Superarse en cada concierto es una tarea muy difícil. Solo algunos grupos muy contados lo consiguen. Accept es uno de ellos. Y es que los alemanes sienten y hacen sentir la música. El concierto celebrado el pasado día 28 de mayo en la madrileña sala Heineken, que colgó el cartel de “no hay billetes“, fue sublime, milimétrico, preparado a conciencia y sin fallo alguno. Dos horas de buena música donde los asistentes, además de recordar tiempos mejores, disfrutamos viendo a un grupo que puso en el escenario ganas, talento, profesionalidad y pasión. Sobre todo pasión.
Un par de minutos pasadas las nueve de la noche y tras una intro que tarareamos todos los asistentes, los alemanes arrancaron con la maravillosa “Metal Heart“, que enlazaron con “Midnight Mover“, “Living For Tonight“, preciosa y tan cargada de adrenalina, y “Restless & Wild“, canción del disco homónimo que introdujo a la banda en el Olimpo de la música. Sabedores del efecto enloquecedor que sobre los presentes tienen los temas más antiguos, la banda siguió descargando “Son Of A Bitch“, “Loosers And Winners“, frenética y sin respiro, “London Letherboys“, “The Abyss“, “Teutonic Terror“, el clásico “Breaker“, y la coreada “Bulletproof“, en la que Peter Baltes “dobló” en ocasiones con su bajo las notas de la guitarra de Wolf Hoffmann.
Con una indumentaria muy militar, siempre cercanos – Herman Frank y Peter Baltes no pararon de bromear con el público al que sembraron de púas —, Accept intentó agradar al público desde los primeros acordes. Por eso el tema “Neon Nights” y sobre todo los solos de guitarra de Hoffmann — muy a lo Paco de Lucía en algunos compases y muy clásico en otros pero dejando siempre la huella de su calidad con las seis cuerdas — y el solo de bajo de Baltes, sonaron más a gloria que a relleno. Antes de los bises, que llegaon después de una hora y media de concierto, sonaron “Up To The Limit“, “Demon´s Night“, “Turn Me On“, “Monsterman“, y “Burnin´“. Decir que tanto Stefan Schwarzmann, batería, como Mark Tornillo, vocalista, cumplieron con creces su cometido: el primero marcando el tempo y el compás del concierto y el segundo metiéndose al público en el bolsillo con un registro de voz que se asemeja bastante al de Udo.
Para los bises se reservaron una acelerada y maravillosamente interpretada “Princess Of The Dawn“, que el público coreó incansable, y el himno entre himnos “I´m A Rebel“. Volvieron a camerinos para pasados escasos dos minutos y tras la famosa intro que levanta el telón al disco “Restless & Wild“, interpretar los hits “Fast As A Shark” y “Balls To The Wall“, este último con un público extasiado, entusiamado y entregado por siempre al grupo.
En definitiva, este fue uno de esos cada vez más escasos conciertos en el que no faltó de nada: un público, unos músicos y unos temas maravillosos. ¿Qué más se puede pedir?
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