Cuando vas a festivales y fiestas electrónicas a menudo acabas teniendo la sensación de que la mayoría se parecen mucho. Por eso, cuando encuentras uno que es diferente a todos los demás, le juras fidelidad de por vida. De la suya o la tuya, da lo mismo. Lo hicimos hace ya muchos años cuando descubrimos el Laboratorio de Electrónica Visual de Gijón, una experiencia distinta a cualquier otra, y también nos rendimos ante su hermano pequeño, el LEV Matadero de Madrid, que ha terminado de consagrarse en esta cuarta edición.
Tres días y medio de electrónica visual y realidades extendidas que tuvieron lugar del 22 al 25 de septiembre de la mano de Matadero Madrid, Cineteca, Medialab y Datatron. Todo un despliegue de experimentación, inmersión y fascinantes atmósferas electrónicas. Con este festival me pasa como con mis restaurantes preferidos: aquellos que no tienen carta, sino que te ponen lo que les da la gana. Vas a ciegas porque saben que va a ser una selección deliciosa así que, simplemente, te dejas llevar. Con el LEV no es estrictamente así porque el cartel y los horarios están perfectamente definidos, pero lo normal es que a la mayoría de los artistas no los conozcas y a mi me gusta dejarme sorprender, en lugar de investigar, profundizar y visualizar previamente sus shows en Youtube. El resultado es siempre absorbente.
El festival no pudo empezar más intenso el jueves ya que la primera propuesta fue Daito Manabe, junto con Kamitani Lab en un proyecto colaborativo bautizado como “Dissonant Imaginary“. Una performance AV basada en la actividad cerebral y la forma en la que la música la transforma. Aunque esté basada en resonancias magnéticas reales da la sensación de que es una propuesta más científica que conceptual, pero tanto la música como las imágenes evidenciaron una evolución muy interesante y el resultado fue realmente evocador.
El siguiente atractivo del día fue el estreno mundial del espectáculo “White Balance” del dúo italiano Schnitt. Éste se sostiene sobre cuatro dispositivos fotosensibles que reaccionan a los pulsos de luz de cuatro proyectores de vídeo. La pareja comenzó el show demostrando su funcionamiento con la linterna del móvil y el efecto sonoro que provocaba, para después focalizarse en una música electrónica llena de sobriedad en la que los dispositivos actuaban como pantalla y, al mismo tiempo, emisores de sonido. Un retrato en blanco y negro del proceso fotográfico más industrial que nos sacudió la mente, pero sobre todo las retinas.
La última actuación del día fue la del compositor Robert Lippok junto con el artista visual Lucas Gutiérrez. Lo que empezó como una película actualmente presente en el universo virtual Planet LEV Matadero, ha acabado derivando en un directo audiovisual adhoc. Empezó muy pausado a través de una amalgama procesada de sonidos extraídos de la naturaleza que, poco a poco, fue derivando en una tormenta ácida, tanto sonora como audiovisual. Desde luego solo por el final mereció la pena.
El viernes comenzó de la mano de Yamila y un ritual al que llama “Visions“. Un trance alucinatorio y muy heterogéneo donde cabe el folclore español más barroco, música electrónica contemporánea, religiosidad y feminismo. Iluminada con elegancia nos deleitó con sus aptitudes vocales y tocando el violonchelo en las partes más inspiradas del show. Algo irregular, brillante por momentos y confusa a ratos, logró trasladar, eso sí, tanto su espontaneidad personal como una profundidad artística incuestionable.
Y para personalidad arrolladora la de Atom™, seudónimo del artista alemán Uwe Schmidt. Con una puesta en escena de impacto, con él delante de la pantalla colocado frente a un atril en el que un monitor transparente mostraba al público el software y todos sus movimientos. Es curioso porque, aparentemente, éstos no respondían a las variaciones musicales, así que más que un live daba la sensación de ser una performance. Sea como sea, su cruda propuesta industrial resulta poderosa.
Más inclasificable, e incluso desconcertante, resultó Ziúr. La productora berlinesa no se casa con nada y lo mismo canta pop experimental que despliega un atronador techno deconstruido de ritmos rotos. Sin duda fue la actuación más post-apocalíptica del día, aunque visualmente los responsables del cierre son los que están más alineados con el concepto: la artista experimental Meuko! Meuko! junto el colectivo new media Noneye, ambos taiwaneses, con su espectáculo audiovisual “Invisible General“. Futurismo distópico, tecno-animalismo, gaming contemporáneo… Una fusión arrolladora de elementos de ecos industriales que resultó ser bastante hipnótica.
