Llegó el sábado y con él el agotamiento propio de dos días de excesos, multitud de conciertos, bailes, resaca acumulada y horas de sueño difuminadas a lo largo de la zona de acampada. El cuerpo se resentía pero la mente y el corazón ansiaban más música. Así que unos cuantos chutes de bebida energética a base de cafeína, taurina y vete a saber tú qué más, y a disfrutar de la mejor jornada de todo el Azkena Rock Festival 2010. El cierre del festival rockero por excelencia en España registró la mayor asistencia hasta la fecha y supuso la última edición antes del décimo aniversario, en el que por cierto Last Tour ya está trabajando. En esta ocasión y por primera vez, preguntando a su público más fiel, los foreros, cómo harían ellos que el festival fuera más especial que nunca. A título personal, con que tenga artistas de calidad tan desbordante como los que presenciamos el pasado sábado 26 junio, me conformo.
La jornada comenzó a la hora del vermú en la plaza de la Virgen Blanca. El encargado de quitarnos las legañas fue El Vez, o lo que es lo mismo, el Elvis mexicano. Una plaza abarrotada recibió a los mariachis rockeros con el calor al que está acostumbrado. Y es que es un payaso entrañable y con mucho ritmo. Su misión es divertir al personal y gracias a su explosiva mezcla de rock and roll, rancheras y folklore tradicional lo consigue con creces. Lo normal es que la primera vez te parezca un auténtico genio pero en lo sucesivo te acaba causando la impresión de que es más hortera que genial. Por lo que a mí respecta, estoy seguro de que nunca lograré aburrirme en uno de sus conciertos. Será que siento debilidad por las verbenas kitsch.
Horas después prendió la mecha de nuestra particular selección de pólvora rockera otro heredero del legado de Elvis, el señor Robert Gordon. Lengendario y carismático a partes iguales pero al que le pasaba algo parecido a lo que le pasó a Imelda, el escenario de un festival no consigue arropar su concierto como merecería. Tanto él como su banda tienen un talento indiscutible, qué decir de Chris Spedding, Phil Grasy Carlisi o Slim Jim Phantom y por supuesto de la impresionante voz de Gordon, y sin embargo el concierto fue más frío de lo deseado. Como las gotas que por primera vez en todo el fin de semana comenzaron a caer del cielo, arrugando algún que otro tupé del respetable. Da la sensación de que el mito es un pequeño mercenario al que no le apetece esforzarse mucho por fregar el escenario con su sudor. O dicho de otro modo, es imposible objetar nada de la calidad musical y ejecución del repetorio pero lo que sí se puede hacer es acusar al señor Gordon de ser más vago que los ojos de Espinete. No obstante, aunque sólo fuera por maravillosas concesiones como el “Fire” de Springsteen, mereció mucho la pena disfrutar de su directo. Además, nosotros sí que bailamos, y a base de bien.
Y del rockabilly de los ciencuenta al coctel de Pop, Rock and Roll, Blues y Country sesentero de Terry Adams y los suyos, los tremendos NRBQ. Y es que el nombre es difícil de recordar, y sino que se lo pregunten a mi padre. New Rhythm and Blues Quartet es que es muy largo. Además, como al principio eran un quinteto…Pues eso, un lío. Lo realmente importante es el inolvidable rato que nos hicieron pasar. De hecho, me atrevería a colocar su concierto en el podium del festival, en rivalidad dispar con los Damned, quizá. En definitiva, maravilloso eclecticismo con momentos tremendamente dulces, gracias a bellas canciones como “Little Floater“, y otros poderosamente brillantes como su incitación a convertir la pista en el baile de fin de curso gracias a una de las mejores versiones que se han hecho de Johnny Cash, “Get Rhythm“, con la que además despidieron su concierto. Pletórico Terry Adams, como siempre. Una lástima que tuviera problemas de sonido y eso consiguiera crisparle un poco los nervios y la concentración. No obstante, logró solventarlo bien y lo dicho, gran concierto, caballeros.
