Lugar: Bilbao
Fecha: 19 y 20 de junio
Durante el pasado fin de semana Bilbao acogió la segunda edición del Kobetasonik. Una segunda entrega que numéricamente se saldó con una reducción de la asistencia en un 25 por ciento. El primer día en Kobetamendi se congregaron poco más de 12.000 personas y el segundo se superaron las 15.000. Los tiempos de crisis que corren, la coincidencia con el primer fin de semana del Metalway zaragozano, o la falta de un reclamo al nivel de Kiss -si es que esto es posible- son algunas razones que explican el descenso de asistencia. Menos personal pero las mismas ganas de disfrutar de un cartel variado en el que bandas de hard-rock/heavy se daban la mano con otras más extremas e incluso con el hardcore. En lo musical, el evento dejó a dos grandes perdedores: Marilyn Manson y Mötley Crüe; y a varios ganadores: Machine Head, Suicidal Tendencies, Papa Roach, Hatebreed, Dream Theather y, sobre todo, Journey.
El gran reclamo de la primera jornada de festival lo constituyó Marilyn Manson, que aterrizaba en tierras vizcaínas con nuevo álbum bajo el brazo –The High End Low– y con Twiggy Ramírez de regreso en la banda. Una gira de reunión entre estos extraños personajes que estaba dando mucho de qué hablar, todo ello para mal, y que en Kobetamendi se demostró porqué. La actuación del Reverendo no es que dejase mucho que desear, simplemente fue horrible e infumable. Dejó desconcertado a todo el mundo. Los que no le seguían se preguntaban “¿Ésta es la banda de siempre?”, “¿Ha venido a ensayar?”. Y los fans, incluso los más acérrimos, despachaban improperios en primera línea. “The Great Big World” era una de mis canciones favoritas de Manson hasta hace cinco minutos”, lamentó a mi espalda un atónito seguidor.
Concierto frío desde el arranque con dos canciones nuevas -“Four Dusted Horses” y “Pretty As Svastika“-. Tras ellas, el esperpento. Parones, ahora te paso el micro porque no me apetece hacer los coros y tu me das la guitarra ya que no quieres tocarla. Decimos que es el cumpleaños de Twiggy, suponemos que para justificar el pedo que lucían. Nos traen un inhalador de oxígeno para recuperar el fuelle, igualito que una década atrás. Entre medias, el Reverendo va balbuceando las letras de “Disponsable Teens“, “Irresponsable Hate Athem“, “The Great Big World“, …. Carga contra el público, éste le responde con su indiferencia. Destroza “Sweet Dreams” y “Rock and Roll Nigger“. Para acabar con “Beatiful People“. Todo el despropósito sin el impacto visual de antaño. Insufrible.
Afortunadamente los festivales ofrecen mucho más que el cabeza de cartel. Y así lo corroboraron antes Journey y Machine Head y después Suicidal Tendencies. Journey se erigió en uno de los grandes triunfadores de la velada gracias a su capacidad de gustar tanto a sus fans como aquellos que apenas habían escuchado cuatro canciones suyas. Y, sobre todo, triunfó su vocalista: Arnel Pineda. El filipino dejó impresionado a la audiencia con una gran versatilidad vocal y con su adrenalínica puesta en escena. La actitud y sonido de la banda fue inmejorable. Salieron a por todas. Desde “Separated Ways” hasta “Anyway You Wanted” no hubo cuartel. Grandes clásicos, como “Faithfully“, “Don’t Stop Believing” o “Wheel in the Sky“, hicieron las delicias de un público entregado durante la hora de actuación de los estadounidenses.
