Hay un refrán que dicta que “El asno que se cree ciervo al saltar se despeña“. No debe pensar nada parecido el colectivo francés Nouvelle Vague cuando descuartizan buena parte de los éxitos con los que hemos crecido muchos. Con una desvergonzada puesta en escena a la par que indisimulado descaro a la hora de afrontar el desguace de las canciones que revisitan, el cambio hacia los toques de bossa nova de buena parte de su repertorio les hace igual de dulces a la par que inofensivos.
Y no es que hablemos de la imposibilidad o lo intocable que pueden ser para muchos las canciones que presentan, sino ese inconveniente en crear emoción sobre la base de que lo reconocido forma parte del pasado de muchos. Y juegan con esa ventaja; porque si hicieran versiones de temas poco conocidos otro gallo les cantaría. Y así, legitiman el jolgorio de sus seguidores sobre las bases de crear unos principios donde poder mostrar bien sus cartas: dos voces femeninas, que a veces juegan a ser Björk, otras veces quieren acercarse (sin conseguirlo) a la Sarah Cracknell de Saint Etienne y en otros momentos, incluso, tienen toques más soul, cercanos a Nina Simone para plantar cara a una colección de temas que pueden provocar la adhesión popular a las primeras de cambio. Casi llegan a lo folclórico y en algunas canciones a lo pintoresco que supone el atrevimiento de hacer lo que hacen con esa soltura.
Debe ser que les gusta mucho o les parecerá fácil llevar a su terreno a Depeche Mode, porque cayeron dos de sus más celebrados temas del pasado (y mejor que sea así) de la banda: “Master and servant” y “Just can’t get enough“. Se me antoja más curiosa alguna versión de Violator, pero mejor lo dejamos para una aventura más arriesgada de la banda. También tuvimos la suerte de escuchar “Relax” de Frankie goes to Hollywod (en tono “unplugged”) de la mano de un guitarrista que minutos antes había hecho de esforzado telonero.
Mientras sus dos solistas femeninas animaban al público, que fiel iba caminando entre versos tarareables, el concierto iba trascurriendo sin sorpresas. Y éste es el mayor escollo del recital. Si fuera un karaoke se hubiese subido todo el público, que llenaba la sala, al escenario. Pero tampoco les hizo falta. Con cantar el “Heart of glass” de Blondie, no les hacía falta ni siquiera acercar el micrófono a las primeras filas para conseguir los aplausos de esta máquina de hacer versiones. Sí, Nouvelle Vague son unos “singstar“, un grupo que haría las delicias de todo aquel que en lugar de desmelenarse con Joy Division, prefiere tumbarse y deleitarse con la contemplación mundana de no tener que alabar a ninguna divinidad musical. Menos mal que no les dio por hacer una versión de Alaska y Los Pegamoides porque la sala se hubiese venido abajo. Que reparten micrófonos y se escucharía el bullicio mucho más allá del recinto.
Había gente que llevaba camisetas de The Cure, Ramones, Portishead,….Pero no las ví ni de Cat Power (grandes en hacer versiones en “The covers record“,2000)) ni de algún avispado que se la pusiera del magnífico y recién publicado álbum de Micah P. Hinson “All dressed up and smelling of strangers“. Pero no les den ideas a estos chicos de Nouvelle Vague; porque ya se sabe, “En caso de guerra, cualquier agujero es trinchera“.
Texto: Ángel Del Olmo