El día comenzó con una buena resaca y la marcha Radetzky sonando en el televisor. Acto seguido, una buena comida para reponer fuerzas tras los excesos de Nochevieja y a seguir poniendo carne en el asador (metáfora en relación a nuestros pies y la pista de baile) en el Space Of Sound Festival 2011. A uno le gustaría calzarse las 14 horas de festival, pero sin agentes adrenérgico sintéticos es harto complicado, de modo que a la hora del postre es cuando decidimos encaminarnos en dirección al capitalino Telefónica Madrid Arena para seguir dando la bienvenida a este 2011 como mejor creemos: estando de fiesta. Es cierto que no hay tanto que celebrar y que hay muchas posibilidades de que este nuevo año sea un auténtico desastre, pero para eso existe la música, para evadirnos y dotar de poesía a nuestra cenagosa existencia.
Los primeros que se cruzaron en nuestro camino y penetraron en nuestra burbuja de excitación y nihilismo fue una pareja de daneses, chico y chica y muy rubios ambos. Con poca ropa y purpurina en las jetas nos contaron que estaban bastante perdidos, borrachos y de Erasmus en Granada. Habían venido expresamente para bailar sin parar y ratificamos que vinieron al sitio adecuado. A esas alturas del día, Madrid ya se había convertido en uno de los centros neurálgicos de la fiesta en el mundo gracias a varias macrofiestas en activo, a parte del SPS Festival, como el Day One en Vistalegre o la Goa en Fabrik, además de otras tantas en varios clubs de la ciudad. En nuestro caso, fuimos algunas de las casi 25.000 personas que acudieron a la última edición del SPS Festival y una vez más, podemos hacer un balance positivo de la fiesta por excelencia del 1 de enero.
Nos adentramos en la tripa del monstruo poco antes de que Gareth Emery terminara con su sesión en una sala principal aún a medio llenar. Más progressive house que trance en esta ocasión, ejecutó un set limpio y sin sobresaltos que de poco sirvió más que para aclimatar nuestro organismo. Poco después, el maestro Carl Craig comenzó su recital en el espacio Cocoon. Salvando los problemas técnicos que emborronaron su despegue, el mago de Detroit volvió a salir por la puerta grande. Techno elevado al arte, destilando clase con cada estocada. Reminiscencias a “At Les“, “Sandstorms” o “Angel” y en definitiva, una clase magistral de electrónica totalmente irrebatible. Mientras tanto Monika Kruse se armó un lío con los bombos como un gato con un ovillo de lana, para acabar cayendo en un auténtico coñazo de sesión. No se puede decir lo mismo de Josh Wink, desde luego. Oscuridad y diversión a partes iguales. Techno contundente con ácidos retazos y subidas demenciales que provocaron más de una ovación. Contraste absoluto con lo que vino después, Ricardo Villalobos y su cogorza, compañera inseparable del chileno en cada una de sus sesiones. Más pendiente de su botella que de los platos, se dedicó a parlotear con todo el que se ponía a su lado, morrease con una petarda y escenificar los distintos grados de su melopea. El resultado es evidente, ni una sola mezcla clavada, ralladas de discos y cabalgadas varias que hicieron que fuera, de lejos, la actuación más lamentable de todo el festival. No deja de ser sorprendente que un dj con tantos años de experiencia pueda llegar a tales niveles de incompetencia. Así que nada, media vuelta y a otra cosa. Ahí te quedas, pincha globos.
Terminada la insustancial sesión de Sander Kleinenberg, así como el espectáculo de las trapecistas descolgándose del techo, llegó la hora de una de las actuaciones más esperadas de todo el cartel, la redención o crucifixión de Paul Kalkbrenner. Tras su decepcionante live del pasado 29 de octubre en Danzoo era inevitable recibir al alemán con cierto escepticismo. Partiendo de la base de que era imposible que en dos meses su directo cambiara de forma drástica, hay que reconocer que esta vez logró convencer. Siendo un productor con tanto talento, tampoco es que sea necesario hacer grandes virguerías para facturar un buen live. Sus temas se bastan por sí solos para transmitir cientos de sensaciones si sabes enlazarlos correctamente. En el caso de Kalkbrenner podríamos decir que es un arquitecto increíble del sonido, pero no es un gran constructor. En esta ocasión, logró estar a la altura de las circunstancias y ganarse el beneplácito de sus seguidores. Porque las capas sonoras que es capaz de crear (sobre todo en el estudio) son capaces de caldearte el alma. Y gracias a piezas de la talla de “Square1“, “Dockyard“, “Aaron” o “Alter Kammuflel“, Kalkbrenner se abrió camino por el Madrid Arena como las olas lo hacen a través del mar. Maravilloso recital que, como no podía ser de otra forma, llegó renqueante al final por culpa de alguno de sus conocidos parones y la previsible, aunque efectiva, “Sky and Sand” como guinda definitiva.
