En 2001 Madonna los tuvo bien puestos para llevar a cabo un tour donde sólo interpretaba un par de sus grandes clásicos. Y es que Ray of Light y Music fueron dos de sus mejores discos, teniendo la suficiente personalidad y calidad para no echar de menos los temas más míticos de la Ciccone. Once años después se encuentra presentando MDNA, un buen disco, pero no a la altura de los mentados. Y sabiendo que sólo le interesa sacar tajada de las giras, podía relegar sus álbumes más recientes a un segundo plano y centrarse en la gran historia del pop que ella misma ha firmado. Pero bueno, parece que hay que justificar un nuevo lanzamiento (cuando le apetece: en realidad no hay ni un tercer single concretado).
El caso es que tenemos que aceptar lo que hay, y como siempre, el directo es otro tema, como sucede con “Girl gone wild”, single flojo que en directo gana gracias a, de nuevo, la estética religiosa, en este caso ambientada en una catedral, con plataformas de sube y baja y botafumeiro incluido. El show va derivando en armas y violencia gracias a una prescindible “Revolver” (con vídeo del grimoso Lil Wayne) y una contundente “Gang Bang” en la cual Madonna se despacha a gusto a base de disparos y alguna que otra patada con los maromos que no se lo querían poner fácil, encuadrando la acción en una habitación de motel barata. Después se podían encontrar puestas de escena sin nexo común (monjes, teens patosos, rollo hip hop) como el “I don’t give a”, “I’m addicted”, “Turn up the radio” o “I’m a sinner” (la primera muy floja, la segunda y tercera pasables y la última competente, tanto a nivel visual como musical). Sin embargo la puesta en escena a modo de cheerleader fue de lo más destacado de la noche, con la divertida “Give me all your luvin” y sus tamborileros voladores y una enorme “Express yourself”, que mezclada con “Born this way” de Gaga (ya os sabéis la historia), llenó el Palau de actitud combativa en las proyecciones y fiesta con pompones.
La parte ‘aldea global’, que no puede faltar en sus conciertos, se centró en el País Vasco y su banda autóctona Kalakan, reconvirtiendo a su estilo “Open your heart” y aportando su granito a “Masterpiece”. Todo un tanto prototípico, lo que era de esperar, pero divertido al fin y al cabo. La sección guarrilla pero elegante destacaba por el increíble vídeo de “Justify my love”, mejor que los de muchos singles, una Like a virgin a base de piano y el mash up de “Candy shop” y “Erotica”. Vogue, como siempre, se erige como uno de sus grandes hits, pero quedó algo desangelada. Pero para eso ya estaba otro de sus incunables: “Like a Prayer”. El público se volvió loco y fue sin duda la gran triunfadora de la noche, gracias al coro gospel y sobre todo a una Madonna que, sabiendo la entidad de la canción, lo da todo (bueno, siempre lo da, pero la emoción de momento no tiene comparación). Podía haber terminado así, a lo grande, pero prefirió poner punto y final a la velada con “Celebration”, un tema algo mediocre, que no tuvo demasiado éxito en listas e irrelevante para cerrar un concierto, pero que gracias a una puesta en escena espectacular, un poco ‘choni’ (¿alguien dijo “We found love” de Loud Tour?), invitaba al jolgorio y el desfase. Obviamos la versión de “Hung up”, tan o más horrible que la de su anterior gira.
Madonna nos la vuelve a colar. Nunca regresará a los tiempos donde era la puta ama, pero lo gracioso del todo es que sigue estando en la cima (efectivamente, el mundo del pop no vive su mejor momento), y con este MDNA Tour lo pone de manifiesto una vez más. Y porque aunque su último disco fuera de flamenco fusión sigue contando con una discografía a la que ninguna mamarracha se le podría acercar. El pasado, gracias a Dios, pesa.
dyorch / foto: La Vanguardia