Después de Journey llegó el turno de Machine Head que también convenció a su manera. Arrasando, con un volumen atronador, y, al igual que sus antecesores, yendo a por todas desde el inicio con “Imperium“. No tardaron en enganchar al público y no dieron respiro con “Ten Ton Hammer“, “Beatiful Morning” y “Old“. Robb Flynn volvió a mostrarse dicharachero sobre el escenario, animando a montar un gran circle pit. Lo cierto es que la respuesta de la concurrencia no llegó a los niveles de visitas anteriores, sin ir más lejos la del año pasado al Electric Weekend, pero hubo comunión entre el escenario y el foso. De aquí al final, turno para “Bulldozer“, para la sorpresa con la recuperación de “Seasons Wither“, “Halo“, “Struck a Nerve“, “Descendent the Shades of Night“, y, como no podía ser de otra forma, “Davidian” para cerrar. Lástima que se dejasen algún clásico por el camino, como “Take My Scars“, pero también agradecemos que renueven el setlist. Machine Head es un valor seguro, lástima que todavía no cuente con la estima de los promotores para encabezar festivales.
Y otro valor seguro es Mike Muir y sus Suicidal Tendencies. Lo volvieron a demostrar tras el show de Marilyn Manson. Los que no se habían ido disfrutaron de la actitud arrolladora de Mike Muir y sus chicos. Pero, además de actitud, también tocan, y muy bien. La banda reinterpreta los viejos clásicos del grupo, como “Possessed to Skate“, “You Can’t Bring Me Down“, “We Are Family“, “Two Side Politics“, “Fascist Pig“, introduciendo nuevas partes, algunas bailables, de inspiración funk, al estilo de su otro proyecto paralelo, Infectious Grooves, pero sin perder ni un ápice de contundencia. Destaca la facilidad con la que Mike Muir cede el protagonismo en las partes instrumentales, para luego interrumpir en escena derrochando adrenalina. Mención especial para el cierre de la actuación con más de medio centenar de personas sobre el escenario cantando con la banda “We Are Family” y para el trabajo de Eric Moore con las baquetas.
Del resto del día no podemos decir mucho ya que el traslado a Bilbao y la lluvia que cayó en la capital vizcaína hasta los primeros compases de la tarde no nos permitieron ver mucho. Pudimos ver a Cathedral, cuya mezcla de Black Sabbath con el stoner actual convenció, especialmente por el muro sonoro que facturaron, a pesar de que el cantante no estuvo a la altura. Repasaron en gran parte su obra maestra Carnival Bizarre y, como no podía ser de otra forma, cerraron con “Hopkins“. También nos sorprendió Trivium. No les conocíamos mucho, pero desde luego que ofrecieron un set arrollador, con un volumen ‘rompe-tímpanos’, pero que convenció, y mucho, a los asistentes. Además, de las bandas encargadas de abrir la jornada nos comentaron que Gojira, como suele ser habitual, dieron un gran concierto y que tanto Crucified Barbara como Hot Leg animaron al personal, a pesar de la lluvia que caía.
Sábado 20 de junio
La actuación de Mötley Crüe no llegó al esperpento de Marilyn Manson, se quedó en decepción. Decepción debido a las buenas críticas generadas tras su última visita. Pero lo del sábado en Bilbao fue soporífero. Una concatenación de parones entre canción y canción, con un show visual poco llamativo. A nadie impresionan ya las escenas de sexo lésbico, ni las caricaturas de George W. Bush. Todo ello coronado con una actitud escénica que dejó mucho que desear. En total, se marcaron doce más una canciones en casi hora y media, lo que refleja la cantidad de tiempo que transcurrió entre tema y tema, por no citar las innumerables entradas y salidas del backstage. Y el año pasado nos quejábamos de que Kiss había introducido mucha ‘paja’.
El premio al sopor se lo llevó el guitarrista. Tres canciones después de haber comenzado la actuación, donde destacaron los gallos de Vince Neil en “Shout at the Devil“, Mike Mars decidió hacer un solo de guitarra, no sabemos si influido por la actuación previa de Dream Theather. Lo cierto es que Mars, anclado durante todo el concierto en el mismo punto, estuvo más de cinco minutos haciendo un solo de ruido que hubiese firmado la banda indie más arriesgada y experimental del momento. Dos notas y una sobredosis de ruido. Sabíamos que no era Jimi Hendrix pero pensábamos que le quedaba algo de vergüenza.
