Carlos Pizarro es un experimentado músico y guitarrista asturiano, además de profesor, que ha contado en este disco con la participación de Javier Rubio al saxo tenor, Horacio García con el contrabajo y Félix Morales a la batería. La voz del árbol es el primer trabajo de este cuarteto, aunque todos sus miembros tienen una dilatada experiencia tanto en la docencia como en la interpretación, habiendo tocado algunos de ellos con gente como Jorge Pardo, Perico Sambeat o Roger Mas, entre muchos otros.
El álbum despliega a menudo diversas influencias y afinidades, pero el cuerpo fundamental lo forma un jazz con muchas reminiscencias de la costa oeste americana de los años 50 en el que la sección rítmica se aleja de las velocidades y el frenesí, mientras los demás instrumentos transitan por caminos suaves y armonías con pocos sobresaltos. La apertura con Hasta tu ombligo y volver, en la que nos encontramos retazos de chararera argentina, es sobresaliente, y tiene visos de convertirse pronto en uno de sus temas más emblemáticos. Clara de luno nos muestra qué saben hacer cuando se ponen a trabajar con la bossa nova como base y en Nieve tenemos uno de los desarrollos de contrabajo y guitarra más interesantes de todo el álbum.
También hay espacio para un pequeño homenaje al músico cubano Nivaldo Robert en Oriente, compuesta por Félix Morales, que tuvo la oportunidad de tocar con él, y una breve incursión en el free jazz con Al-imbiq. Pero donde se palpa gran parte del tono general del disco es la emotiva Nana pa mama, Te recuerdo Vítor o en el magnífico final que pone Porlafeis.
La voz del árbol es un trabajo exquisito, delicado y lleno de vitalidad. En un tono reflexivo e íntimo, este cuarteto ha conseguido elaborar un trabajo excelente, repleto de inspiradas melodías y en el que, con cautela y medida, han conseguido dar a cada músico su propio espacio al tiempo que cada cometido individual se halla supeditado siempre a la composición. Un ejemplo magnífico de jazz hecho en España con buen gusto, sin alardes innecesarios y sin ínfulas de ningún tipo.
Texto: Juan Manuel Vilches