Tenía unas ganas locas de ver en directo a Eric Sardinas, después de haber alucinado escuchándolo en disco y disfrutando de acordes imposibles, notas imposibles, fraseos y riffs de guitarra imposibles. Acordes, notas, fraseos y rifss de guitarra que en directo, y viendo deslizar la mano del guitar hero a lo largo del mástil, me seguían pareciendo imposibles. Aun estando a escasos 50 centímetros y sintiendo el sudor del americano en mis propias carnes. Un concierto para el que la sala Boite Live completó su aforo.
Aquella noche el blues rock de Muddy Waters, Elmore James, Otis Rush o Albert King y la guitarra resofónica del de Florida fueron protagonistas indiscutibles. Y es que el zurdo de cabeza y diestro de corazón, siempre muy bien acompañado por un batería contundente – Bernie Pershey – , milimétrico, siempre acompasado, y por un bajista que dejó mudo a más de uno, – Levell Price -, salió a darlo todo como siempre para hacernos disfrutar como nunca.
“Who are you?“. A las diez y media de la noche Eric dio el pistoletazo de salida a su impresionante actuación. Repasando en su repertorio sus cuatro discos publicados hasta la fecha – “Treat Me Right”, 1999, “Angel Face“, 2000, “Devil’s Train“, 2001, “Black Pearls“, 2003, y “Eric Sardinas And Big Motor“, 2008 — en la sala sonaron temas emblemáticos como “B Goin’ South” o “Down To Wiskey” mezclados con otros de nueva autoría como “Ride“, o “As The Crow Flies“, creando el caldo de cultivo perfecto para cocinar un buen plato de blues rock.
Incluso el americano se atrevió a tocar algún tema en acústico – “Gone To Memphis“-, desenchufando su guitarra dobro, susurrándonoslo y dejándonos hipnotizados, perplejos, sin palabras y casi sin respiración. Espectaculares los solos de batería y de bajo que se marcaron los compañeros (que no acompañantes) de Eric, acentuando si cabe un poco más la sobrada profesionalidad de los tres músicos.
Un estilo emocionante, poderoso, intenso, original con el que después de casi dos horas de concierto y un bis — “Road, Baby Road” -, Eric se despidió de todos nosotros. Resumiendo: el de Florida, llegó, vió, venció… y se fue. Sin hacer ruido, como había llegado, como hacen los valientes. Como hacen los guerreros. Del concierto me quedará siempre el recuerdo imborrable de haber disfrutado al máximo además de la baqueta que el señor Bernie Pershey me regaló. Todo un detalle por su parte.
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