy grandes y el conjunto de todo lo acontecido no estuvo a la altura. Es innegable que, a pesar de los pesares, Patterson Hood, Mike Cooley y compañía lo hicieron bien. Lograron remontar poco a poco el vuelo y ganaron fuerza con cada acorde. Fueron coherentes, efectivos y honestos, pero no lograron desbordarse y grabarnos a fuego en el corazón sus iniciales y eso inevitablemente, nos jode. ¿Siguen estando en el limbo de los más grandes del panorama actual? Sin duda. De ahí no los baja ni Dios.