Album: Embryonic
Discográfica: WEA
Fecha de publicación: 13 octubre 2009
Enlace Web: The Flaming Lips
A The Flaming lips les miró un tuerto después del explosivo “The soft bulletin” y los destellos de fulgor de “Yoshimi battles the Pink robots” y no levantaban cabeza. Era hora de enmendar las cosas, reunir a todos los dibujos animados posibles, golpear esas cajas de latón que hacen brillar los sonidos de su batería y que esa voz quebrada de Wayne Coyne se expandiera hacia el colorido y chispeante mundo de unos Teletubbies jugando con fuegos artificiales. Es el mundo de sus replicantes, en un lugar donde el sonido de los robots se muestra centelleante (“See the leaves“) y aviva la llama que llevaba tiempo sin fascinar, en blanco y negro; aunque dejaremos al tiempo que haga justicia o nos haga encadenarnos a sus temas pasados sin auxilio posible.
Acorralando los sonidos, frenándolos y reventándolos a su capricho The Flaming lips han hecho de los sonidos del rock una catarsis que ha purificado las guitarras y de lo más sencillo pueden hacernos pensar en conseguir de ellos una confianza casi ciega en todo lo que hacen (esa espontaneidad de “If” puede servir de ejemplo). Siguen imaginando una magia extraterrestre, ahora en “Gemini Syringes” y golpean a garrotazo limpio esa batería de bajo rutilante en “Your bats” (uy, uy, uy, aquí se ven los defectos del grupo, anteponen el maquillaje al resto), para dejarnos a la espera de mejores propósitos espaciales.
De esos sitios donde las serpentinas caen intermitentemente en un mundo soleado, parece que la vuelta a otras épocas (han tocado el botón de la década de los setenta en “Powerless“) les sirve de excusa para reemprender un camino tan idílico como cósmico. Pero, aquí tampoco encuentran el itinerario perfecto donde llevarnos más allá de las estrellas. Titubeamos, sentimos perplejidad porque pueden llegar a ser espontáneos (“The ego’s last stand“) pero no logramos elevarnos más allá del suelo, sólo cuando nos salva la voz de Wayne Coyne, que en este último trabajo ha perdido mucho protagonismo; cosa que echamos en falta. Menos mal que está “I can be a frog“, que en poco más de dos minutos es un sobresaliente ejercicio de comunión sagrada con sus seguidores y hace reducir a la nada el resto de brillantina interestelar. Sin duda, la mejor canción del disco.
El último trabajo del grupo no deja de ser un ejercicio constante de querer estudiar la amplia forma de su particular sonido, sin sentar las bases de unos esquemas donde el ritmo se repita. No quieren aburrir y han deseado siempre perder la compostura de lo genérico, las bases recogidas de unos acordes que si devienen del rock, las han querido cambiar hacia texturas mucho menos axiomáticas, concretas, de unos esquemas que siempre han sido suyos. Igual, el lado más oscuro de sus sonidos, les vincule con Mercury Rev; pero, aún así, su compendio en el esquema general estruendoso es muy diferente.
Porque, sin lugar a dudas, el mayor defecto de The Flaming Lips, es el querer representar ese ego astral y perderse entre meteoritos de vocoder. Por el camino de “The impulse” no lo hagáis nunca, por favor. Para eso, ya tenemos a los pesados de Daft Punk. Mejor, si se quitan los cascos, enchufan con inteligencia su pulso electrónico, dejan caminar el arpa con las guitarras y se lo montan entre naves para volar por donde mejor saben. Esto es, hacernos viajar por esos mundos por los que ellos sólo conocer el itinerario perfecto; que se ve, en unos cuantos momentos, en éste “Embryonic”.
Texto: Ángel Del Olmo
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