La primera vez que uno se acerca a esta banda (en mi caso con su anterior Here Be Dragons) la sensación primera es de un poco de desconcierto. ¿Jazz oscuro con elementos electrónicos? Suena extraño, pero escucharles lo es aún más. Todo aquí es inquietante y hermoso a la vez. Su propuesta requiere una implicación y una atención para comenzar a explorar todas las sensaciones que son capaces de provocar.
Bajo, batería y los ritmos electrónicos ejercen de dinámico soporte para los demás instrumentos, que aparecen y desaparecen a placer, ejecutando melodías dispersas y duras. Es precisamente la combinación de la tradición de los chelos, trombones o guitarras con los sonidos y beats electrónicos lo más llamativo en una primera escucha. Pero más tarde, descubrimos que es tan sólo el medio necesario para unas composiciones casi inabarcables y asombrosamente bien construidas a pesar de su compeljidad.
Con la inicial All is One se acercan a terrenos más asequibles, con la voz de Charlotte Cegarra en un tono muy cercano a Portishead y una instrumentación que parece sacada de Alrededor de la Medioanoche. Con ella comparte sonido y ambiente White Eyes, una de las piezas más bellas de toda la carrera de la banda. Sin embargo, a partir de Giallo todo vuelve a sus cauces normales: complejas estructuras y oscuras melodías con una pizca de experimentación a base de drones y zumbidos. Cocaine entra de lleno en los terrenos más pantanosos y lisérgicos que ofrece la banda, con multitud de sonidos metálicos, susurros y efectos. Celladoor y Cotard Delusion tiene algo del ambient del Perdition City de Ulver, de esas oscuras atmósferas que envuelven sutiles y lastimeras melodías de piano. Les Etoiles Mutantes nos devuelve la voz de Cegarra, ahora con más eco y mucho más profunda. El corte final, Past Midnight, parece decirnos que la continua búsqueda de nuevos caminos y la exploración no ha acabado aquí.
El origen de la banda se encuentra en la curiosa intención de poner música a películas mudas antiguas por parte de Jason Köhnen y Gideon Kiers, dos músicos llenos de ideas y talento que habían sido compañeros en la escuela de Arte de Utrecht. Pero la paleta de sonidos y texturas de TKDE va más allá de la banda sonora y una buena forma de comprobarlo es —una vez digerido un álbum como éste- adentrarse en el proyecto Mount Fuji DoomJazz Corporation, en el que se suceden los músicos invitados, y que se basa en la improvisación y en una densa mezcla de jazz, doom y drone.
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Texto: Juan Manuel Vilches
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