Hasta este momento todos los shows habían tenido lugar en una de las naves del Matadero, pero el sábado pasaron al escenario instalado en el patio central. La verdad es que la electrónica visual se siente mucho más en total oscuridad bajo techo, pero también resultaba atractivo recibir al otoño con música al aire libre. La primera en romper el silencio fue la catalana Marina Herlop para presentar “Pripyat“, su primer álbum producido enteramente por ordenador. En un comienzo estábamos convencidos de que nos encantaría el concierto ya que tiene todo a su favor (formación clásica de piano, presencia escénica, buena selección de instrumentos…), pero no consiguió despertarnos ninguna emoción. Es fácil conectar en un inicio por la originalidad del planteamiento, pero rápidamente resulta reiterativo y no llega a establecerse una conexión con el público. Aún así, repasando su trayectoria tiene algunos temas dignos de atención.
El que sí que fue un show totalmente fallido fue el de Iglooghost. El británico vino para presentarnos su último trabajo “Lei Line Eon“, pero apenas llego a hacerlo. El motivo: se quedó sin batería en su laptop. Es tan absurdo que cuesta creerlo, pero cuando llevaba apenas unos minutos de set (un buen arranque que, de hecho, prometía bastante) se apagó la música. Segundos más tarde explicó lo sucedido y dijo que esperáramos un rato a que lo cargara en el backstage. Lógicamente se le despachó rápidamente y se subió al escenario el siguiente: el gran Alva Noto y su espectáculo “UNIEQAV“. Los visuales fueron muy acertados (pura electricidad, frecuencias e interferencias), pero es que musicalmente fue de lo mejor de todo el festival. Tampoco fue una sorpresa porque el alemán jamás defrauda en sus lives, pero es que nos hizo bailar hasta la extenuación. Brillante.
A estas alturas pensábamos que ya estaba todo el pescado vendido, pero el dúo de productores Sinjin Hawke y Zora Jones pronto nos demostraron cuán equivocados estábamos. Si Alva Noto ofreció el mejor set, los canadienses nos regalaron el mejow show audiovidual. A través de la tecnología motion capture tradujeron sus movimientos en sonido e imagen a tiempo real, de forma que controlaban la música mientras se transformaban en avatares desfigurados en la gran pantalla. Y todo al ritmo de vibrantes percusiones electrónicas que pusieron la mejor guinda posible a la jornada del sábado. Al festival, eso sí, se lo puso Clara Brea y su proyecto “Madrid Concrete” al día siguiente. Un collage sonoro compuesto por grabaciones de campo de la ciudad que pudimos escuchar con cascos inalámbricos. Sin ser cautivador, resultó bastante interesante.
En cuanto al resto de actividades del festival, uno de los imprescindibles es VORTEX, la sala en la que se reúnen todas las experiencias de realidad virtual y VR cinema. Allí pudimos disfrutar de obras como “Anandala” de Kevin Mack (un bellísimo universo artístico abstracto y virtual por el que podías flotar a placer), “On the Morning You Wake (To the End of the World)” de Archer’s Mark & Atlas V (un llamativo documental en realidad virtual sobre un suceso que tuvo lugar hace cuatro años en Hawaii cuando sus habitantes recibieron un SMS alertando erróneamente del ataque de un misil balístico), “Meet me halfway” de Anna Pompermaier (una experiencia de realidad extendida en la que podías explorar un entorno híbrido microperformativo que, sin sorprender demasiado, resultaba bastante mágica sin embargo) o “Goliath: Playing With Reality” de Barry Gene Murphy y May Abdalla (una extraña experiencia de realidad virtual animada sobre la esquizofrenia, el gaming y la conexión en la que era muy fácil perderse pero donde sucedían cosas completamente inesperadas).
También pudimos disfrutar en la Cineteca de la exposición de realidad aumentada “(Un)related to God” en la que las obras cobran vida gracias a un iPad. Estéticamente preciosa, pero poco novedosa con respecto a la del año pasado. Asimismo, nos pasamos por la instalación inmersiva “Turmoil of Vehemence” de Synspecies, el proyecto audiovisual creado por Elías Merino y Tadej Droljc. Mucho menos inmersiva e innovadora de lo que prometía, pero gracias a los hiératicos espectadores repartidos por el espacio resultó evocador recorrer la sala, especialmente en el tramo final en el que un campo onírico antinatural se puso especialmente convulso.
Todo esto, sumado a la exposición “Metaversos, realidades en trasición“, la obra mural interactiva “Livelyyy” del artista Guillaumit ubicada en la placita y una serie de workshops y open talks, fue el LEV Matadero 2022. Este año mucho más interesante en cuanto a los directos que en cuanto a la realidad virtual y las instalaciones, a diferencia de lo que sucedió el año anterior. Pero así es este increíble festival, siempre te sorprende por un lado o por otro. Sobre todo porque no hay otro igual. Es un viaje fascinante.