Nunca me han desbordado de pasión las imágenes espaciales, lúgubres y ensoñadoras de ese pope de la eterna modernidad llamado Stanley Kubrick. Ni con sus teléfonos rojos, ni con sus terrores desmedidos, plagados de pretendidos y desasosegantes planos, donde la profundidad de campo hacía eternizar su inconmensurable título de maestro del cine. Tampoco con la violencia inexplicable, aturdida y plana de “La naranja mecánica” (me pasa lo mismo con “Blow up” de Antonioni, mucho cine-pop para contar algo indescifrable). Pero, a veces, me rindo a su eterna perfección en cómo cuenta las cosas; me ocurre en la oscura “Atraco perfecto” ó en partes atormentadas de su irregular “Eyes wide shut“.
El título del último disco de La prohibida no deja de ser elocuente. Lo que ha hecho en su colección de pegadizas (para algunos) canciones es tratar de hacer bailables unas frases de un reclamo tan previsible como falto de chispa, (“Cuando dos electrones chocan“). Si, otra vez Fangoria (ay Alaska, ¿dónde quedó esa maravillosa “En la Disneylandia del amor“…?), en la aparentemente sutil, plagada de “amor forever“, contando eso de “…me dices corazón quiero ser tu bombón en vagón los dos de Roma a Benidorm”, jugando a ser tan fatal, que de tantos colores se satura el contenido: de las letras y los ritmos. Se electrocuta de balada espacial en “La conexión” y vuelve a las andadas, esta vez del electro-pop con aires New Order deslavazado en un estribillo que refuerza sus aires de hacer contagioso lo imposible. Carlos Berlanga lo hacía infinitamente mejor, sin necesidad de cargas las tintas:”…has tratado de engañarte pero hoy al fin sabes la verdad”, canta en “Estás donde tienes que estar”. 120 años sin ti, nos contó Berlanga y La prohibida lo haría 2 mil veces más, sin duda. No, seguro que no se arrepiente, pero marcando los pasos de sus influencias se intuyen sus carencias. En su estilo, me quedo con Sarassas Music, a pesar de que La prohibida se esfuerza lo suyo, sobre todo en sus títulos “Yo en Saturno, tú en Aranjuez“. Pero no le sirve, intentando mezclar letras entre lo grotesco y el travestismo discotequero.
Aún así, se salva “Nunca más“, por no querer llegar a pasarse de la raya, aunque la letra también deja bastante que desear, (…nunca más litronas en el parque, nunca más te pediré perdón”).
La prohibida ha intentado ser colorista, abusando de la producción y queriendo que lo que cuenta puede llegar a ser divertido. También era divertido Almodóvar y mira ahora todos los colorines de corral que enseña en sus películas: “Gran ganga, gran ganga…”.
Texto: Ángel Del Olmo