Érase una vez 73 metros de muro. Y en ellos, todas las injusticias, todas las opresiones, todos los miedos, todos los horrores, todas las penalidades que el ser humano nos vertemos sobre nosotros mismos. Los sistemas y regímenes que nosotros creamos y por los que culpamos al de arriba o al de abajo. Los odios que creamos hacia nuestros hermanos y los males que provocamos para ellos. Todo estuvo en el muro. El muro que Roger Waters levantó metafóricamente hace 30 años con su grupo Pink Floyd y que ahora lleva a las grandes ciudades del mundo en más de 100 conciertos por todo el planeta.
Tanto tiempo después ese muro sigue vigente, porque la perfecta imagen metafórica que supo crear con ese muro al que todos ponemos nuevos bloques hasta apartarnos del mundo y sus problemas nunca pasará de moda. Ésa es la magia de ‘The Wall’, que a la perfección musical de una obra maestra del rock le sigue un mensaje directo a nuestras conciencias, lleno de una dosis necesaria para abrir los ojos y nuestros corazones.
Discutía con mis amigos que la música no necesita de un mensaje social para crear arte. Y que incluso no es nada idóneo que el creador se base únicamente en lo que quiere transmitir con sus letras y su música, como le sucede al rap, o a la música de denuncia social. Quizás me expliqué mal: lo que quise expresar es que nunca la música puede estar al servicio de una letra, sino más bien al revés. Y que por supuesto que el arte, que crea el propio ser humano, debe ser una pieza de su alma, de su pensamiento y su corazón. Faltaría más. Y precisamente cuando crea algo así, cuando es capaz, es cuando ha dado con una obra imperecedera que jamás el tiempo enterrará. Y así llegamos a Waters y su muro, y hasta aquí las reflexiones sociológicas de su creación.
Comienza el show. Poco más de las 21:30 horas, puntual. No hace falta un telón, no hay nada que esconder. Los espectadores ya hemos visto partes laterales de un gran muro de color blanco, construido con grandes bloques. Waters saluda, comienza el show. El Palacio de los Deportes, repleto, lleno hasta reventar, clama por uno de los ídolos vivos de la música moderna. Un mito viviente. Y empieza todo: ‘In the Flesh?’ Sonido en 3D, con altavoces también tras nuestras espaldas, envolvente. Parece que nos cantan desde los cielos. Nos rodea la magia. Ha comenzado la tragedia personal de Pink, ese personaje de ‘The Wall’ que centra todos los horrores del muro que crea frente al mundo.
Además de un sonido de leyenda, la banda presentó un nivel magnífico en la interpretación, aunque por ser sinceros y dejar de presentar este concierto como si no hubiera uno más mañana, se echó de menos algo más de corazón y entrega en algunos momentos. Supongo que cuando tienes que dar 117 shows en todo el planeta y hacer casi todas las noches el mismo repertorio, es más que comprensible que termines viéndolo como algo desapasionado. Porque cuando todos estábamos ansiando escuchar la mágica ‘Confortably Numb’ sin duda que nos quedamos esperando un poco más de hechizo y conexión con el público. Algo que se pudo ver en las tres partes del ‘Another Brick in the Wall’, con un coro infantil increíble. También fue prodigiosa la interpretación de ‘Goodbye Blue Sky’, ‘Don’t Leave Me Now’, ‘Hey You’, las concatenadas ‘Vera’ y ‘Bring the Boys Back Home’ y especialmente ‘Run Like Hell’, que hizo temblar las estructuras del grandísimo pabellón madrileño.
Los montajes fueron también sin duda los coprotagonistas de la noche. Cuando uno paga más de 50 euros por un show así sabe que va a asistir a algo más que a un concierto de música. El eterno debate entre los puristas es si toda la parafernalia circense distrae la atención frente a lo verdaderamente importante, que es la música en sí, y el mensaje de una obra como ésta. No tengo respuesta para ello. Casi todos hemos podido ver en algún momento de nuestras vidas un show de esas características. Unos AC/DC, unos Kiss, unos Metallica, unos Iron Maiden o a un Roger Waters que te monta un escenario de más de 70 metros de muro, un aerodirigible que vuela por encima del público -un jabalí de color negro que sustituyó al típico cerdo pinkfloydiano– o los muñecos de la película ‘The Wall’ -el profesor, la madre y la mantis- a gran tamaño sobre el escenario.
O qué decir de las proyecciones que se hacían sobre el muro o la gran esfera del mencionado escenario. Una maravilla audiovisual que pocas veces se ha visto en un concierto. Todas las animaciones que se proyectaban sobre el muro eran grandes mensajes sociales y de gran carga política, que no dejaba títere con cabeza, por hubo para todos: cristianos, capitalistas, regímenes falsamente comunistas como el soviético, judíos, musulmanes, las grandes multinacionales… Y muchos niños, víctimas de las guerras, soldados caídos, jóvenes a los que se les arrancó sus mejores años y, también, sus vidas. Los horrores de la guerra que ya nos retrataba Goya en los albores del siglo XIX estaban representados en ese muro de Waters que tanto nos impactó. No faltó en ese muro, en el descanso entre acto y acto de ‘The Wall’ -lo que corresponde a cada disco en la obra original-, hasta el rostro de los reporteros caídos en la guerra, como nuestro José Couso, asesinado por las tropas norteamericanas en Irak cuando cubría el conflicto para una televisión nacional.
