En la cada vez más difícil escena de la música en todo el mundo, los nombres ya consagrados han de pelear para mantener su status de ídolos de masas. Giras cada vez más largas, precios no diremos que populares, pero sí menos desorbitados que en tiempos de bonanza y el imprescindible contacto con los fans permiten la supervivencia en el entorno cada vez más hostil del escenario.

Alejandro Sanz es uno de esos nombres que, por sí solos, sobreviven sin excesivo esfuerzo en esta difusa frontera de cambio de ciclo. Manteniendo desde hace décadas el cariño de sus fans, ha superado el paso de ídolo de adolescentes a la etapa de la madurez sin dejar atrás a sus incondicionales, que han ido creciendo con él.

Buena prueba de ello resultaba el casi completo que conseguía el pasado día 15 de junio en el Coliseo de A Coruña, 7000 u 8000 personas, según la fuente consultada. Tres generaciones de fans, en su mayoría, aunque no exclusivamente, féminas, resultado de la larga trayectoria del madrileño, presente en las listas de éxitos desde que saludara al mundo allá por 1988 con el pseudónimo “Alejandro Magno“.

Con los primeros versos de “Llamando a la mujer acción”, uno de los temas de su nuevo trabajo, La música no se toca, comenzaba con apenas retraso un recital de cerca de dos horas en el que mezcló temas del citado disco con clásicos de su carrera; para delirio del personal, no faltaron sus más afamados éxitos, “Corazón Partío” como punto álgido, o “Si fuera ella”, con la que cerraría la velada. De manera más que satisfactoria, si juzgamos por la expresión de sus admiradores, que llevaban tres años sin poder cantar junto a su artista favorito canciones que ya forman parte del imaginario de nuestro país.

Almudena Eced