Cuando en los años 60 Jann S. Wenner fundó Rolling Stone, no tenía ni la más remota idea de lo que estaban haciendo él y sus propios compañeros en la redacción que la revista tenía en San Francisco. Eso sí, tenían en firme dos cosas: que la maqueta llegase a tiempo a la imprenta y en dejar claro su discurso.
El 9 de Noviembre de 1967, veía la luz el primer número de Rolling Stone con John Lennon en portada. Aquella foto promocional de la película “Cómo gané la guerra” protagonizó, ya no sólo la primera tirada de la publicación, sino que se convirtió en un símbolo recordado hasta el día de hoy. Por otro lado, The Beatles mostraban al mundo el “Sgt. Pepper’s Money Hearts Club Band”, disco que cambió la vida de generaciones enteras y la del equipo de Rolling Stone. Gracias a aquello, Rick Griffin, famoso ilustrador de la escena de San Francisco, diseñó el primer logotipo de la revista que fue sufriendo algunos cambios hasta llegar a ser la imagen actual. Primero fue Roger Black en 1976 quién cambió ligeramente la línea de las letras hasta que cinco años después Mick Jagger sugirió el añadido de algunos elementos.
Con el lema “all the news that fits”, Rolling Stone fue de San Francisco hasta todos los rincones del mundo como símbolo contracultural de referencia. A eso habría que añadirle el trabajo de redactores de la talla de Greil Marcus, Jon Landau, Ralph J. Gleason (co-fundador), Hunter S. Thompson, Cameron Crowe, Howard Kohn, Jonathan Cott, Ben-Fong Torres, Lester Bangs… y un largo etcétera.
En cuanto al apartado gráfico, habría que quitarse el sombrero ante Anton Corbijn, Herb Ritts, Richard Avedon, Mark Seliger, David LaChapelle o la celebérrima Annie Leibovitz. Cada foto, cada letra y cada portada tenían un carácter y personalidad única. Es más, muchas de las grandes entrevistas aparecían con el subtítulo “the Rolling Stone interview” con el nombre del redactor. Lamentablemente, es una cosa que se ha ido perdiendo, arrebatándole personalidad al texto para ser absorbido por la propia publicación. Aún así, sigue siendo referencia mundial en lo que a publicaciones musicales se refiere junto a Mojo, Uncut o New Musical Express, por ejemplo.
Para la historia quedarán ínclitos ejemplares, como el número 10 con Eric Clapton en la portada, el 21 con John Lennon, la 206 con Bowie, la entrevista de Dylan en la 257… y así hasta que la memoria alcanza. Era una forma de hacer un periodismo totalmente distinto, sin parangón. Los redactores viajaban con la banda durante una gira completa (como Cameron Crowe con The Eagles) y peleaban entrevistas que les hacían cambiar sus agendas cada dos por tres, para debatirse en un pulso cultural excelente, como le sucedió a Jonathan Cott con Bob Dylan. La cuestión era el fin y no el medio. No importaba el medio. Crowe, cuenta cómo intentó una entrevista con Neil Young durante una gira de The Eagles en la que el canadiense se unió al tour. La norma era clara: “nadie puede importunar a Neil Young”. El músico se quedaba el final del autobús tocando el banjo, impasible e intocable. Dos años después de aquello, Cameron Crowe logra entrevistarlo durante casi un año con diferentes encuentros. Toda una labor que se queda en pañales al relatar otras historias, como la de Jonathan Cott con Bob Dylan y el mano a mano en la entrevista con citas sobre rabinos y otros datos religiosos que Dylan apreció como algo sensacional. De hecho, esa entrevista se encuentra en el libro “Dylan sobre Dylan”.
Sería injusto olvidarse de los ‘fregaos’ en los que se metían los fotógrafos a la hora de ilustrar las entrevistas y/o textos. Sesiones largas que se alargaban en demasía con tal de dar con la foto. Axl Rose llegando 5 horas tarde a una sesión, Kid Rock reacio a ponerse una chaqueta hecha con chapas, Britney Spears enseñando escote o el trasero de Jennifer Aniston. Y esa es otra, no había cortapisas; aparecer en Rolling Stone era una especia de reconocimiento, hiciera uno Rock and Roll, Hip-Hop, Pop o saliera en televisión, como bien pasó con el eterno John Belushi y Saturday Nigh Live.
La revista al servicio del arte de la entrevista. No había normas ni titulados acomplejados, simplemente era Rock and Roll y no una carrera de ratas para ver quién puede pisar a otro compañero, que es justamente lo que sucede en España y más con la edición española de Rolling Stone, que a base de cambiar estilo dando palos de ciego, no ha formado todavía criterio ni profesionalidad alguna. Lástima por los grandes compañeros que trabajan ahí y sufren a sus lamentables directores. Nadie arriesga por grupos emergentes nacionales por no ser conocidos, directamente, tiran de estrellas o de entrevistas de la edición americana. No es original ni especial. ¿Será cosa también del lector general? Pues puede, pero está claro que su nivel es tan bajo, que casi avergüenza comprarla. Sus redactores, magníficos profesionales, son absorbidos por el nombre de su revista (normalmente) y son utilizados como piezas de recambio. Da igual. ¿Para qué esforzarse en hacer una buena entrevista a Patti Smith? Para qué, ¿verdad? Si lo que importa es el morbo fácil y la noticia absurda, lean ustedes la edición española de Rolling Stone, le pese a quién le pese.
Y esto no es una lección, ni mucho menos, sino un lamento a lo que pudo ser y no fue. Pero en este país verborréico uno no podrá expresarse libremente sin que reciba la lapidación más absoluta por la gracia de Dios en una sin par dictadura que maneja el intelecto irracional desde las redes sociales, esas que hacen de “redactor” en la mass media.
Texto: Carlos H. Vázquez.