Minutos antes de su actuación, que precedía a la de los Moretti, charlamos sobre nuestro gusto compartido por las afinaciones vocales de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán. Y en cierto modo, a una sola garganta, Daniel Merino es capaz de pintar con colores similares a los de canciones como ‘El Vividor‘ o ‘Supremo Director‘, pertenecientes al LP Señora Azul (1974) del cuarteto antes citado. ‘Como Dos Delincuentes‘, ‘El Día Del Asalto Al Tren‘, ‘Mi Futuro Yo‘ (le encantaría a John Fogerty), el extensísimo ‘Un Día En La Carretera‘ (concordante primero con el “Boss” Springsteen más reconocible pero terminando en una suerte de mixtura entre el piano rabioso de Billy Joel, las guitarras de los Kinks y la astucia de Mott The Hoople), y más y más cortes, hasta un total de diez; y es que no soy capaz de decidirme por una única canción de este El Placer De No Hacer Nada. Cuarenta y siete minutos que se pasan en un suspiro.
Los Jeremías Johnson —sin, eso sí, Jokin Salaverría— secundan nuevamente a Merino, músico que recibe encantado las visitas de Iñigo Coppel o Hendrik Roever, entre otros talentos. Un artista que debería cerrar fechas conjuntas con el imprescindible Breis, compañero de sello discográfico, pues el entendimiento musical entre ambos de seguro puede dar grandes satisfacciones en un programa doble sobre el escenario.