Segundo y último día del Vive Latino Zaragoza. El festival para volver a confiar en los festivales. Con cada entrada te dan un vaso y te animan a conservarlo. ¿El primer vaso es gratis? inédito. ¿Zonas de ocio sin que tenga detrás un patrocinador? sin precedentes. ¿Fuentes de agua y bocadillos traídos de casa? insólito. El público afrontó el segundo día con tanta alegría como el primero, con atuendos coloridos y -lo más importante- una actitud sana y curiosa para pasarlo bien.
Entre la entrada al recinto y nuestra llegada al anfiteatro sonaba de fondo The Allman Brothers, no sabemos si premeditado pero sí más que apropiado antes de un concierto de Morgan. La banda madrileña toma lo mejor del rock sureño de los 70 con sus incisivos teclados, sus guitarras épicas y sus generosas percusiones. Todo ello en cuidados desarrollos con muchas capas, con sus interludios y sus solos, tal y como podemos comprobar en ‘River’, mística y profunda. Es un tópico que este tipo de estilo está asociado a grandes músicos de directo pero sin hits, algo que no se cumple con los madrileños, que tienen un ‘Sargento de hierro’ con el que provocan la lágrima en todo el personal. Todo elogio es poco para su cantante Nina, una excelente intérprete a la que -con su modestia y sus comentarios espontáneos- es imposible no tener simpatía. Una banda que se hace querer.
Pasamos a otro hombre bueno. Depedro, cuya trayectoria comenzó casi al mismo tiempo que musicopolis (de hecho fue nuestro primer entrevistado hace 15 años). Mira, mira. Con un crecimiento sin prisa pero sin pausa, Jairo Zavala ha conseguido instalar sus canciones en el imaginario popular y ya es un clásico de nuestra escena. Este generador de alegrías con su música fue saltando entre sus discos: ‘Mañanita’, ‘El Pescador’ (interpretada en medio del público), ‘Panamericana’ y sus tablas de más de 25 años de carrera musical hacen el resto, haciendo bailar “agarrao” a un anfiteatro dispuesto a participar y a compartir.
Caminamos al escenario tres para la primera ración del día del rubro “normalmente tocamos en estadios”: Los Bunkers llevan un cuarto de siglo de carrera y son considerados el grupo más potente de Chile. Arranca una suave lluvia con arco iris cuando el cuarteto ataca ‘Miéntele’ y ‘Te vistes y te vas’. Sus guitarras afiladas no les impide tener una gran sensibilidad melódica, con directos estribillos directos al subconsciente popular. Algunos de sus temas más conocidos sí que han traspasado el atlántico, y ‘Llueve sobre la ciudad’ es cantada con entusiasmo para acompañar a Francis Durán, que también se lleva el premio al mejor solo de guitarra de todo el festival.
A esa hora el anfiteatro ya estaba a rebosar con Los Zigarros. Se mostraron eficaces con el rock and roll de ‘Tenía que probar’ o ‘Dentro de la ley’, nietas bastardas de Chuck Berry, y triunfaron por la vía australiana con ‘¿Qué demonios hago yo aquí?’. Es sólo rock and roll pero nos gusta.
Pasamos de la chulería bien entendida al romanticismo de Carla Morrison. Una mujer que es todo un símbolo de la lucha LGTB y que sobre un escenario enchina la piel a sus fans con letras íntimas y un gran poderío vocal. “Ya les llegó el azúcar morena a la noche”, sugiere antes de cantar su brown sugar particular. Durante la primera mitad del recital la mexicana se luce sobre un envoltorio musical en el estilo épico de las divas anglosajonas del pop, hecho que se acentúa con un traje azul brillante con hombreras espaciales. Sería en el último tramo cuando llegarían temas menos sustentados en el estribillo, más originales y con más sabor mexa. No pocas lágrimas se derramaron tras ‘Déjenme llorar’ o ‘Hasta la piel’.
El madrileño-uruguayo Jorge Drexler vive un momento dulce. Sus últimos discos se sienten históricos desde la primera escucha y en directo los refrenda dándoles una vuelta de tuerca que exalta la fiesta y el baile. Su banda le acompaña desde la sutilidad, dejando aire y pintando ritmos y matices. Pero siete sutilezas respirando al tiempo provocan rotundos cambios de paisaje casi en cada tema.
