Esta crónica ya la tenía pensada, iba a hablar de lo injusto que es que un hombre con una carrera como la de Grant Hart tocara sin promoción alguna, sin banda de acompañamiento para unas pocas personas que nos habíamos enterado de casualidad. Mientras esperaba que comenzara el concierto sonaron canciones de los Pixies y Morrissey y no pude sino volver a confirmar mi teoría. Iba a comenzar el concierto de una de las mentes creativas de uno de los grupos fundamentales de los años 80, uno que estuvo a la altura de los anteriormente citados, nada más y nada menos que Hüsker Dü.
El antiguo batería hizo acto de presencia en el escenario y comenzó su recital. En la primera canción la guitarra apenas se oía y tuvo que pedir ayuda a algún técnico de la sala para que apretase un botón y de su amplificador saliese algo audible. La presentación dejaba mucho que desear pero lo peor estaba por venir.
Cuando sonó “The girl who lives on heaven hill” no hubo ninguna magia, sino más bien todo lo contrario, una especie de rabia por comprobar como Hart destrozaba una de las mejores canciones del repertorio de su ex grupo. Puede que suene duro pero más duro es comprobar como un tío al que has guardado un gran respeto toda tu vida, destroza algunas de tus canciones favoritas como “2541“, “Don´t want to know if you are lonely” o “Green eyes“.
Porque sí, el repertorio fue de auténtico lujo, claro que hubiese preferido que no tocase ningún tema conocido ya que cada vez que arrancaba con una composición de Hüsker Dü dolía ver como quedaba. Y es que Hart apenas sabe tocar la guitarra, de ahí que aparezca con una guitarra eléctrica y mucha distorsión, para tapar unas enormes carencias. Tampoco es que supla su amateurismo con muchas ganas. En modo ‘off’ van sonando una tras otra las canciones sin parones entre una y otra, no vaya a ser que pare y descubra que no hay nadie aplaudiendo.
El concierto del viernes, por muy doloroso que fuera, no me hará cambiar mi opinión sobre los magníficos Husker Dü, pero esta crónica ya no hablará de lo triste que es que un artista como Hart toque ante sólo unas decenas de personas. Visto lo visto en el Yasta, fuimos unas decenas de personas de más las que fuimos a verle.
Antes del americano actúo Dani Llamas, sin grandes alardes demostró que con una guitarra acústica y una buena voz se puede ofrecer un buen concierto… Si tuviese el repertorio de Hart habríamos salido con una sonrisa de oreja a oreja, como pudimos intuir con su versión del clásico de James Carr, “Pouring water on a drowning man“.
Sergio Ariza