La hija de “Je t’aime… moi non plus“, o lo que es lo mismo de la cantante y actriz británica Jane Birkin y del cantuator francés Serge Gainsbourg, se enfrentó a dos retos en el Price: la inauguración de los Veranos de la Villa y competir con la seminifinal de la Eurocopa. Por este último motivo, el espectáculo empezó más tarde de lo previsto y con menos público del que se podría esperar para ser el primer que Charlotte Gainsbourg da en la capital.
Con una carrera cinematográfica en paralelo a la musical, la intérprete de títulos tan reconocidos como “21 gramos” o de las últimas películas de Lars Von Trier (“Anticristo” y “Melancolía“), agradeció al asistente que acudiera a la presentación de su último trabajo Stage Whisper en vez de elegir el fútbol. No obstante, más de uno en las gradas estuvo, móvil en mano, pendiente de ambas cosas.
La Gainsbourg, menuda y descalza, estuvo acompañada del compositor, cantante y guitarrista Connan Mockasin. Ambos de blanco y de aspecto vulnerable, en sintonía con el resto de los músicos, acompasaron sus voces creando una intimidad aderezada de psicodelia, gracias a la banda del neozelandés y a sus arreglos electrónicos, su seña de identidad musical.
La mezcla de toques de chanson française con ritmos poperos y electrónicos imprimen carácter a la intérprete anglo francesa, pero no el suficiente como para entusiasmar. Aunque mejora algo el resultado cuando es acompañada por la voz de Mockasin, como sucedió en “Got to let go“, con ambos sentados al borde del escenario dejándose arropar por el público.
Temas como “Heaven can wait“, incluido en el álbum IRM, o “Forever Dolphin Love” (compuesto por Connan) y su final de psicodelia en estado puro, fueron algunos de los momentos más aplaudidos de la noche. Una lástima que no lograran la intensidad que hace vibrar con la música en directo.
También hubo tiempo para las sorpresas. La más grata fue la versión del clásico de David Bowie “Ashes to Ashes“. Otro de los momentos inesperados lo interpretó Charlotte al abandonar el micro y dirigirse a la batería para marcar el tempo de “It’s Choade My Dear” (otra composición del neozelandés). No fue el único instrumento que probó la actriz ya que para “Memoir” se deslizó hasta el vibráfono. Y tiempo también para el recuerdo de su padre con la interpretación de “Ouvertures Eclair“, compuesto para ella por su progenitor, que fue quien la inició en el mundo de la música con el polémico “Lemon Incest” (1984).
La noche culminó con “Paradisco” y la preocupación de artista y respetable por el final del partido. La intimidad, el toque melancólico y poético terminaron a tiempo para los penaltis. ¡Qué pena que a pesar de ir descalza no dejara huella con su música!
E.P.I.