Y antes de que nos diéramos cuenta, las 9 de la tarde. La hora más esperada del festival y posiblemente del año, para todos los amantes de la leyenda que estaba a punto de subirse al escenario principal. El compositor más grande de la historia del hombre al fin vino a Mendizabala para saldar la deuda que tenía con el festival. O más bien al revés. Por primera vez en todo el día, el recinto se convirtió en una auténtica marea humana. Quita, expectante y mirando en una única dirección: la puerta por la que aparecería Bob Dylan. Su imprevisibilidad podía hacerle a uno temerse lo peor, en el caso de dejarse tentar por su pesimista desconfianza, y que al maestro le diera por dar la espalda al público durante todo el concierto, acurrucarse en una esquina y balbucear sus temas más desconocidos como si estuviera él sólo en un tugurio de Minnesota. Pero la confianza que te otorga el amor más incodicional llenó de tranquilidad a sus fans. Y es que el único pensamiento que vale cuando realmente amas su música es aquel que definió Ray Loriga en un relato: cuando nuestros hijos nos pregunten ¿por qué estamos en este mundo? La respuesta es muy sencilla: Para escuchar la música de Bob Dylan.
Y eso fue lo que hicimos. Y de qué forma. Dylan agrandó su leyenda con un concierto soberbio. Desde el primer momento comenzó a bailar de instrumento en instrumento, teclado y armónica y sorprendentemente la guitarra, de la que apenas se despegó. “Rainy Day Women” rompió el hielo de forma magistral y con una sonrisa anclada en su rostro impertérrito empezó el recital. El comienzo del concierto estuvo prendido con queroseno y es que tras ésta nos deleitó con nada más y nada menos que “Don’t Think Twice, It’s All Right“, “Stuck Inside Of Mobile With The Memphis Blues Again” y “Just Like A Woman“, canción en la que incluso dio pie al público a que coreara el estribillo. Vaya, que a esas alturas de la velada él y su voz quebrada ya habían cerrado muchas bocas. O mejor dicho las bocachanclas de todos aquellos que se pintaron la jeta para ver a KISS el día anterior y gozan como gorrinos en el barro rajando primorosamente de Dylan. La justicia divina sería que el ardor se apoderara de su organismo pero bueno, mientras Bob tenga noches pletóricas como ésta para demostrar el por qué de su leyenda supongo que es suficiente.
Se le vio satisfecho y disfrutando de las buenas vibraciones que transmite el ya histórico lugar para la historia del Rock en España que es el recinto vitorino. Con el sobrero bien ajustado y las gafas de sol en el bolsillo dedicó miradas cómplices a su genial banda y leves sonrisas al adulador público. Prosiguió con “Honest With Me“, “Simple Twist Of Fate“, “High Water (For Charley Patton)” y “Blind Willie McTell“. Todas ellas tocadas distintas, del modo en el que a él le gusta. Versiones de Dylan hechas por el propio Dylan. Irreconocibles para los oídos poco adiestrados pero llenas hasta los bordes del espíritu grabado con la tinta que pinta de arte el corazón. Y de este modo terminó de rasgar nuestro alma de arriba abajo con su aspereza bluesera, sus casi 70 años y gracias al himno inmortal “Highway 61 Revisited” y la sorprendente y transformada “Shelter From The Storm“. Después se marcó “Thunder On The Mountain” del Modern Times para dar paso a la definitiva “Ballad Of A Thin Man“. Y tal como vino se fue. Podía haber acabado aquí la cosa, pero no. Volvió a salir al escenario, aún estando fuera de tiempo, para rasgar el viento que soplaba en Mendizabala y que precedía a la tormenta, con la canción más influyente de la historia de la música popular, esa obra maestra llamada “Like A Rolling Stone“. Y así, Dylan preguntándonos “How does it feel?”, nosotros respondimos sonrientes “mejor que nunca, señor Dylan”. Y entonces nos dio las gracias a su manera, con elegancia infinita, cogió su guitarra, y se fue.