Además de los temas de su última entrega en estudio –Saints of Los Angeles– el concierto estuvo lleno de clásicos. Inicio con “Kickstart My Heart” y posteriormente fueron sonando “Same Ol’Situation“, “Looks that Kill“, “Girls Girls Girls“,… donde Vince Neil demostró no estar muy fino de voz y, además, Mötley Crüe nos obsequiaron con una buena ración de coros grabados. Y para terminar, después de hacer “Dr. Feelgood“, cerraron incomprensiblemente con “Home Sweet Home“. Mötley Crüe demostró ser una agrupación de rockstars, de limitado talento, que deambularon sin pena ni gloria sobre las tablas del Kobetasonik. Alguno de sus miembros demostró estar más cerca del retiro en Florida que de las grandes giras.
En el caso del sábado, uno de los grupos encargados de salvar la jornada fue Papa Roach. El horario no fue el mejor, el sol picaba, pero en cuanto saltaron al escenario supieron granjearse la simpatía y atención del personal. Entre “Between Angels and Insects“, con la que abrieron, y “Last Resort“, con la que cerraron, repasaron su discografía y nos sorprendieron gratamente con su evolución. Han pasado de ser una banda ramplona de nu-metal a incluir toques más rockeros en su música, algo que nos agradó. Y además son un torbellino en directo.
Después de los californianos llegó el turno de Anthrax. Momento esperado para conocer a su nuevo vocalista: Dan Nelson. Lo cierto es que el ‘nuevo’ no lo hizo mal, pero no goza del carisma de Bush. Aunque, para ser justos, en lo suyo cumplió con creces, por lo menos con el repertorio de la era Belladona. Básicamente Anthrax se dedicaron a repasar sus grandes éxitos de toda la vida, olvidándose de la etapa Bush, de la que únicamente interpretaron “Only“. Comenzaron con “Indians“, que fue empalmada con “Got the Time“, “Madhouse” y “Antisocial“. Y aquí se rompió la dinámica al interpretar una nueva composición: “Fight’Em ‘Till You Can’t Fight No More“. Tras ella, vuelta al repertorio clásico con “Caught in a Mosh“, para después abordar “Only“. Tras ella llegó la sorpresa: “New Noise” de Refused. Con la cantidad de canciones que tienen en su repertorio no se entende la necesidad de hacer la tercera versión de la tarde, después de “Antisocial” y “Got the Time“, que al menos están en su discografía. Y para cerrar otro ‘clasicazo’: “I Am the Law“. Un concierto decente pero que nos hizo añorar la bendita locura de Bush.
Del resto del día podemos decir que In Flames no estuvieron especialmente acertados, tuvieron constantes problemas de sonido, y también su actitud dejó mucho que desear, por no hablar del raro setlist interpretado. Lizzy Borden, que sustituyó a ultima hora a Thin Lizzy, debido a los problemas de clavícula de Tommy Aldridge, aburrió con su mascarada-metal. Dream Theather lo bordó, como siempre, pero continúa siendo un grupo sin alma, una máquina sin corazón, y termina ofreciendo una buena turra metalera de solos interminables. Y para cerrar, Hatebreed ofreció una actuación contundente, que arrancó los últimos movimientos del poco público que permaneció en el recinto. Arrollando, gozando de buen sonido. A falta de nuevo disco, repaso de buena parte de su dilatada trayectoria: “I Will Be Heard“, “Life for This“, “This is Now“, o “Destroy Everything“. Otro valor seguro en directo.
Las últimas líneas de la crónica están dirigidas a la organización del evento ya que al igual que otras veces ponemos a parir aquello que no nos gusta, también es justo señalar lo positivo. Respecto a la primera edición, la organización mejoró tanto en la oferta y calidad de la comidad como en los accesos al recinto, que pasaron de ser de arena a cemento y asfalto. Además se mantuvo lo bueno del año anterior, muchos servicios, limpieza, y puntualidad en el cumplimiento de los horarios. Y, sobre todo, destacar que para mitigar los efectos de la lluvia y del barro que se creó en la jornada del viernes, llenaron los dos escenarios de paja, algo que todos agradecimos.
Texto: Carlos Ayllón
Fotografías: Last Tour International