Enfrentarse a una pantalla en blanco para comenzar a escribir sobre Orthodox siempre es complicado. Mucho más si la intención inicial es descifrar su sonido e intentar describirlo acertadamente para aquellos que aún no lo conocen. Porque esta es una banda al que el adjetivo ‘ecléctica’ a veces casi le queda pequeño y a la que cualquier intento de comparar con otras se convierte en una peliaguda prueba de conocimientos musicales de los más distantes estilos y épocas. Sirva esto de excusa frente a cualquier error en este intento de poner la música del trío sevillano en palabras.
Con su anterior lanzamiento, el EP Matse Avatar, ya parecían anticiparnos la dirección que iba a tomar este nuevo trabajo: temas más cortos y directos y guitarras de nuevo tras su ausencia en Sentencia, pero sin olvidar su peculiar visión con la que afrontan cualquier tipo de tema, sonido o estructura. Porque Orthodox, después de cuatro trabajos y con una patente incapacidad para repetirse, parecen acercarse a nosotros una y otra vez con un mismo mensaje pero bajo diferentes formas y trajes. Van y vuelven al doom, a la experimentación, a la mejor psicodelia setentera, al drone, a los riffs casi stoner, al free jazz, a la música contemporánea y a la liturgia, siempre desde esa mirada épica con la que tratan cada una de sus composiciones.
Aunque su duración es mayor que la habitual, Alto Padre podría tildarse de introducción ya que ejerce de anfitriona perfecta para lo que vamos a encontrar. Como curiosidad es reseñable que la cara B de Matse Avatar, YHVH, y Alto Padre tienen más puntos común que los que sus nombres parecen indicar, porque ambas discurren por las mismas armonías, con un parecido en muchos pasajes enorme. De esa forma, Baal empieza donde terminó Matse Avatar, lo que hace de ese EP un preludio necesario para este nuevo trabajo. Incluso las portadas de ambos parecen formar parte de una misma ilustración. Por cierto ambas realizadas de nuevo por el estudio Walrus & Eggman, que ha hecho un trabajo excelente. Es excepcional el sonido y la inspiración que ha conseguido Borja Díaz en el tratamiento de las percusiones en estas dos instrumentales, especialmente en el inmenso final de YHVH. Sobrecogedor.
Taurus nos trae de vuelta al primer corte de Gran Poder, tanto por cercanía con el sonido de aquel como por la lírica, de nuevo aquí con la civilización tartesa como trasfondo y guía. La siguiente es Iatromantis, palabra griega cuyo significado más cercano sería el de médico y adivino. Un título que bien serviría para definir una parte de su sonido, puesto que los iatromantis de la antigüedad, al igual que Orthodox, invitaban a sus pacientes a recitar mantras, a repetir ciertos sonidos y palabras y a permanecer durante unas horas en una caverna con el fin de acercarse a los insondables recovecos del alma y llegar así a un conocimiento interior más profundo y completo. Siguiendo con la historia de los iatromantis, bien podríamos definir el riff inicial de este tema como un mantra que continúa incesante con la llegada de las primeras estrofas. A esa sensación se suma la voz de Marco Serrato, que toma aquí la forma casi de declamación para romperse en el final con “…in mother’s arms“. Llegamos en pleno estado catártico a Hanni Ba’al, con un inicio en la que la percusión parece preceder a la batalla. Un riff corto, breve pero denso, con un enorme Ricardo Jiménez en el interludio entre el estribillo y el inicio de la siguiente estrofa, esquivando la tentación de repetir de nuevo el riff del comienzo. Aquí, deforman de nuevo la estructura tradicional para desordenar y confundir estribillos, puentes y estrofas. La letra, llena de épica y grandiosidad, bien podría tener ciertos paralelismos con la situación actual, quizá porque esa ha sido la intención o sólo porque las historias que nos cuentan, como las grandes tragedias clásicas, son extrapolables a cualquier época y circunstancia y gozan de vigencia y validez allá donde las queramos situar.
Para Ábrase la Tierra encontramos unas líneas que nos recuerdan el gusto de la banda por los textos sagrados, en este caso un pasaje incompleto que tiene su origen en el cancionero litúrgico de la baja Edad Media y que serían las primeras palabras que usa el sacerdote el comienzo de una misa. Relacionar ahora la letra del tema anterior con este final sería un ejercicio de osadía y riesgo excesivo, pero hay que reconocer que la banda sevillana a veces parece conformar un entramado en el que símbolo y significado se diluyen en un pequeño reto para el oyente más curioso. Sea como sea, Orthodox siguen suponiendo un estímulo cultural para quienes tengan tiempo e interés en ahondar en su propuesta, sin duda una de las más cautivadoras y perturbadoras que podemos encontrar en la actualidad.
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Texto: Juan Manuel Vilches
Orthodox — Baal (2011)8 thoughts on “”