Mientras comenzó el cambio de backline en el escenario principal, la carpa fue clausurada por Toilet Boys. Ese grupo neoyorkino de Glam Punk que destila crudeza dentro de un amaneramiento extremo, en su mayoría forzado por su enérgico frontman (por no decir frontgirl), Miss Guy. Repasaron los mejores temas de su carrera y homenajearon a los Ramones con una divertida despedida, versionando la canción más versionada de la historia del Punk, “Blitzkrieg Bob“.
Ya en en Limbo parecía que nada ni nadie podría rodearnos con más nubes todavía. Pero no fue así, porque no tardó en subirse al escenario, aún con la estela de Dylan flotando entre los altavoces, el caballero de los caballeros, ese dandi llamado Chris Isaak. Y cómo son las cosas, acabó convirtiéndose en el gran triunfador del festival. No es que nos sorprenda, es de sobras conocido su talento, pero es que el concierto que ofreció está a otro nivel, por encima de cualquier expectative posible. Fue sencillamente maravilloso. Y es que el cielo, incapaz de soportar que Isaak que robara todo el protagonismo y nadie le prestara la más mínima atención, absortos todos en la genialidad de uno de los mejores frontman del mundo del Rock, decidió descargar sobre Vitoria una tormenta malvada. De modo que canciones como “Forever Blue“, “Blue hotel“, “Wicked game“, “Baby did a bad bad thing” o “San Francisco days” pusieron la banda sonora al diluvio más delicioso bajo el que me he encontrado.
Cuesta trabajo concebir cómo se puede cantar con una voz tan prodigiosa. Y sobre todo cuesta creer que se pueda ejecutar cada canción con semejante perfección. Él y su banda engrasados de una forma que haría sonrojar a cualquiera. Y es que piezas artísticas que en boca de otro quedarían en exceso edulcoradas, él logra hacer que le acompañes en sus falsetes con lágrimas en los ojos y tu virilidad se mantenga completamente intacta.
A sus 54 años, que por cierto cumplió durante el festival, este showman absoluto hace ya mucho tiempo que va ligado al calificativo de estrella y gracias a que sigue facturando música tan rebosante de calidad como la encontrada en su último trabajo Mr. Lucky lo será durante mucho, mucho tiempo.
Mientras tanto, en los camerinos unos ladrones de medio pelo birlaron la Skyway del guitarrista de Isaak, Hershel Yatovitz. Al parecer la investigación avanza poco a poco y esperamos que encuentren pronto a los tipos que ahora mismo deben estar mirando la guitarra en sus casas mientras piensan “y ahora qué hacemos con esto”.
El cowboy rockero no dejó ni un solo detalle en el tintero para que el concierto fuera redondo. Estuvo henchido de vitalidad, bromeó, contó anécdotas —como aquella de cuando conoció a James Brown-, se mezcló entre el público para cantar con él una fastuosa “Love Me Tender“, interpretó divertidas coreografías junto a su banda, se convirtió en una bola de discoteca después de desaparecer tras los bastidores y embutirse en un traje de espejos y en definitiva, entró en perfecta comunión con un público entregadísimo, indiferente a la que estaba cayendo. Además de unas cuantas piezas de su último disco, interpretó los mejores temas de su carrera e incluso el cover “Pretty Woman” de su admirado Roy Orbison. Y cuando ya teníamos hasta los gayumbos completamente calados le dijeron que ya era hora de cerrar el chiringo. De modo que con un “hasta pronto, maestro” le despidió una gran ovación. Y diez minutos después la lluvia cesó. El cielo ya había perpetrado su venganza.
