Es curioso que ella misma cite el misterio en el título de su nuevo disco. Juventud, el don que acompaña a Christina como si fuese la única inmortal sobre la tierra.
Si tuviera que apostar por un motivo para que su presencia se halla estancado treinta años atrás, diría que es fruto de su lánguida nostalgia. Desde siempre su voz susurrante y sus letras han cargado con penas que han dejado traslucir un alma ‘vieja’ (sin lo peyorativo que ese adjetivo tiene) en un cuerpo ‘forever young’.
‘La joven Dolores’, nombre ‘robado’ al barco que unía Ibiza y Formentera, esconde mujeres dolorosamente enamoradas de lo imposible. Voces impacientes que piden en gritos ahogados media oportunidad (’Eva enamorada’). Cuerpos como armas, jadeos como juegos de hipnosis, amores hundidos (’Mi vida bajo el agua’). También hay sitios para el amor filial. ‘Jorge y yo’ es la canción que Christina dedica a su hermano.
Aunque su discografía es tan femenina como ella, en este disco levanta el vuelo para hablar de seres mitológicos como la ninfa Eco o Narciso. Para terminar el disco ha elegido ‘Debut’, o lo que es lo mismo, colgar el disco por los pies.
Al ya tan interiorizado en el sonido del pop español estilo de Rosenvinge, hay que sumarle una nueva experiencia. ‘La idiota en mi menor’ cuenta con la participación del francés Benjamín Biolay. Un encuentro que inspira la idea de que la española es de lo más francés, en estilo, que tenemos por aquí…
A finales de febrero (el 23) zarpa ‘La Joven Dolores’ en Valencia (ciudad donde desguazaron el barco que da nombre al disco), para recalar después en Madrid (dos fechas), Vitoria, Bilbao… para más detalles, pincha aquí.