De tan original e imaginativo, A Long Hereafter. Nothing Beyond llega a no parecer real. Un pop extraño que tiene en el rock una baza fundamental pero que tantea la bossa en arreglos atmosféricos si hace falta, mientras camina sin caerse por la cuerda floja de la psicodelia. Y todo puesto en limpio por un trío de instrumentistas, un auténtico mundo sonoro que se mantiene sobre los hombros de estos tres Atlas, de estos portentos.
Un disco en el que pueden convivir Harry Nilsson, los primerísimos 10CC, The Beatles, los psicodélicos Pink Floyd y Grateful Dead, el carácter introspectivo de Appaloosa y hasta piezas con deje de mantra a lo Popol Vuh (“There’s No Better Way”). Pero, ante todo, A Long Hereafter. Nothing Beyond suena a la música que hacen Santiago Estrada, Ignacio Simón y Lorenzo Palomares, abracadabrantes chamanes del pentagrama hecho misterio, hecho tensión de nervios, tendones al límite y cerebros en ebullición. Está claro, Al Berkowitz tiene estrella.