No hacían falta muchos esfuerzos para adivinar que las canciones que Coque Yturriaga ha fabricado con tesón al mando de la última entrega de Num9 podrían engrandecerse, inflarse de orgullo ante los ocho músicos (más la invitada Christina Rosenvinge en la última canción) que defendieron este trabajo en la Sala Neu madrileña.
No era la excusa de adornar unos temas dedicados a la música de baile. Que muchos adornan las canciones y el subrayado es ineficaz. Ni la necesidad de dotar de pomposidad las nueve canciones de “El baile“. Fue la constatación de un trabajo bien realizado, producido y llevado al directo con mano firme. Ese fue el detalle principal del concierto de Num9. Los ocho músicos (más una) que nos entregaron estas composiciones, se dedicaron con maestría a enmarcar, con suaves filigranas de cuerdas y notas de piano la nada adormecida colección de canciones que emergen de una tradición ochentera de sonidos electrónicos.
Pero no nos engañemos. Num9 no quiso hacer de lo reconocible algo de lo que nos hubiésemos sentido identificados a las primeras de cambio. Simplemente, dotó de una cualidad diferente su segundo disco. Quiso hacer de su nuevo trabajo una presentación donde disfrutar al oyente fuese su intención más clara. Regalando, además, su disco con la entrada. Así son las cosas. Claro y directo. Coque Yturriaga, que parecía muy nervioso en los primeros compases del directo, tenía tras de sí a dos guardaespaldas que habían mimado estas canciones con el bajo, rhodes y batería. Hay que ver lo atento que estaba el magnífico batería, David Unison, a los movimientos vocales de Coque. Perfecto. Y éste a la entrada en cada canción de la sección de cuerda. Su hermana, Paula Yturriaga, hacia lo propio al piano. Y la guitarra de Jordi Sancho daba ese toque distinto al acompañamiento orquestal del conjunto. De esta manera, una tras otra, las canciones construidas con la electrónica, que se abren a los oídos pulsadas con un solo dedo, eran la pista perfecta para que los brazos que hacían sonar las cuerdas cerraran con notable precisión estas canciones que parecían sacadas de forma natural; como creadas expresamente para este concierto. Y eso lo contagiaron a los seguidores que tenían en frente.
Se le veía contentísimo a Coque Yturriaga. Y con este afán de transmitir esa sensación y el entusiasmo que desprende su último disco, ofreció valentía y garra, sobre todo en alguna de las más significativas canciones de “El baile“. De ahí, que “Become you” sonara impecable. Y la mejor de este concierto para este cronista, “La venganza“, que Yturriaga cantó con un desgarro y una fuerza admirables.
El pero lo pondría en la última canción. A la invitada de última hora, una Christina Rosenvinge que parecía despistada, chuleta en mano, no le pedíamos que fuera la Dawn Landes de “El baile“; pero sí que hubiese puesto más empeño en dar coraje a la composición más pegadiza del álbum.
En definitiva, un esforzado concierto de un artista inteligente como pocos en nuestro país. Que ha dejado un pasado que la crítica encumbró y que ahora le debe un reconocimiento por la intensa y audaz labor que está llevando a cabo. Señor Yturriaga, gracias por divertirnos y hacernos bailar.
Texto y fotografía: Ángel Del Olmo