Django, El Duque y el bueno de Louis habían concertado aquella cita para ver desenvolverse en su ambiente, metidos en harina, a dos guitarristas, una violinista, un contrabajista y un percusionista. Cuando “Diente De Oro” arrancó sus primeras notas, a Reinhardt la textura de su bigote se le transformó en tizón chaplinesco, mientras que Ellington juraba y perjuraba que podía ver a Buster Keaton sentado unas mesas más allá. Prima, el rey del swing, alabó el trabajo al cajón de Vicente Fernández al comenzar su versión de ‘Sing Sing Sing‘, genuflexión precedida por un «ole con ole… y olé» que los tres propinaron a Gypsy Y Los Gatos Rumberos cuando el quinteto les arrolló con su ‘Typical Spanish‘.
Tras doces composiciones instrumentales, y embravecidos por los aplausos que unos a otros se ofrecían, todos los allí presentes acabaron entre abrazos de felicitación y sonrisas sinceras. Y mientras los músicos gatunos ejecutaban un bis por medio del clásico ‘Caravan‘, los cuerpos de Duke, Django y Louis se fueron desvaneciendo, poco a poco, como el humo que abandona al fumador ocasional. Sólo quedaron en el aire sus tres sonrisas, unas sonrisas de media luna traviesa, unas sonrisas joviales como la del Gato de Chesire descrito por Lewis Carroll.