Sí, que me repito y tal, pero la gente es gilipollas además de ser borrega a más no poder. ¿Quién es el capullo que paga la entrada de un concierto para tirarse todo el rato hablando? ¿¿Estamos tontos??
Es más fácil encontrar el amor en una prostituta (con todos mis respetos hacia las madres de los políticos) que ir a un concierto y que la gente permanezca con el hocico cerrado. ¿Tanto cuesta estar callado en un show? Y ya no es por el molesto “run run” de fondo, sino por respeto a los que quieren ver el concierto y, por supuesto, a los músicos que están sobre el escenario. El músico que está subido en la tarima lo hace por gusto, pero también para ganarse las habichuelas, así que más valdría tener un poco de respeto. España tiene un serio problema (en general) con el tema del ruido. Ya lo dicen Los Rebeldes en su canción ‘Made in Spain’: “Uno bailando y más de treinta ligando en un concierto de Rock and Roll”.
Por otro lado, también habría que tener en cuenta la lacra a la que, por ignorancia, está unida la música en directo de este puto país de paletos: la fiesta y el jolgorio que deviene en ruido y voces.
Por cierto, ¿por qué los menores de edad no pueden ir a un concierto? “Es que venden alcohol”, dirán algunos. El Mercadona también vende alcohol y no prohíben la entrada a menores, simplemente piden el DNI cuando algún chaval intenta comprar bebidas alcohólicas. ¿Es eso complicado de hacer en una sala de conciertos? Resulta todo tan cínico…
Por supuesto cabe hablar, además, de las salas de conciertos y de sus gerentes y/o programadores. Gente que entenderá mucho de cervezas y de cómo poner cañas, pero que no tienen ni la más mínima idea de lo que es la música. Por suerte, y por el buen hacer de unos pocos, quedan excepciones en dónde podemos ver (y escuchar) música en directo… hasta el momento.
No quiero dejarme la prohibición de fumar en recintos cerrados. Lo siento, pero es un coñazo estar entrando y saliendo para echarse un cigarrillo. ¿Tampoco saben aguantar un rato sin fumar? ¡Por Dios! Y no olvidemos los teléfonos móviles. El “por favor, silencien sus teléfonos” es una frase que únicamente escuchan los perros y otros seres humanos con educación.
En fin. Llorarán ustedes por el cierre de salas, por la prohibición de la música en ciertos lugares y demás, pero es que realmente nunca se han preocupado por defenderla, aunque acaben por subirse al carro de la “lucha” por eso de estar de moda. O sea, calentarse el morro y no hacer nada después… para variar.
Texto: Carlos H. Vázquez.