Viernes
El viernes amanecimos bajo una tormenta que hizo que tuviéramos que retrasar nuestra llegada a los diferentes conciertos que se celebraban esa jornada. Varias tiendas se volaron y los voluntarios del camping se tuvieron que emplear a fondo con martillo y piquetes. La actitud y la paciencia ante las adversidades es clave. En la vida y en la semana del año que pasamos en la isla de Selandia. Eso y generosos camiones de mantillo que cubren zonas anegadas.
Aurora en el Orange desplegó su poderío “casi” en casa. La noruega desafió al viento con temas como ‘Runaway’ o ‘Cure For Me’. Cambiamos de tercio con la pionera del rock alternativo Kim Gordon, que presentó su disco nuevo The Collective sin añoranzas de su legendario pasado con Sonic Youth. Por el camino también presenciamos el desconcertante espectáculo de Cassie Augusta Jørgensen en el Platform. Presenciar una experimentación performativa cada vez que nos cruzábamos con dicho escenario se convirtió en tradición.
Atravesamos una generosa cola de fans que esperan ansiosos a Charlie XCX, para ver a Alvvays, que tocaron justo antes en el Arena. Los canadienses se muestran ochenteros desde la intro, con noise y melodía, sutil manejo del fuzz y, por pantalla, imágenes de archivo de un adolescente experimentando con super 8 en el 85. La maravillosa Molly Rankin tiene un aire a la no menos maravillosa Blondie. Su fuerte son las canciones: ‘Belinda Says’, ‘Archie Marry Me’… ninguna baja del notable. Hasta dedicaron una canción al alien. Pobre vaca.
Foo Fighters
Ya sin llover nos preparamos para la ceremonia del rock con mayúsculas. Dave Grohl está en la ciudad con sus renacidos Foo Fighters. ¿Alguien empata a Grohl en carisma? ante un Orange con el público de las grandes ocasiones, relató la historia de su primera vez allí. Una noche del verano de 1992 en la que la selección danesa de fútbol también jugaba una final, y Dave sabía que el entusiasmo de su público dependería mucho del resultado deportivo. Así que confesó que estuvo en su camerino apoyando a los rojos. La historia nos dice que Dinamarca ganó aquel campeonato y que Nirvana dio una gran actuación en el festival de Roskilde 92, 9 meses después del lanzamiento de Nevermind.
Treinta y dos años después el frontman ya tiene en el bolsillo a las 100.000 personas que tiene delante. Tocar ‘All My Life’, ‘The Pretender’ y ‘Times Like These’ en los primeros 20 minutos de concierto desató el éxtasis entre el público, que no paró de gritar y saltar, sabedores -quién sabe si inconscientemente- de la épica del momento. Dave tiene mensajes para los que nunca les habían visto antes “deberíais” y loas para los veteranos “si no os sabéis alguna canción mirad a la persona mayor a vuestro lado, él sí la conocerá”.
La falta de su batería Taylor Hawkins está suplida con solvencia por Josh Freese, que huye de comparaciones con el rótulo de Scam Likely en su camiseta. No hace falta presentar a Pat Smear y al resto de la formación. Sabemos desde hace lustros que son lo mejor de lo mejor. Gracias a la excelente realización en pantallas vemos como Dave suda sin parar mientras luce pelazo, pantalón corto de perritos y mantiene su voz igual que siempre. Dedica ‘La Dee Da’ a “the coolest live band in the world, Otoboke Beaver”, que habían tocado poco antes. También ofrece ‘Breakout’ al fan old school. Un cuarto de siglo tiene ya ese tema.
La emotividad no es unidireccional, en varias canciones notamos a Grohl a punto de la lágrima, aunque él desvíe esos momentos con sentido del humor y explicando sus emociones como terapia. “No sabría explicar lo que siento ahora, sois el público más conectado que he visto en mi vida”. Un par de temas después insistiría, convencido: “creedme lo que os digo, esto no lo digo en el Pukkelpop” . Los veteranos sabemos de lo que habla, es orange feeling.
Una pancarta que reza “Taylor” es donde mira el cantante -con la voz siempre al borde del quiebre- cuando interpreta ‘Aurora’, tema que dedica al fallecido baterista y provoca 7 minutos de una intensidad emocional y musical sublime. En ellos se mezclan la nostalgia por algo que ya pasó, el vacío que deja y la búsqueda de algo más allá para llenarlo. Ya sea vivir en Aurora Avenue de Seattle o compartir la vida con su amigo. Esta canción no sólamente era de las favoritas de Hawkins, también fue la primera que grabó para la banda. Hacia 9 años que no veíamos a 100.000 personas llorando a la vez en un mar de luz.
Guardamos el momento como uno de los mejores que hemos vivido jamás (ya van unos cuantos con localización en Roskilde) y proseguimos con la caña de ecos dubstep de Scarlxrd, la performance con música en directo de Ruth Rebekka Hansen o la electrónica experimental de 9T Antiope un par de iraníes que desafían los límites de la música.
Echamos la vista y los pies unas décadas atrás con Róisín Murphy. La irlandesa presentaba su álbum Hit Parade, pero fueron sus temas de la época de Moloko ‘Sing it Back’ o ‘Time is Now’ los que desataron el baile de fondo noventero. Gilli es un artista de mucho éxito en Dinamarca, pero su música no va más allá de calculadas derivadas de un popurrí de éxitos de los últimos años.
No sé si será por el cambio de cantante o por otra razón, pero Kvelertak ya no son los que nos fascinaron con sus primeros álbumes. Sonido regulero y público paradete. Ahora hasta parecieron inofensivos. Muy decepcionantes los noruegos. Para terminar la noche en buena nota acudimos a Rosa Pistola, que ofrecía cumbiaton o dembow bien cortado. No son géneros de nuestra devoción, pero siempre es mucho mejor que el pecado de encadenar éxitos reggaetoneros. Los argentinos Blanco Teta también consiguieron animar a su público con su coctelera de ritmos latinos con pisada rock, efectos de voz y hasta un violonchelo. No hay normas más allá de la locura y la diversión.