Juan Luis Guerra sigue siendo recordado en nuestros días por el gran público español como aquel natural de Santo Domingo que hizo llover café y nos subió la bilirrubina. Poco más parece que interese su obra, una discografía repleta de álbumes por descubrir cargados de una lírica a la altura de otro de los grandes de Suramérica, el siempre en forma Rubén Blades.
Para cuando en 1990 se edita Bachata Rosa y su ‘Carta De Amor‘, Guerra ya se había hecho en los seis años anteriores con una fama de visionario. Primero mezclando la música tradicional dominicana con el jazz y los arreglos vocales de Manhattan Transfer (Soplando). Posteriormente mostraría su faceta de prolífico letrista (muy influenciada por sus iniciales estudios de Filosofía y Letras). Colaboraciones con artistas de su tierra como Toti Salas, o la edición de álbumes de la talla de Ojalá Que Llueva Café, le ofrecieron un último empujón, y de ahí a saltar el charco.
‘Carta De Amor‘ se presenta como un curioso juego rítmico en el que la narración se plantea cual dictado de una misiva sentimental, incluyendo sus puntos, comas y posdata.