Adrift son una banda que está acostumbrada a levantar bastante expectación antes de cualquier lanzamiento casi desde sus inicios, hace ya más de diez años. Con este nuevo trabajo ha vuelto a ocurrir: semanas antes de su lanzamiento han sido muchos los comentarios en distintos foros a la espera de poder escuchar por fin al completo un disco cuyo adelanto nos dejó a muchos con la boca abierta. Pues bien, ya lo tenemos aquí y no nos han prometido nada que no hayan cumplido con creces.
En una primera escucha se advierte una mayor complejidad en la composición de los temas con respecto a sus trabajos anteriores, pero manteniendo el sonido que les ha caracterizado todo este tiempo. The Soldier Of My Words comienza con unos primeros cuatro minutos instrumentales, densos y repetitivos, que apenas anticipan lo que nos viene encima: continuos cambios, una sucesión casi continua de riffs y una sensación de estar escuchando a una banda en su plenitud compositiva que se confirma con las siguientes Black Heart Bleeds Black y Wolves Searching Dams. Waves nos trae un minuto de descanso con un breve pasaje acústico que también sirve de introducción para la siguiente, Mallet Man, el tema elegido para presentar este disco y del que la banda ya está grabando un videolcip. Erich Zann Environment, totalmente instrumental, es la única en la que la banda se adentra en terrenos más ambientales, porque a continuación vuelven a la velocidad con Fury Roof y Long Nails, que pone el punto y final.
Hace años aún podíamos citar Black Sabbath, Neurosis, Kyuss, Sleep e incluso Mastodon o Converge como referentes para hablar del sonido de Adrift. Ya no. Hoy en día esta gente han conseguido elaborar un álbum que está muy por encima de la mayoría de los lanzamientos que nos llegan desde Estados Unidos o el norte de Europa y no es nada fácil ceñirse a etiquetas para definirles. Aunque tampoco parecen necesarias cuando traen un pedazo de disco como este bajo el brazo.
Texto: Juan Manuel Vilches