Seis años han pasado desde el último disco de estudio de la banda californiana. Cheat The Gallows mantenía el nivel de discos anteriores como Hex o Money Machine, pero aún adolecía de una mayor cohesión y unidad que provocaba cierta indiferencia tras unas pocas escuchas. Sin embargo, durante las giras de aquel disco BigElf tuvo la oportunidad de tocar con gente como Dream Theater, Porcupine Tree, Pain Of Salvation o Beardfish, lo que les puso en el punto de mira de un sector más cercano al rock progresivo que al rock más pesado del que proceden.
Cheat The Gallows supuso el fin de una formación que había sido más o menos estable hasta entonces, pero la cabeza visible de la banda, Damon Fox, hizo nuevos amigos y ha contado con Mike Portnoy y Luis Maldonado para la grabación de este nuevo trabajo. Sin embargo, su propuesta no ha cambiado sustancialmente y siguen sonando como un ameno híbrido entre Black Sabbath y The Beatles, aunque bien podríamos dejarlo en John Lennon y Ozzy Osbourne, porque estos son los dos músicos en los que el señor Fox parece mirarse de forma casi obsesiva. A partir de aquí nos vamos a encontrar con destellos que recuerdan a Alice Cooper -en Control Freak– e incluso David Bowie -en Theater Of Dreams– y unos pocos temas llamativos, como Alien Frequency, Incredible Time Machine, High o Mr. Harry McQuhae.
Into The Maelstrom, aún con notables diferencias con respecto a sus predecesores, sigue sonando demasiado estudiado. Como si cada frase, cada riff y cada estribillo fuese producto de un largo periodo de trabajo en el que apenas caben la inspiración o la pasión. Porque esa continúa siendo la principal ausencia en sus composiciones: la intensidad y la visceralidad. Y de nuevo, tras unas primeras y entretenidas escuchas, BigElf sigue sin atraparnos del todo.
Texto: Juan Manuel Vilches