Tiger! Tiger!, el grupo de Buffi Agüero, o, mejor dicho, la enésima reencarnación de esta polifacética intérprete, regresaba a nuestro país un año después de haber sorprendido a crítica y público con su actuación junto a los seminales Subsonics, en el que nuestra artista favorita hizo doblete, en su puesto de guitarra y vocalista con los primeros, y a la batería con los segundos.
A pesar de la teórica expectación despertada por los de Atlanta, lo cierto es que a estas alturas, llámenlo crisis, llámenlo falta de referentes, pocos son los que se arriesgan a acudir a un concierto que no haya sido antes reivindicado por alguno de los numerosos gurús de lo “musicalmente correcto” que pululan por las publicaciones de este país, aunque dicha reivindicación, o no tenga pies ni cabeza, o no comulgue en absoluto con los gustos de uno. Pero así son los “dedicated followers of fashion” en esto de lo musical: quieren que se les diga qué es lo que oír, y rehúyen sistemáticamente el MySpace y otros sitios equivalentes, legales o ilegalizados, de Internet, ese gran aliado de los buceadores caza novedades, por si acaso se equivocan en su juicio.
Así, con la Sala La Boîte de Madrid a medio aforo, salieron los americanos dispuestos a romper y convencer. Y vaya si lo hicieron. Con un repertorio bastante amplio en temas, pero que unieron con celeridad ramoniana hasta dejarlo reducido a una hora y cuarto de concierto, repasaron los dos trabajos de su discografía, algo que ya habían hecho en su anterior gira por España (su último disco ya tiene más de un año de vida), añadiendo composiciones nuevas que escucharemos en su inminente nuevo larga duración. Siempre con el estilo sucio que les es tan característico, lo cierto es que el sonido de la Sala no les favoreció, cosa que no pareció importar al medio centenar largo de personas que recibieron entusiasmadas esta mezcla de estética sesentera, actitud del punk de los 70, optimismo ochentero y composiciones de los noventa, toda una amalgama de estilos que dan por resultado un espectáculo divertido, muy centrado en las dos protagonistas (la propia Agüero y su compañera la bajista Susanne Gibboney) y que paradójicamente encontró sus momentos mejores, musicalmente hablando, cuando cedieron el testigo de las voces a alguno de sus compañeros masculinos o cuando el ínclito Xabi, guitarrista de Señor No, a la sazón su tour manager, se les unió en escena con su instrumento mientras el guitarrista Shane Pringle se centraba en el saxo.
El único “pero” que habría que señalar de un concierto verdaderamente ágil sería, precisamente, lo anterior: que se agradeciesen interrupciones en la linealidad del espectáculo implica que el grupo adolece de una cierta uniformidad dentro de la amalgama musical que son. Un poco más de feedback continuado, no solamente en las ocasiones en las que Susanne despertaba del sopor en el que parecía a veces sumida, una mayor complicidad con el público asistente, y hubieran convertido una velada que ciertamente resultó entretenida en toda una fiesta.
Almudena Eced