Y volviendo a materia musical, otro punto clave es resaltar que sólo un genio como Waters puede permitirse cubrir con un inmenso muro el escenario, cantar tras él durante algunos tramos del show, y que el público esté igualmente contento. ¿Se imagina alguien que hiciera algo parecido otro cualquier artista, taparse con una cortinilla y cantar tras ella? Seguro que muchos le abuchearían. Pero aquí tenía un sentido. El muro separó a grupo y público. Y todos sabíamos que era parte de la magia. Una vez levantado el muro, algunos bloques se abrían para que pudiéramos ver las interpretaciones de alguno de los muchos integrantes de la banda. Como por ejemplo, nada más comenzar el segundo acto con el trepanante ‘Hey You’, dejando ver a Waters por algunas ‘ventanas’. O el montaje de ‘Nobody’s Home’, cuando una parte del muro daba lugar a un salón donde se recreaba una de las escenas de la película de Alan Parker, con Waters al micrófono. Que ésa es otra: Roger en este ‘musical’ está a todo: actor, bajista, trompetistas, guitarrista… y por supuesto, cantante en casi todas las piezas, salvo en las que se pide necesariamente el timbre de voz cercano al del original de David Gilmour -quien por supuesto no eligió Madrid para su anunciado ‘cameo’ en uno de los conciertos de esta gira, ya que se estima que será en Londres-.
Nadie puede quedarse con la sensación de que acudiera a un gran montaje propio de una ópera de Verdi. Ni que asistió a una clase ideológica con mensajes antibélicos y críticos hacia nuestras sociedades occidentales. ‘The Wall’, sí, es eso… pero también mucho más. Es una joya musical que en este primer concierto de Madrid del viernes se pudo apreciar en toda su naturaleza salvaje. Es cierto que el montaje musical es distinto, radicalmente, al del disco. Que nadie se espere una interpretación del álbum de 1981, sino algo más en la línea de la película de Alan Parker, que difiere en algunas partes del mismo, en duraciones y en las concatenaciones de las piezas.
Así que gracias, Roger Waters, por poder ver por primera vez tu muro. Sinceramente, alabo tu obra, aplaudo cada verso de la misma, y firmo cada mensaje reivindicativo que se proyectaba sobre los muros. Aldabonazos sobre las conciencias y palabras para nunca olvidar que debemos estar alertas contra nuestros sistemas políticos. Pero lo que también añadiría a modo de reflexión es que si en la gira original con Pink Floyd supuso una auténtica ruina para el grupo -el doble disco conceptual no terminó de enamorar y llegar a su público y a la crítica, aunque años después se le hiciera justicia-, y que la película se estrellara en 1982, la caída del Muro de Berlín le permitió tomarse la revancha. Su ‘The Wall’ cobró un sentido universal y real y comenzó a saborear las mieles del éxito.
La contradicción está en que es ahora, 30 años después de levantar ese muro, cuando se permite a los 67 años facturar tal dinero que cuando acabe la gira se estima que ganará unos 200 millones de euros. ¿Impresiona verdad? Y choca, algo, con el espíritu de su obra. Pero Waters es de los que nunca han renunciado a hacer un uso de su fortuna para fines benéficos. Sus compromisos están fuera de toda duda. Pero sí, ahí está la reflexión. Que al final la conciencia social también termina transformándose en dólares. Sucios billetes. Al menos se lo hemos dado nosotros pagando nuestras caras entradas, todo sea dicho…
Web oficial de Roger Waters:
www.roger-waters.com
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– Ficha técnica del concierto:
Madrid, 25 de marzo 2011, Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid
Hora de comienzo: 21:35. | Hora de final: 23:55.
Espectadores: 15.000 aprox.
Género: Rock progresivo; opera rock
– Músicos:
Roger Waters (Productor, bajista, cantante…)
– The Wall Tour crew 2011
– Setlist:
Acto 1
1. In the Flesh?
2. The Thin Ice
3. Another Brick in the Wall Part 1
4. The Happiest Days of Our Lives
5. Another Brick in the Wall Part 2
6. Mother
7. Goodbye Blue Sky
8. Empty Spaces
9. What Shall We Do Now?
10. Young Lust
11. One of My Turns
12. Don’t Leave Me Now
13. Another Brick in the Wall Part 3
14. The Last Few Bricks
15. Goodbye Cruel World
Acto 2
16. Hey You
17. Is There Anybody Out There?
18. Nobody Home
19. Vera
20. Bring the Boys Back Home
21. Comfortably Numb
22. The Show Must Go On
23. In the Flesh
24. Run Like Hell
25. Waiting for the Worms
26. Stop
27. The Trial
28. Outside the Wall
Texto: Pablo M. Beleña; Fotos: Javi Moreno Vega
Roger Waters — Palacio de los Deportes (Madrid) — 25/03/20116 thoughts on “”