Cruzamos el recinto y de continente para asistir a la revolución de Fulu Mizki, con los que recordamos el tema de la pasada edición del festival: la circularidad. La banda de Kinshasa (República Democrática del Congo) obran el milagro de la chatarra que vuelve a la vida. Bidones y latas convertidos en instrumentos, quincalla variada ahora es utilería y vestuario postapocalipticos. Ritmos impresos en tubos donde podemos identificar las raíces africanas de muchos sonidos latinos.
El escenario Gaia se quedó muy pequeño para la actuación de Domi & JD Beck. El lenguaje musical es el de los grandes maestros del jazz del siglo pasado -incluso interpretan Endangered Species de Wayne Shorter-, pero el lenguaje hablado es claramente actual, aliteración fuck con despreocupación, no echándose flores “Esta es la primera canción que compusimos, lo que significa que es la peor, y que da título a nuestro único disco” o poniendo a parir a Ryanair, cuya incompetencia casi provoca la cancelación del bolo “Fuck Ryanair and airports in general”.
Lanzan contrabajos programados y, de esta manera, batería y teclas se ponen en modo total de exhibición, con virtuosismo aplicado desde la suficiencia. El público abarrota la carpa y se junta ante el frío reinante. La calidez del smooth jazz que vuelcan el jovencísimo dúo (20 y 23 años) reconforta y emociona a partes iguales. Salimos de entre el gentío maravillados tras escuchar perlas como SMiLE, THANK YOU o MOON, que escribieron y grabaron junto a Herbie Hancock “mientras comíamos unas alitas de pollo”.
Lástima que tocase lluvia, porque la música de Black Country, New Road invita a sentarse o incluso tumbarse sobre el césped. En un escenario Arena, como en las grandes ocasiones pese a la hora, gozamos de la preciosa sutileza al piano y la voz, grandes momentos del bajo con el arco y un bajista con una manera de cantar tan de musical. Todo ello pese al murmullo que llegaba desde el exterior de la carpa. Una intimidad a medias que devino en estallido arcadefiresco de dar saltos y abrazarse.
Hoy el Orange lo abrieron Tinariwen, más de 3000 kilómetros al norte de su hábitat, el desierto. El grupo favorito de Esteban de Toundra nunca decepciona, y nos unimos a su mantra aunque el tiempo atmosférico no quedase bien con sus ropajes tuareg. Para la lluvia y escuchamos a los primaverales Whitney. Con un batería en primera línea con voz aguda, nos transmite tranquilidad y armonía en temas como ‘No Woman’, con luminosos guitarreos soul, sentimiento folkie y coros Byrdianos.
La veteranía es un grado, y con este topicazo llega desde Benín Angélique Kidjo a refutarlo. Versionó a Celia Cruz ‘Bemba Colorá’, ofreció mucho scatting y juego con el público en ‘Meant For Me’ y mostró su poderío vocal en ‘Choose Love’. Su banda compuesta de batería, percusiones, bajo y teclados -tres de ellos haciendo coros- es más que solvente para acompañarla en los diversos palos que toca. Con una vitalidad envidiable presentó ‘Free & Equal’ “Primer artículo de la declaración de los derechos humanos, trabajemos en ello”. También bailamos su exitazo ‘Agolo’, una ‘Pata pata’ acelerada y fuimos testigos de uno de los temas más potentes y redondos que sonaron en toda la experiencia Roskilde: ‘Afirika’.
Una nueva ronda de picoteo nos llevó a ‘Siamese’, metaleros locales (¡con violín!) con estribillos poperos en la línea de Linkin Park o Bring Me The Horizon. Sonaron compactos y cumplieron su mayor sueño musical. La sensación de south London Loyle Carner volvió a demostrar que su directo es imbatible dentro de su estilo, con temas como ‘Nobody Knows (Ladas Road)’ o ‘Loose Ends’, en la que colabora en estudio Jorja Smith, y donde aprovecha a criticar la masculinidad tóxica.
Lizzo nos noqueó a todos en Roskilde 2019, pero con las expectativas tan altas y actuando en todo un escenario Orange el resultado no fue el mismo. La de Michigan sigue reivindicando a la mujer fuerte y grande “my body is my business”, así como a la comunidad LGTB “Todo el mundo es gay”, exclama mientras viste la bandera del colectivo a modo de capa.
La antigua rapera también felicitó por su cumpleaños a Missy Elliot, uno de sus referentes que llegaba a las 52 primaveras e interactuó mucho con un público extasiado: firmas, bromas, respuestas a carteles (marry me, adopt me, sign this), e incluso se atreve a comentar el símbolo de uno de los camps más míticos “I can see an alien doing something weird!!”. Tocó la flauta en ‘Truth Hurts’, gritó “It’s Britney Bitch” en un ‘I Love You Bitch’ que provocó pogos y se volvió a demostrar que ‘Good As Hell’ es un temarral.
Tras vivir en comunidad el cierre en el Orange, el destacamento periodístico hispano visitó en comandita el escenario Apollo donde Perturbator fueron muy contundentes con su electrónica para heavies. Guitarrazos, batería y molinillo de pelazo incluido. Finalizamos esta edición de Roskilde volviendo a prometer que volveremos todos y cada uno de los años que la vida nos lo permita, una experiencia vital, musical y espiritual que va más allá de cualquier otro festival conocido y que nos volvió a hacer felices y mejores personas.