Drexler interpreta ‘¡Oh algoritmo!’ a dúo con un purpurado Javier Calequi, maravilla en una ‘Guitarra y vos’ con los músicos dispuestos en línea lanzando samples, dedica ‘Sea’ a Mercedes Sosa y emociona con soberbias versiones de ‘Bolivia’ y ‘Movimiento’. Ser testigos de un artista en su apogeo.
Cambiamos de escenario que no de país de procedencia. Los uruguayos No te va gustar son tremendamente exitosos en latinoamérica y muchas banderas ondean mientras cantan ‘Tan lejos’. El festejo continuaría con el inicio sampleado y los ritmos entrecortados de ‘El Camino’, con el colorido adicional del trío de vientos. Cierran con el ska ‘Fuera de control’ y su correspondiente locura.
Seguidamente llegó el mensaje de Ana Tijoux, que dejó claro que “no puede cantar sin decir nada” y que “sin colectivo es imposible articularse”. Enseñanzas tras una vida luchando contra las consecuencias del golpe de estado en Chile de 1973. Sus temas son pedagógicos y en 2023 ‘Shock’ o ‘1977′ no suenan tan rapeados para hacerlo jazzeros y con groove. Necesaria.
Tiempo para el cabeza de cartel de la noche, Los Fabulosos Cadillacs, puntas de lanza (son incluso anteriores a Mano Negra) del rock mestizo o alterlatino, la fusión del rock con elementos como el reggae, el ska y la música latina. La banda sale a escena durante la instrumental ‘Cadillacs’ y permanecen quietos hasta la primera gran explosión: la introducción de vientos de ‘Manual Santillán, El León’. Ya no habrá tregua en 85 minutos. La excitación se palpa entre el público: saltos, gritos y letras al dedillo.
La salsa de ‘Demasiada presión’, la cumbia de ‘Padre nuestro’, ‘Los Condenaditos’ con ritmo de The Specials o el punk skatalítico de ‘Quinto centenario’ son sólo algunas muestras de la variedad de los argentinos. Sobre el escenario la imagen que recuerda a su fallecido percusionista Gerardo Rotblat, la sobriedad de Vicentico y -en contraste- la locura del bajista Flavio Oscar Cianciarulo, espídico portando una camiseta de la selección de su país. Y aún quedaba la traca final: ‘Carnaval toda la vida’, ‘El Matador’ o ‘Vasos vacíos’, y un bis en el que cantante y bajista intercambian instrumentos y se corea ‘Yo no me sentaría en tu mesa’ de tal manera que la seguimos oyendo hoy.
Un poco de rumba como fin de fiesta. Nos lo merecemos. Muchachito Bombo Infierno con Jairo al frente no paró quieto un segundo: guitarreos, cantecitos, vaciles, chistes… y un arsenal bien surtido: ‘Caraguapa’, ‘La quiero a morir’ o ‘Siempre que quiera’. Excelente postre para un banquete de fusión.
Nos parecía que en esta temporada 2023 no habría ni un solo (gran) festival que se salvase del aprobado por los pelos cuando no del suspenso. Ya fueran por causas propias o ajenas, casi todos los eventos nacionales han tenido problemas que han alterado la percepción que el aficionado tiene de ellos. Ya no es tan guay ir de festivales, con multitud de obstáculos físicos y monetarios que franquear. Algo va mal cuando ya ni recuerdo el último (gran) festival en el que no hayamos presenciado una pelea o alguien al borde de la sobredosis.
Vive Latino Zaragoza van a contracorriente, creando nuevos espacios de convivencia y esparcimiento, firmando patrocinios no invasivos, apostando por un recinto muy cómodo (200 metros entre los dos escenarios principales) y solucionando los fallos del año pasado (más comida, más baños, mejor gestión de los movimientos de público). Quizás por todo esto se creó un gran ambiente. 22.000 personas de todas las edades y procedencias, desde parejas jóvenes con hijos a latinos venidos desde toda europa. En Vive Latino Zaragoza 2023 se creó una comunión entre artistas y público que creó instantes que perdurarán para siempre. ¿No se supone que de eso iba un festival?