Hemos llegado a un punto en el que los románticos se han ido al paro para, de manera poco elegante, dejarle su hueco a la moda y a la publicidad. Ya no hay Rock and Roll donde ahora luce la cara bonita de una modelo. Las tendencias y la estética mandan sobre los trovadores que escriben y cantan sobre papel mojado. Papel que se evapora entre los dedos de los esclavizados redactores. Rugen las tripas y poco las guitarras. Amigos, llegamos a la batalla del mejor postor y del tiro fijo a base de guantazos verbales. Los veteranos apestan y los jóvenes se reinventan en comedores de hamburguesas o en groupies de festival entre rayas de cocaína y chupitos de Jägermeister.
“Qué bueno está el guitarra de Standstill y qué gilipollas es Ricky Falkner”, dicen en aumento las juventudes de la república independiente de Instagram. Es momento de ir yéndose poco a poco, de sacar el luto y despedir a los caídos. Ellos soñaron, como los románticos, que las cosas se podían cambiar con actitud y canciones, pero la edad se ocupó de darles la colleja: “¡Chaval, despierta! Eres un mierdas que malvive. Anda, búscate un trabajo”.
Los últimos sucedáneos están ya preparados. ¿Qué haremos entonces con los discos y con David Bowie? ¿Lo sustituiremos por Rihanna en Rolling Stone? Tampoco está tan mal conocer la última invención de Converse mientras lees una entrevista de Miss Caffeína. Es divertido y da dinero, del de verdad, de ese que no ganarán nunca los románticos.
Los favores y los convenidos se regodean en la sangre de los íntegros. Disfrutan y lamen sus fluidos como vampiros de poder. Escupen los trozos de menos interés y engullen lo más sustancial. Así son y así serán.
El enterrador llevaba mucho tiempo tomando medidas de los ataúdes y del foso, pero las luces, los shorts y la cerveza caliente mantenían ocupadas las cabezas. La felicidad era palpable y omnipresente. ¡¡No al triste!! ¡¡Muerte al honesto!! Y al final, todos, abonamos con nuestras cenizas cualquier girasol plantado en un feo tiesto. Los gusanos ya dan cuenta del finado (o de lo poco que queda de él). Todavía le queda aliento para gritar que hay mucho “amiguismo” en Madrid y demasiado gafapastismo en Barcelona. Pero en fin, los gusanos no tienen piedad y lo destruyen sin cesar.
Las salas se cierran sin miramientos y a otras se deja de ir porque no eres bienvenido. No importa quien toque en el escenario. No eres bienvenido y punto. Te expulsarán de allí a voces, si les apetece. Eso sí, haz una foto con tu smartphone y súbela a Facebook etiquetando a esa persona que te cae medio regular pero que finges lo contrario por la cuenta que te trae. Hazlo, no seas idiota. Madrid y Barcelona, pese a lo que el esclavo pueblo del reino de España cree, son dos ciudades con muchas cosas en común, entre ellas el noble arte de la mamada cultureta. Bukkakes a gran escala y eyaculaciones por doquier empapan cada último de mes los quioscos.
Piel corrompida y huesos calcificados quedan bajo la tierra húmeda de la prensa y de la radio musical. Skrillex aglutina a cientos de efebos que sudan y se rozan entre ellos porque, al fin y al cabo, todo se reduce a lo mismo: billetes de veinte y coños empapados.
¡¡Larga vida al Fashion-Rock!! Que nadie te llame hortera ni escupan en tu honor. Lee y aprende las doctrinas del estilista de Rolling Stone. Ve de festival en festival y luce tu camisa con esplendor. ¡¡Larga vida al Fashion-Rock!! ¡¡Larga vida a vuestra puta madre!!
Texto: Carlos H. Vázquez.
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genial xDDD