Walter Merziger y Arno Kammermeier, o lo que es lo mismo, Booka Shade, cogieron el testigo y dispararon los bpm. Diversión a raudales dentro del enclave de dj set pero no por ello menos vibrante. La emblemática pareja de Frankfurt supo dar al público lo que quería, una explosión sonora tras la aclimatación más ambiental de Kalkbrenner. En la onda de sus colegas M.A.N.D.Y descargaron una montaña rusa de techno-house repleta de melodías y loopings saltarines, mientras varios robots luminosos barrían con láser y chispas a la masa. Tuvieron tiempo tanto para salpicar con hits como “Mandarine Girl” o “Body Language” como con algún tema de su último y discutido More!
Un rato después era ya el momento de ir a ver cómo se las estaba gastando el genuino Alexander Kowalski. Para llegar hasta él hubo que cruzar el torrente de la ya clásica inundación de los retretes y dar vueltas por el laberinto de espacios del Madrid Arena. De camino nos topamos con Chris Liebing, pero tras comprobar que no estaba haciendo gran cosa seguimos nuestro camino, sin tiempo que perder. Cuando finalmente logramos llegar a la sala Stardust comprobamos que no podrían haber ubicado al estandarte de Kanzleramt en un lugar peor. Sin embargo, a pesar de la mediocridad del sonido, el alemán logró dar una nueva lección de maestría a la hora de conducir los mandos de una sesión. Con una gran profesionalidad, sin perder de vista la mesa y las reacciones del público al mismo tiempo, desplegó su nutrida maleta sobre la pista haciendo que incluso canciones muchas veces tediosas de grupos como Muse o Radiohead sonaran poderosas en sus remezclas. Los brazos se agitaron en el aire y la sala se abarrotó hasta los topes para vitorear cada subida plagada de efectos y quiebros. No es de extrañar a estas alturas que el señor Kawasaki forme parte de todos los rankings de mejores sesiones allá donde pincha, porque la San Miguel no lo sé, pero él donde va triunfa. Glorioso Kowalski.
La recta final del festival tuvo dos exponentes: Sven Väth y Marco V. El primero no logró sorprender ni al más despistado. Más de lo mismo en lo que parece ser el día de la marmota del techno. Los clásicos “Ballet“, “Mind Games” y toda la pesca, que consiguen retumbar, pero con la versatilidad de la escena electrónica actual es inevitable demandar una evolución, no ya de sonido sino al menos de ideas. Una muestra más de que muchas veces el tamaño de un nombre logra llenar el cartel, pero no obtiene grandes resultados artísticos. Esto es como la primera vez que un titiritero va a un pueblo. El primer año los niños salen fascinados del espectáculo. El segundo año lo miran con desinterés y el tercer año, terminan burlándose de él. A pesar de todo, uno no puede dejar de tener cariño a un dj que nos ha hecho disfrutar tantas y tantas veces, pero puesto que hay tanta oferta, acabamos satisfaciendo nuestra demanda con Marco V. Y acertamos, ya que nos deleitó con una poderosa combinación de techno, house y trance gracias a una cuidada selección de temas plagados de inteligentes conducciones y subidas de melodía que no hicieron más que llenar de sonrisas toda la pista. Una fantástica sesión que, sumada al resto de la jornada en términos tanto musicales como de organización, volvió a cumplir nuestras expectativas depositadas en el Space Of Sound Festival. De modo que, una vez más, feliz 2011 y hasta el año que viene.
Texto: Javi JB
Fotos: Pat Blanco