La Joven Dolores es el nuevo juguete hipnotizador de Christina Rosenvinge. Sus canciones mecieron al público que llenó la Joy Eslava de Madrid en la presentación del disco el viernes 4 de marzo, con especial eficacia.
Christina es una artista puente, entre el pop de los ochenta y el indie del siglo XXI. Entre la languidez que se les presupone a los artistas franceses y nuestro idioma. Apareció sobre sus interminables piernas y el público empezó a pedir silencio, comenzaba la sesión.
La canción elegida para arrancar fue la dedicada a su hermano, ‘Jorge y yo’, un indicio de la intención intimista que recorrió la hora larga que duró el concierto.
Hubo pocas pinceladas de su repertorio anterior, con dignos representantes en ‘Anoche — El puñal y la memoria’ (intento de hipnosis descarado) parece crecer con el tiempo. También hubo un hermoso ‘Eclipse’ sobre el escenario.
Sin embargo, el concierto adoptó el tono profundo, medio submarino, del disco con nombre de barco. Sorprendió escuchar en directo ‘Mi vida bajo el agua’, que con sus disonantes notas se vuelve tan atractiva como la rubia eterna. ‘La canción del eco’ que abre el disco, ‘Eva enamorada’ o ‘Idiota en mi mayor’ también destacaron sobre el resto.
Las canciones de este disco no son especialmente bailables y el público permanecía atento a la voz de la maestra de ceremonias y a su banda, con un rictus que era mezcla de la adoración por la cantante y de su total disposición a la voluntad de sus susurros. Una magia que solo tiene Christina y que le garantiza el lleno en sus conciertos. Puedes ver sus próximas fechas aquí.