En 1999 Buckcherry pegaron bien fuerte con su single ‘Lit Up‘, se podía sonar sucio y macarra a las puertas del siglo XXI. Éxito fugaz y llegaron los problemas, un segundo disco incomprendido, la separación, un risible intento del frontman en solitario y varios culebrones después, el guitarrista Keith Nelson y el tatuado cantante Josh Todd volvieron a trabajar juntos. ¿Qué tal la nueva etapa? pues depende del punto de vista, tanto escuchando sus plásticos como después de haberles visto en la sala Heineken de Madrid las dudas asaltan la cabeza…
Y es que una banda con tantos singles como para hacer saltar un estadio no puede tocar 70 minutos y que todo el público acabe con la sensación de que varias canciones fueron mero relleno, pecado mortal que un cantante tenga que respirar ruidosamente cada dos palabras en los temas rápidos. Aunque se nos olvide cuando en los medios tiempos y power ballads saca a relucir su voz personal y atractiva que embelesa a señoritas y caballeros por igual.
El rock angelino es suciedad, tatuajes, cocaína y lascivia, Buckcherry lo tienen todo, la decadencia de Mötley Crüe, los coros de arena rock de Bon Jovi y la química de laboratorio de los últimos Aerosmith. Pero estos experimentos de sacar singles de corta y pega se huelen de lejos, temas como ‘Recovery‘ o ‘All Night Long‘ tienen estribillos resultones pero aflojan enseguida, ‘It’s a Party‘ parece un descarte de Kiss y aunque abrir el concierto con la fantástica ‘Dead‘ es un acierto, todo su último disco nos recuerda a algo ya escuchado. Cuidado con estas probaturas multi-productor que ya han hundido la carrera de grandes combos (sí, Tyler, sí, Perry).
Menos mal que también se acuerdan de sonar simples y geniales, ‘Crushed‘, ‘Dirty Mind‘ o su primer estribillo de éxito “I love the cocaine” confirman que la sencillez es su mejor virtud, y hits como ‘Rescue Me‘, ‘Next 2 You‘ o ‘Crazy Bitch‘ nos recuerdan porqué estos muchachotes tienen vídeos uncensored. Además, los rockeros también tienen sentimientos, y la voz de Todd es sencillamente perfecta para ello en ‘Everything‘ o ‘Sorry‘.
En definitiva, un tipo duro y peligroso con miedo a despeinarse, un timbre para hacer grandes cosas y una sala llena para ser testigos de un directo disfrutable, hasta de nota, pero por debajo de la calidad que sus composiciones merecen. Con ese repertorio pueden y deben hacerlo mejor, tengan ustedes en cuenta que no hablamos de los habituales esforzados rockeros “99% actitud, 1% talento”, sino de una de las pocas bandas que puede salvar el rock and roll.
Abrieron la noche los suizos Cancer, acordes nirvanianos, estrofas a lo Green Day y un vocalista poco convincente, todo ello bajo un pésimo y atronante sonido que impide cualquier valoración objetiva.
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