10 años… se dice pronto… Parece mentira que hayan pasado 10 años desde que Poncho K nos dejase conocer su música rebelde, su frescura, su cantada ideología, con ese No quiero empates, su primer trabajo discográfico.
Decir Poncho K es hablar de palabras mayores. Un cantante que se ha hecho a sí mismo, aprendiendo de la rebeldía de los demás, dejándose llevar por ritmos que salen de lo más adentro. A pesar de ser uno de los fijos en festivales y de tener una de esas giras que llamamos “continuadas” (no hay ciudad que no quiera contar con su directo) Poncho no llega a ser líder de ventas como sus antecesores en este estilo; Robe Iniesta (Extremoduro) o Fito Cabrales (Fito y los Fitipaldis)…
A pesar de eso llena todos los rincones en los que toca porque, su público es de esos públicos fieles capaces de recorrerse media España para verle y disfrutar con él de su directo, ese directo en el que Poncho es más Poncho K que nunca.
Una historia con las manos lleva apenas diez meses en el mercado y sus canciones ya son tarareadas por propios y extraños. Si ese “Manolito Caramierda”, título de uno de los temas de este nuevo trabajo, existe en la realidad, le tienen que pitar los oídos a todas horas.
Diez años en la carretera se merecen una fiesta y eso es lo que quiso vivir y hacernos vivir Poncho en su paso por Madrid. La Sala Caracol se quedó pequeña (no en vano hubo de tocar un día más de lo previsto por la enorme aceptación del concierto y la gran demanda de entradas) para vivir con él esas dos noches de festejo.
Rodeado de buenos amigos y con un directo que, como siempre, sonó de vicio sobre las tablas, Poncho K le regaló a Madrid una noche (a la que me refiero) en la que por un momento se olvidaron los problemas, los agobios, la crisis, los excesos, la meteorología y el tiempo. Y es que este sevillano sabe conjugar la poesía y el rock como el solo.
La noche empezaba, tras correr el telón, con tintes flamencos y el Ojo en el ladrillo, un tema que da fin al disco y que sirvió para romper el hielo de la noche. Antes de ello, es digno de mencionar, los mensajes de felicitación que se retransmitieron en todas las pantallas de la sala de amigos y compañeros de Poncho que, cómo no, querían sumarse a la fiesta de su aniversario.
Fue tras los últimos acordes de Ojo en el ladrillo cuando Poncho agarró la guitarra y empezó el espectáculo. Juegos de luces, solos de batería, electricidad en las guitarras, entrega en el bajo, humo… mucho humo…
Las canciones se iban sucediendo una tras otra, con un sonido de órdago y, sobre todo, con la cara de satisfacción y disfrute que tenía toda la banda en el escenario y es que, Poncho es quien mejor sabe hacer eso; disfrutar todo lo que vive sobre el escenario, a la par que se encarga de dar todo lo mejor de sí mismo.
Podríamos decir que hubo dos momentos más que esperados por todos. Así lo demuestran los aplausos y la reacción del público cuando sonaron los acordes de Manolito Caramierda y, por supuesto, de Laureles.
Algo tan al día (por desgracia) como las humillaciones escolares y el bulling, quedan reflejadas en esta canción dedicada a un tal Manolito que, además de ser el tema presentación del disco, se ha convertido en todo un himno para los seguidores del cantante sevillano.
Más de uno y una coronó con Laureles la pasada noche de sábado. Algo forzado por las prisas que parecía tener por terminar el tema (más que en el disco, sin duda) Poncho sacó todo su arte andaluz para regalarle este tema a nuestros oídos. Un lujo de poesía y sentimientos hecho canción, en el que Poncho echa el resto de los restos en lo que, quizás, no es su estilo.
No estuvo para nada mal acompañado el sevillano. Por el escenario pasaron amigos como Lulu de Forraje, Luka Sinraza y Taber de Malsujeto que se marcaron un tema con Poncho haciendo las delicias de todos los presentes y del mismo Poncho, sólo había que ver la carita de alegría que tenía mientras compartía escenario con ellos. Se nota que Poncho se hace querer…
Destacable muy mucho la actuación de toda la banda. El sonido fue tremendo, la guitarra rasgó el aire marcándose unos solos de órdago, la batería se encargó de acompasar fielmente los versos del poeta y el bajo, simplemente, redondo.
Puede que nos quedásemos con ganas de más… Puede que, a pesar de todo, nos faltasen algunos temas míticos que no llegaron a sonar pero es que, realmente, nunca llueve a gusto de todos… Al menos nos queda pensar que, seguramente, nos quedan otros 10 años más por disfrutar de Poncho K.
Texto y Fotos: Toñy Espada