Y a estas alturas de la noche ya sólo quedaba la traca final. Los dos grupos más cañeros del día —The Hives y Bad Religion-, que es lo que demandaba la clientela, y más aún después de estar calada hasta los huesos o adormilada tras resguardarse de la lluvia durante casi dos horas.
Si hay un grupo que se crece en los escenarios festivaleros, esos son The Hives. Cada vez que les veo se semejan un poco más a peces que nadan a sus anchas entre algas de metal. A veces consiguen ser tiburones, pero más bien son centollos dándoselas de reyes del océano. Pero bueno, son enormes en lo suyo, que es dar espectáculo y taladrar los oídos del personal con su fiereza rockera de tintes garageros y punkrockers. Gracias a trallazos como “Hate To Say I Told You So“, “Walk Idiot Walk” o “Tick Tick Boom“, los suecos hicieron moverse al público como nadie había conseguido en todo el día. El hecho de que sus canciones ganen tanto en directo, que el volumen fuera atronador y que los allí presentes ya llevaban cerveza en la sangre como para parar el Talgo, hizo que la acogida fuera la esperada por el charlatán Almqvist. Porque sin duda lo esperaba, por algo se cree que su grupo es el mejor que ha pisado nunca cada escenario sobre el que desfila su elenco de marineritos suecos. No obstante y aunque los parones fueron constantes entre canción y canción, he de reconocer que se ha relajado un poco y ya no es el coñazo de fácil vomitona de ego que era antes. Así que lo dicho, una gran puesta de escena y una verbena rockera perfecta carente de los aires de nostalgia que tiñeron el resto de la jornada. Pero bueno, a mí me gusta la nostalgia positiva así que, aunque creo que su presencia era necesaria, me quedo con lo vivido horas antes.
Por último, y como colofón final, el regreso del grupo vivo de Punk Rock más grande del mundo, con el permiso de Social Distortion y Rancid, celebrando su treinta aniversario, Bad Religion. Y cuando digo regreso, quiero decir al Azkena Rock, porque nunca se han ido pero sí que han vuelto a un festival en el que deslumbraron en el 2006. En esta ocasión supusieron el colofón del festival y lo hicieron en el escenario grande, por supuesto. Aunque suele ser así siempre que tocan. De hecho, cada vez que actúan en un festival, lo hacen a unas horas tan intempestivas que siempre llego a verles totalmente derrengado. Pero esta vez no fui sólo yo, o el resto de los que nos amontonábamos frente al escenario, sino que por primera vez les vi algo fundidos.
Aparecieron en escena a eso de las tres de la mañana. Es evidente que es algo que no les hizo especial gracia. De hecho, Greg Graffin nada más pisar las tablas se dirigió a los fans con un “Good Morning”. Pero bueno, no tardaron en empezar su extenso setlist con “Do What You Want“. Durante todo el concierto estuvieron muy correctos pero a medio gas, sobre todo Graffin. En algunas canciones bajó el tono, en otras tuvo que parar debido a un leve ahogamiento, aunque sus compañeros le cubrieron las vocales con absoluta efectividad e incluso recortó un poco el repertorio ya que, por ejemplo, “Sorrow” estaba planeada pero finalmente no la tocaron. También influyó el agobio al que fue sometido desde el lateral del escenario debido a indicaciones contantes del tiempo que le quedaba. La presión y el cansancio nublaron bastante un concierto que posiblemente tuviera la mejor selección de canciones que yo haya visto. “Recipe For Hate“, “No Control“, “Atomic Garden“, “Suffer“, “Conquer The World“, “Generator“, “Materialist“, “American Jesus“, “Punk Rock Song“, “21st Century Digital Boy“… Todo himnos legendarios. Canciones inmortales que siguen posicionando a Bad Religion como uno de los grupos más grandes e influyentes de la historia del Punk Rock. Así que no importa que Graffin no estuviera tan pletórico como siempre. Para mí fue el cierre definitivo de un Azkena para recordar. ¡Hasta el año que viene!
Texto: Javi JB